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Jake Jhonson y Fiona Sanderson crecieron en diferentes barrios de Houston, Texas, y sus caminos no se cruzaron hasta que ambos ingresaron en la University of Texas at Austin. Desde su primer año, desarrollaron una conexión especial. Jake, apasionado por la criminología y con una personalidad decidida, estaba enfocado en una carrera en las fuerzas de seguridad. Fiona, en cambio, destacaba por su habilidad para los números y había optado por contabilidad, buscando estabilidad y crecimiento profesional.
Durante los años universitarios, su relación floreció, ayudándose mutuamente en sus estudios y compartiendo los retos y alegrías de la vida estudiantil. Al graduarse, Jake ingresó en el United States Marshal Service, mientras que Fiona consiguió una posición en Ford como contable. Con ambos avanzando en sus carreras y estableciéndose económicamente, lograron una estabilidad que los llevó a dar un gran paso: la compra de su primera casa en Meyerland. La vivienda, con un patio amplio y rodeada de una comunidad tranquila, simbolizaba la vida de clase media alta que ambos habían trabajado para construir.
Fergus Johnson vino al mundo el 24 de abril de 1994 en el Hospital Women's Memorial Hermann, en el Texas Medical Center de Houston. Su llegada trajo gran alegría a Jake y Fiona, quienes lo recibieron con el amor y compromiso que los caracterizaba. Jake, con una carrera que implicaba riesgos como Deputy U.S. Marshal, y Fiona, una contable dedicada en Ford, buscaban darle a su hijo una infancia segura y enriquecedora.
Desde que Fergus aprendió a caminar, sus padres notaron su energía y curiosidad. Jake y Fiona lo inscribieron en una guardería cercana, una institución pequeña y acogedora que fomentaba actividades de descubrimiento y trabajo en equipo. Fergus se adaptó bien, mostrando desde el principio un interés especial por las actividades grupales y una habilidad natural para las tareas de aprendizaje. Le gustaba participar en juegos de memoria, reconocía colores y letras rápidamente, y a los cuatro años ya podía escribir su nombre. Los maestros comentaban a Jake y Fiona que Fergus era un niño atento y con una inclinación hacia el aprendizaje, algo que ellos notaron con orgullo en sus juegos en casa.
En su hogar de Meyerland, Fergus vivía rodeado de naturaleza, con un patio amplio que Jake mantenía bien cuidado, ya que lo consideraba el lugar perfecto para que su hijo explorara y desarrollara su sentido de la aventura. Jake, aunque a veces regresaba tarde por el trabajo, aprovechaba los fines de semana para enseñarle a Fergus pequeños trucos de coordinación, como lanzar y atrapar una pelota o jugar a carreras en el patio. Fergus disfrutaba de estos momentos y no perdía oportunidad para imitar a su padre en cada gesto, desde la manera de atarse los zapatos hasta la forma de mirar con atención.
Fiona, siempre cuidadosa con su desarrollo académico, también dedicaba tiempo a fomentar el amor por los libros y las historias. Solían pasar tardes enteras leyendo cuentos y jugando con rompecabezas. Una de las primeras palabras que Fergus aprendió a leer por sí mismo fue “mamá”, algo que Fiona guardó en su memoria con una sonrisa de orgullo. A Fergus le fascinaba escuchar las historias de sus padres: cómo se conocieron en la universidad, las anécdotas de Jake en su trabajo, o los relatos de Fiona sobre los números y el orden en su trabajo de contable.
Entre los tres formaron una pequeña rutina llena de momentos especiales. Cada domingo, la familia Johnson visitaba un parque en el centro de Houston, donde Fergus se maravillaba viendo a los patos en el estanque o los helicópteros de la policía que ocasionalmente sobrevolaban la ciudad. Estos paseos fortalecían su curiosidad natural y le daban a Jake y Fiona la oportunidad de enseñarle sobre respeto por la naturaleza y la importancia de explorar el mundo con una mente abierta.
Al llegar a los cinco años, Fergus ya destacaba en su grupo de amigos de la guardería por su habilidad para las tareas de observación y atención. Un día, su maestra le entregó a Fiona un dibujo que Fergus había hecho: una recreación de su hogar, con el patio y los árboles perfectamente detallados. En la esquina había dibujado a su familia, y al lado de Jake, una pequeña insignia de “policía” con un detalle sorprendentemente preciso. Fiona guardó ese dibujo como un símbolo de lo mucho que Fergus absorbía del ejemplo de su padre, y de su creciente interés por el mundo que lo rodeaba.
A los cinco años, Fergus empezó su educación primaria (Katy Independent School), una nueva etapa que Jake y Fiona esperaban con gran ilusión. Con una mente despierta y un entusiasmo notable, Fergus se destacó desde el primer día en la escuela. Siempre atento a las indicaciones de sus maestros, mostraba interés genuino en cada lección, especialmente en las materias de lectura y ciencias. Su maestra de primer grado, la señora Bennett, pronto notó que Fergus tenía una comprensión avanzada para su edad, ya que no solo memorizaba la información sino que hacía preguntas profundas y observadoras sobre el mundo.
Para los seis años, Fergus comenzó a sobresalir especialmente en matemáticas. Jake y Fiona, aunque humildes, no podían ocultar su orgullo cuando su hijo resolvía los problemas de suma y resta más rápido que sus compañeros. Jake, quien veía en Fergus un reflejo de sí mismo, decidió enseñarle algunas habilidades relacionadas con el trabajo de campo, pero adaptadas a su edad. Durante las salidas familiares, Jake mostraba a Fergus cómo reconocer direcciones utilizando puntos de referencia y les daba pequeños desafíos de memoria, como recordar los caminos en el parque o las señales en una ruta de senderismo. Esto fomentaba en Fergus una notable capacidad de orientación y una memoria excelente, cualidades que lo hacían aún más curioso y atento a los detalles de su entorno.
A los siete años, Fergus mostró un interés creciente por los libros de historias y biografías de personajes inspiradores, desde científicos famosos hasta exploradores y figuras heroicas. Esta pasión por la lectura también alimentó su rendimiento en la escuela. Su maestra de segundo grado observó que Fergus no solo leía rápidamente, sino que comprendía los temas con profundidad y podía explicar los cuentos a sus compañeros con claridad y emoción. En casa, Fiona comenzó a llevarlo regularmente a la biblioteca local, donde Fergus se pasaba horas seleccionando nuevos libros. Cada semana, tenía uno o dos favoritos que leía de principio a fin.
A los ocho años, sus maestros notaron que tenía una habilidad especial para comprender y aplicar las lecciones de ciencias. Su curiosidad lo llevaba a hacer preguntas avanzadas para su edad, y comenzó a destacarse en pequeños proyectos de ciencias escolares, como cultivar plantas o construir modelos simples. Su inclinación hacia el método científico impresionaba tanto a sus compañeros como a sus profesores, quienes veían en él un potencial futuro científico o investigador. Fiona, por su parte, reforzaba esta pasión llevándolo a museos de ciencia y exposiciones educativas, donde Fergus se maravillaba con cada nuevo descubrimiento.
Alrededor de los nueve años, Fergus ya había consolidado una reputación de niño inteligente y observador. Su capacidad para recordar detalles y sus habilidades en matemáticas y ciencias lo llevaron a formar parte de un pequeño grupo de estudiantes avanzados en su escuela, donde podía trabajar en proyectos más complejos. También desarrolló una gran afinidad por el ajedrez, un juego que su padre le enseñó y que ambos solían jugar en las noches. Jake aprovechaba cada partida para enseñarle estrategias y, poco a poco, Fergus fue perfeccionando su técnica, llegando a vencer a su padre en más de una ocasión. Este juego no solo fortalecía sus habilidades analíticas, sino que también le enseñaba paciencia y concentración.
A los diez años, Fergus empezó a interesarse por la tecnología. Con la ayuda de Fiona, quien usaba la computadora en su trabajo, comenzó a aprender los conceptos básicos de programación, disfrutando de crear pequeños programas o juegos sencillos. Jake, por su parte, le contaba cómo las fuerzas de seguridad utilizaban la tecnología en su labor diaria, alimentando en Fergus una idea clara de cómo la tecnología y el conocimiento podían aplicarse para ayudar a la sociedad.
Hacia el final de su infancia, a los doce años, Fergus era un joven reflexivo, curioso y, sobre todo, responsable. Sus padres habían logrado transmitirle los valores de honestidad y esfuerzo que los caracterizaban, y Fergus los aplicaba en su vida diaria, desde ayudar a sus compañeros con sus tareas hasta trabajar en sus proyectos escolares con entusiasmo. Mostraba un carácter equilibrado y tenía un círculo de amigos que lo admiraba y respetaba.
A los doce años, Fergus Johnson ya era un estudiante dedicado, pero la adolescencia trajo consigo un profundo interés en áreas más especializadas. Su curiosidad por la justicia y el orden, influenciada tanto por las historias de su padre como por su propia búsqueda de conocimiento, lo llevó a leer sus primeros libros sobre derecho y criminología. Empezó con lecturas accesibles, y poco a poco fue abordando temas más complejos, como los principios de la justicia penal y la historia de las leyes en Estados Unidos.
A los catorce, el compromiso de Fergus con sus estudios era evidente. Cada año se destacaba como uno de los mejores estudiantes de su clase, con un promedio que no bajaba de 10. Además, mostraba un claro interés en las ciencias sociales y la literatura, lo cual lo hacía un alumno bastante completo. Sus profesores lo describían como alguien disciplinado, inteligente y colaborador, siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros y a ir más allá de lo esperado en sus tareas.
Cuando Fergus cumplió 16 años, su padre, Jake, decidió hacerle un regalo especial: un rifle AR-15. No era solo un obsequio; para Jake era una forma de transmitirle un sentido de responsabilidad, disciplina y respeto hacia las armas. Desde entonces, ambos comenzaron una rutina casi diaria de práctica de tiro. Jake, como experto en manejo de armas, le enseñó con dedicación, enfatizando siempre la importancia de la seguridad y el control. Los fines de semana los dedicaban a actividades de caza, una tradición que los unía aún más y que permitía a Fergus desarrollar paciencia, precisión y autocontrol.
Este interés por el tiro y la caza no apartó a Fergus de sus estudios. Al contrario, parecía complementarlo. Fergus veía la práctica de tiro y la lectura como dos lados de su educación; por un lado, la disciplina física y el autocontrol, y por el otro, el conocimiento teórico y el análisis crítico. Continuó siendo un estudiante destacado, especialmente en historia y ciencias, y su pasión por el derecho y la criminología crecía. Empezó a leer casos judiciales famosos, a estudiar el sistema judicial estadounidense, y a profundizar en temas como la psicología criminal y los métodos de investigación, áreas que su padre le explicaba cuando tenían tiempo juntos.
En el último año de secundaria, Fergus ya tenía claro que quería seguir una carrera que combinara su interés en la justicia y la criminología. Su madre, Fiona, y su padre lo apoyaban completamente, admirando la determinación de su hijo. Al terminar la escuela con honores a los 18, Fergus había formado una base sólida de conocimientos y habilidades prácticas, listo para enfrentar los desafíos de la educación superior y de su futuro en el ámbito de la ley y el orden.
A los 18 años, Fergus Johnson ingresó a la Texas Law School para estudiar un doble grado en Derecho y Criminología, un programa exigente que requería largas horas de estudio y un compromiso absoluto. En sus primeros días en la universidad, Fergus se sentía emocionado y algo abrumado por la intensidad del programa, pero también motivado. Sabía que había encontrado su vocación y que esos años serían clave para cumplir sus objetivos.
Fue en uno de los cursos introductorios de Derecho Constitucional donde conoció a Emily Turner, una compañera de clase que, como él, tenía una clara pasión por la justicia y el análisis crítico. Emily era extrovertida y decidida, con una energía que inmediatamente le llamó la atención. A medida que compartían tareas y se encontraban en grupos de estudio, una amistad surgió entre ellos, transformándose pronto en algo más profundo. Emily compartía su interés por los libros de criminología y disfrutaba de debatir con Fergus sobre casos famosos y dilemas éticos. Con el tiempo, comenzaron a salir y su relación se fue consolidando mientras ambos avanzaban en sus estudios.
Durante los primeros dos años, Fergus y Emily se apoyaron mutuamente en los desafíos de la universidad. Formaron un equipo sólido que no solo se veía reflejado en los estudios, sino también en sus actividades fuera de clase. Ambos disfrutaban pasar las tardes en la biblioteca, investigando juntos o intercambiando ideas sobre artículos complejos. Los fines de semana, se daban tiempo para relajarse, yendo a conciertos o explorando la vida en Austin. Emily también acompañó a Fergus en algunas visitas a casa en Houston, donde fue recibida calurosamente por sus padres.
A los 20 años, Fergus había tomado varias materias avanzadas en criminología, especializándose en áreas de perfilación criminal y justicia penal. Emily, por su parte, estaba interesada en derecho civil y humanitario, lo que hacía que sus conversaciones fueran aún más enriquecedoras, pues ambos podían aprender de los intereses del otro. Cada vez que alguno enfrentaba un proyecto o una presentación complicada, el otro estaba allí para apoyar y compartir ideas. Este compañerismo consolidó su relación, y ambos se volvían una fuente de inspiración y motivación mutua para enfrentar los retos académicos.
A medida que llegaban al último año de la carrera, Fergus y Emily empezaron a pensar en su futuro juntos y en cómo sus caminos podían complementarse. Aunque Emily estaba considerando aplicar a una firma de abogados en Austin, Fergus se inclinaba hacia el servicio público y la aplicación de la criminología en investigaciones criminales. Pese a las posibles diferencias en sus futuros caminos, ambos sabían que su relación había sido clave en su crecimiento personal y profesional durante la universidad.
Finalmente, a los 23 años, Fergus y Emily se graduaron con honores. Aquel día, rodeados de sus familias y amigos, ambos celebraron no solo la culminación de cinco años de estudios intensivos, sino también el haber compartido una etapa fundamental de sus vidas.
Días después de la ceremonia de graduación, mientras aún celebraba los logros alcanzados y las oportunidades que el futuro prometía, Fergus recibió una llamada devastadora que cambiaría el rumbo de su vida: su padre, Jake, había fallecido en un operativo de búsqueda y captura que salió mal. La noticia cayó sobre él como una tormenta, dejándolo aturdido y sintiendo un vacío profundo que no podía llenar.
En los días siguientes, Fergus luchó por encontrar sentido en lo que sucedía. Emily intentó estar a su lado, pero el dolor y la confusión lo consumieron. Todo aquello en lo que había trabajado, la carrera que había imaginado junto a Emily, su relación con ella, todo se volvió borroso. Su mente estaba atrapada en el recuerdo de su padre, en los momentos que compartieron, en las enseñanzas y valores que Jake le había inculcado. La pérdida lo afectó tan profundamente que sintió que nada en su vida tenía el mismo propósito o claridad que antes.
Finalmente, Fergus decidió dar un paso drástico para intentar sobrellevar el duelo y encontrar un nuevo rumbo. Una noche, recibió una llamada inesperada de un amigo de la infancia que vivía en Los Santos, San Andreas. Este amigo, que también conocía a Jake, le ofreció un cambio de aires y un espacio donde despejar la mente y replantearse su futuro. Sin pensarlo demasiado, Fergus tomó la decisión de marcharse, terminando su relación con Emily y dejando atrás el camino que había seguido hasta ahora. Empacó sus cosas y partió rumbo a Los Santos, buscando un nuevo comienzo y una manera de encontrar sentido tras la trágica pérdida de su padre.
Al llegar a Los Santos, Fergus alquiló un apartamento en una de las torres más altas de la ciudad. La vista desde su nueva residencia le ofrecía una perspectiva panorámica de la ciudad y, en cierta manera, lo ayudaba a despejar su mente y adaptarse a su nuevo entorno. La modernidad y altura del lugar le brindaban la sensación de estar en un espacio en el que podía comenzar de nuevo, aunque la pérdida de su padre aún lo acompañaba en cada paso.
Buscando enfocarse y encontrar un propósito, Fergus decidió unirse al United States Marshal Service, la misma agencia donde su padre había servido. Ingresó con el número de placa 4365, una insignia que pronto se convertiría en parte de su identidad profesional y personal. Este nuevo rol en el Marshal Service le exigía disciplina, habilidades tácticas y un fuerte compromiso, cualidades que había desarrollado y que ahora podía perfeccionar.
Durante los primeros años, Fergus se dedicó a su trabajo con la misma intensidad con la que había abordado sus estudios. Se distinguió en varias misiones y fue ganando reconocimiento dentro de la agencia. La rutina en el Marshal Service, aunque intensa, le daba un propósito y le permitía honrar la memoria de su padre, siguiendo sus pasos y enfrentando el mismo tipo de desafíos que Jake había conocido.
Con el tiempo, el trabajo en el Marshal Service y su vida en Los Santos fueron moldeando a Fergus, dándole no solo la experiencia y la fuerza que buscaba, sino también una nueva dirección en su vida.
Tras un largo tiempo trabajando en el United States Marshal Service, Fergus comenzó a sentir que el peso de su trabajo ya no le traía el mismo propósito que antes. Las operaciones, las persecuciones y las capturas ya no le ofrecían la satisfacción que una vez encontró en ellas. La sombra de su padre, que había sido su mentor y héroe, parecía estar presente en cada misión, en cada esquina, recordándole su trágica muerte y lo que había perdido. Aunque al principio el trabajo en el Marshal Service le permitió encontrar un propósito y una manera de honrar la memoria de Jake, con el tiempo, la constante exposición a las mismas situaciones que habían llevado a la muerte de su padre comenzó a erosionar su bienestar emocional.
Fergus se dio cuenta de que, en lugar de sanar, estaba estancado, atrapado en una rutina que no lo dejaba avanzar. Cada vez que vestía su uniforme o mostraba su placa con el número 4365, sentía como si estuviera reviviendo los peores momentos de su vida, los recuerdos dolorosos de aquel fatídico día. La muerte de su padre seguía siendo una herida abierta que no lograba cerrar.
Un día, después de una misión particularmente difícil y tras una noche sin poder dormir, Fergus tomó una decisión difícil pero necesaria: dejaría su placa. Sabía que era el momento de alejarse de todo lo relacionado con el Marshal Service, de esa vida que había adoptado como una forma de honrar la memoria de su padre, pero que ahora solo le traía sufrimiento. La sensación de estar atrapado en un ciclo sin fin lo había consumido, y al dejar su placa, sentía que finalmente podía soltar una parte de su pasado que lo mantenía anclado a los recuerdos dolorosos.
Al dejar el trabajo, Fergus se dio cuenta de que, aunque había dado todo en su carrera en el Marshal Service, era hora de encontrar un nuevo camino, uno que le permitiera sanar y reconstruir su vida sin las sombras de su padre siempre presentes. Este paso no fue fácil, pero le dio la libertad de buscar algo más acorde con lo que realmente deseaba y necesitaba para su bienestar.
Después de dejar el United States Marshal Service, Fergus Johnson decidió que era hora de emprender un nuevo camino. Aunque el servicio había sido una parte importante de su vida, necesitaba un cambio de rumbo. Fue entonces cuando se unió al Servicio Secreto de los Estados Unidos, una agencia de la que siempre había admirado su capacidad para proteger al país y su infraestructura crítica, pero que también ofrecía nuevas oportunidades y desafíos que lo atrajeron.
Al principio, el proceso de adaptación fue difícil. Las habilidades y experiencias adquiridas en el Marshal Service le sirvieron, pero el Servicio Secreto requería una mentalidad diferente, más centrada en la seguridad nacional, la protección de altos funcionarios y la gestión de amenazas complejas. Fergus se sumergió en su trabajo con determinación, dispuesto a ganarse su lugar. Participó en numerosas operaciones de protección de figuras clave y en investigaciones de ciberseguridad, siempre demostrando un agudo sentido de la observación y un enfoque pragmático.
Con el paso de los años, su dedicación y trabajo arduo no pasaron desapercibidos. Fergus fue reconocido por sus habilidades tácticas y su capacidad para tomar decisiones bajo presión. La directiva del Servicio Secreto comenzó a confiar más en él, asignándole misiones de alto perfil que involucraban la protección de personalidades de nivel internacional, e incluso la participación en operaciones sensibles de inteligencia.
A lo largo de los años, Fergus construyó una sólida reputación dentro del Servicio Secreto. La constancia, el compromiso con la seguridad nacional y su capacidad para mantenerse calmado en situaciones extremas lo convirtieron en un agente destacado dentro de la agencia. Finalmente, tras varios años de servicio y pruebas, alcanzó el codiciado puesto de Special Agent, un cargo que no solo representaba un avance en su carrera, sino también la culminación de un proceso de crecimiento personal y profesional.
Fergus se convirtió en uno de los agentes más confiables y respetados dentro del Servicio Secreto, un testimonio de su habilidad, ética de trabajo y capacidad para superar los retos más difíciles. La confianza que la directiva depositó en él le permitió asumir nuevas responsabilidades y liderar equipos en misiones de alta importancia. Aunque el camino hasta llegar allí fue largo y lleno de sacrificios, Fergus encontró en el Servicio Secreto una nueva familia y un propósito renovado.
Altura 1 metro 85 centímetros
Peso 88 kilogramos.
Pelo Rubio
Raza Caucásica
En cuanto a su salud, Fergus no tiene alergias conocidas, lo que le permite mantenerse en forma sin las complicaciones que podrían surgir de sensibilidades o reacciones alérgicas. Su bienestar físico es una prioridad, ya que le permite desempeñar sus funciones con eficacia y adaptarse a las demandas del trabajo.
Fergus Johnson tiene una mente firme y disciplinada, forjada a través de años de trabajo en entornos de alta presión y responsabilidad. Desde joven, su educación en criminología y su trabajo en el United States Marshal Service, seguido por su transición al Servicio Secreto, le han enseñado a gestionar su mente en situaciones extremas, manteniendo la calma y la claridad incluso bajo el estrés más intenso. Su habilidad para mantener el control mental y tomar decisiones rápidas en circunstancias complejas es una de sus fortalezas más notables.
A pesar de esta fortaleza mental, Fergus no está exento de miedos internos. La principal de estas preocupaciones es la vulnerabilidad emocional que siente tras la muerte de su padre. Aunque ha logrado superar muchos de los desafíos que le presentó el dolor, el temor a la pérdida y a repetir los errores de su padre, sobre todo en cuanto a las decisiones profesionales y personales, sigue siendo algo que lo acecha. Este miedo lo impulsa a ser extremadamente meticuloso y precavido en su trabajo, tratando de anticiparse a cualquier peligro o amenaza.
Uno de los aspectos que lo mantiene centrado y motivado es la inspiración que encuentra en el legado de su padre. A lo largo de los años, ha aprendido a ver a Jake no solo como una figura de autoridad, sino como un modelo de resiliencia y servicio. Aunque la muerte de su padre fue un golpe devastador, la memoria de su vida y de los sacrificios que hizo lo sigue guiando. La visión de servir y proteger a los demás, al igual que su padre lo hizo, se ha convertido en una fuente constante de motivación para Fergus.
En cuanto a sus hobbies, Fergus disfruta de actividades que le permitan desconectar y liberar el estrés acumulado de su exigente carrera. Entre sus pasatiempos más comunes se encuentran la caza, que comenzó a disfrutar junto a su padre desde joven, y el ejercicio físico, particularmente el entrenamiento de resistencia y las artes marciales, que lo mantienen no solo en forma, sino también mentalmente agudo. Además, le apasiona la lectura, especialmente los libros de criminología, derecho y biografías de figuras influyentes en la historia de la ley y el orden. A menudo se le puede encontrar leyendo hasta altas horas de la noche, absorbiendo información que le permita perfeccionar su enfoque en las investigaciones y aumentar su comprensión del mundo que lo rodea.
Fergus también tiene un profundo interés en la tecnología, especialmente en la ciberseguridad y la inteligencia artificial, áreas que considera vitales para el futuro de la seguridad nacional y la protección de datos sensibles. A veces dedica tiempo a aprender más sobre estas disciplinas, buscando de alguna manera ampliar su conjunto de habilidades y mantener su mente en constante evolución.
A nivel personal, su carácter reflexivo lo hace disfrutar de momentos de soledad, ya sea en sus entrenamientos, en sus lecturas, o simplemente observando la ciudad desde su apartamento en Los Santos. Aunque no suele compartir sus pensamientos más profundos con los demás, estas introspecciones le permiten encontrar el equilibrio necesario para enfrentar los desafíos de su vida profesional y personal.