Winters West



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    Soy Winters West y esta es mi historia

    Nací en Irlanda, de abuelos republicanos nacionalistas Irlandeses de pura cepa, pertenecientes al Óglaigh na hÉireann y afincados fuertemente al Sinn Féin, mis padres mamaron la revolución desde dentro y a su vez, mi crianza se basó en actos revolucionarios. Eso me llevó a caminos que poco quiero explicar aquí, los cuales finalmente me llevaron a emigrar a España donde conocí a un buen hombre con el que volé hacia EEUU.

    Llegamos al país de las oportunidades donde empezamos a trabajar de repartidores, furgo arriba furgo abajo íbamos salvando el dia pero no era suficiente. La casualidad quiso que al tiempo el hermano encontrase un buen puesto en un mecánico, lo que no sabíamos es que la historia nos llevaría a emprender una vida que no tendría vuelta atrás. Una vida adictiva, violenta y llena de decisiones casi a cada segundo. El Taller pertenecía a un motor club bastante conocido pero en aquella época iban a capa caída, preludio de una muerte anunciada que nos dejó sin parche y sin familia pero las oportunidades durante nuestra estancia en aquel club se sucedían una tras otra y la casualidad nos llevo a darnos la mano con una de las mafias más potentes de la costa este. Cuando andábamos huérfanos, la oportunidad salió a la palestra y pudimos fundar nuestro primer club de motos. Como todo inicio, nada fue fácil, encontrar gente de confianza, abrir tratos y afianzarnos un buen nombre. Parecía que todo salía a pedir de boca, empezamos a crecer, se sucedían los hermanos y nuestro club se hacía un hueco, un nombre y empezaba a crearse enemigos. Perdimos hermanos en las siguientes peleas, nuevos hermanos iban llegando pero la situación se volvía insostenible, veníamos de ser un 1% y eso nos hacía casi los abuelos del MC en la ciudad. Era irónico como siendo de los clubs mas antiguos, de los de tejanos, chaleco de cuero repleto de parches, barba y pañuelo, botas magulladas, manchadas y llenas de polvo nos empezábamos a volver como las mismas botas que llevábamos, viejos, con muchas experiencias a nuestras espaldas aun teniendo una edad temprana para tanta historia. 35 años no eran nada a ojos de nuestros viejos, de esos que tras su larga y gris barba, con la clásica mirada profunda, ceño fruncido y cigarro a medio consumir. A eso le sumamos que llegaban nuevas generaciones de moteros a fundar nuevos clubs, parecía que mal no le iría a la ciudad tener sangre nueva, de algún modo, que nos mirasen como nosotros miramos a nuestros predecesores, con respeto y cautela, nos podía llegar a dar cierta seguridad y estatus, pero nada era lo que parecía, nos empezaban a cansar las chiquilladas y las faltas de respeto, el yo mas profundo y el tu no eres nadie y para más inri, nos tenían en el punto de mira mas de uno y de dos. Las cosas se empezaban a desmoronar sin mas, se empezaban a perder las formas y los dictámenes que determinan la esencia motera se veían alterados por el postureo y el ver quien tiene el mejor voto de la opinión general de modo que decidimos colgar los chalecos en esa ciudad que había perdido todo el amor y el respeto por los moteros de verdad y hacer carretera en dirección al Oeste. Alcanzamos la Ruta 66, nos encanta, larga, solitaria, llena de nostalgia, pensamientos y recuerdos amargos. La música nos acompaño durante los muchos kilómetros que recorrimos. Entremedias coincidimos con algunos otros moteros, algunos lobos solitarios que se nos fueron sumando en el trayecto hasta que casi por puro misticismo, apareció Oklahoma. No nos lo pensamos, decidimos aparcar las motos ahí y empezar por buscarnos un hueco en este nuevo emplazamiento.

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    Capitulo 1:

    EN PROGRESO


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