Mia Rosell (Historia)



  • Mía Rosell nació el 26 de junio de 1995 en San Francisco. Su infancia era muy sencilla, sin demasiados altibajos y junto a sus padres , los cuales tenían una pequeña tienda de alimentación en un barrio humilde del pueblo. Sus días eran típicos de una niña, colegio, tienda y casa. A la pequeña le encantaba, pasaba la mayor parte de su tiempo con sus padres , no le llamaba mucho la atención los parques y los juguetes. Su entretenimiento en la tienda era jugar a que ella era la dependienta y se pasaba la mayoría del tiempo respondiendo a miles de preguntas que todas las abuelas del pueblo le hacían cuando iban a comprar y la de veces que le recordaban que estaba creciendo muy deprisa, tan rápido que no se dió cuenta de que su vida estaba a punto de cambiar con tan solo 4 años. Su madre, Ángeles, normalmente se sentaba junto a ella para ayudarla a hacer las tareas, pero ese día, su padre las acompañó, Decidieron darle juntos la gran noticia a la pequeña de la casa, iba a tener un nuevo hermanito. Mia, entre lágrimas y carcajadas, abrazó a sus padres con muchísima alegría. La pequeña ya se imaginaba toda su vida sin hermanos, ahora las abuelas del pueblo iban a dejar de preguntarle a ella para pasar a hacerlo con el nuevo miembro de la familia, algo que le tranquilizaba ya que empezaban a ser un poco pesadas. Desde ese momento, Mia y su padre Jesús no dejaban en ningún momento sola a la futura mamá por segunda vez. Esta pequeña familia tenía miedo a la vez que ilusión por el nuevo reto que se acercaba. Mia no se separaba de la barriga de su mama, no había día que no le diera un beso de buenas noches a su hermano, repetia todos los días mientras la barriga de mamá crecía , ¿Cuánto queda para que mi hermano nazca?. Así era la inocencia de Mia , todo un amor... Pasados 9 meses de felicidad en casa de la familia, llegó el día. Todo estaba preparado y todo parecía sencillo hasta que nació Erick el 12 de Marzo del 1999, el hermano más esperado. Por suerte para todos, Daniela fue de gran ayuda en la crianza de su hermano ,todo un torbellino. Junto a su madre, pasaban horas y horas entre pañales y biberones. El padre hacía lo que podía para ayudar a su mujer y sacar el negocio adelante. Desde ese momento, Mia sentía que era la niña más feliz del planeta. La pequeña se hacia mayor, llegó una nueva etapa para ella y su familia, el colegio a sus 6 años. Ella era una chica muy lista y muy aplicada, le encantaba pasar el dia en clase, con amigos y su amiga Lucía, una niña con la familia un poco complicada. Mia, era la mejor, un ejemplo a seguir. Los años de colegio pasaron volando, convirtieron a una niña de 11 años, responsable , educada y muy risueña. En su casa todo marchaba estupendamente, sus padres orgullosos de la familia que habían construido,Erick era un niño adorable, nunca se despegaba de su hermana, era un poco pesado cuando Mia estaba en clases, no paraba de preguntar por ella. Llegó la etapa más complicada para ella y sus padres, el instituto, ella se veía preparada pero bastante asustada...por todo lo que le habían comentado. Erick ya cursaba 3ª de primaria , nervioso por la nueva etapa de su hermana. El primer dia de instituto de Mia habia llegado, Su hermano fue el primero en levantarse y prepararle el desayuno a su hermana, la levantó como cada mañana , le dió su desayuno y le deseo mucha suerte en su primer día. Mia llegó al instituto y a la primera que se encontró fue a Lucía, después de hablar un rato se dieron cuenta de que no habian coincidido en la misma clase, nerviosas y asustadas, comenzaron su primer día. Como era de esperar, Mia lo supo llevar de la mejor manera posible, siendo ella y haciendo todo lo que debía. Llegó a casa con una sonrisa de oreja a oreja, y sus padres no se podían sentir más orgullosos de ella. Todo no iba a ser de color de rosa en la vida de ella. Pasados unos meses, en concreto 3 , Mia no veía con el mismo semblante a sus padres, los notaba raros, hasta que decidió preguntar que ocurría , sus padres le contaron que el negocio no iba como debía de ir... ella no tuvo más remedio que ayudar, era su familia, y ayudo como la que más , hasta el punto de olvidar por completo lo que era salir con sus amigas, conocer a gente nueva, enamorarse... Esto último era algo que le costaba demasiado, la extroversión era un rasgo ausente en su personalidad, por lo que nunca había estado con ningún chico ni ninguna chica en modo ligoteo. Después de tanto tiempo, Mia pudo darse una escapada y aprovechar que sus padres no abrían la tienda para ir a la playa con su mejor amiga, Lucía. Era tanto el tiempo que estas dos llevaban sin verse, que Lucía se había metido en un mundo muy turbio en el que la mayoría de los jóvenes con ganas de conseguir dinero fácil se meten. Sí, el mundo de las drogas. Mia no podía creerlo, siempre había visto en su mejor amiga el talento que tenía por el dibujo, nunca la imaginaba trapicheando entre los chavales de su barrio. Pasado un tiempo cuando Mia tenia 17 años, veía que Lucía no salía de aquel mundo oscuro al que ella siempre le ha tenido miedo. Después de pensar tanto en cómo buscar una solución, descubrió que sus padres decidieron cerrar el negocio, no podían hacer nada más y tampoco querían perder el dinero que habían ahorrado tanto tiempo para poder tener una vida medio buena. Ya no se tenía que preocupar por el negocio familiar así que decidió buscar algún trabajo que pudiera compaginar con el instituto. Después de una dura búsqueda, consiguió un puesto de trabajo, de dependienta en un pequeña tienda de ropa, su horario era de 17:00 a 21:30, estudiaba por las noches, e iba a clase muy cansada, pero con esfuerzo , consiguió llevar las dos cosas a cabo. Lucía vivía sola, duro pero así era. Mia después de darle mil vueltas a la cabeza , decidió proponerle a sus padres que si la dejaban irse a vivir a casa de Lucía. Sus padres de primeras negaron rotundamente, pero ella insistió y le contó lo que pasaba con Lucía, y quería ayudarla, Jesús y Angeles confiaban muchísimo en Mia, y vieron la gran amistad que tenia con Lucía que la dejaron ir. Lucía, no sabía nada así que , fue a su casa y le propuso la idea y así poder tenerla más cerca para conseguir que saliera de la venta de drogas. Parece que todos estaban de acuerdo y la mudanza se puso en marcha. Mia y Lucía se fueron a vivir juntas al centro del pueblo, el piso era muy pequeño pero con el espacio justo para que ellas estuvieran cómodas. Mia quería hacer muchos planes con Lucía para tenerla entretenida, pero esta última no dejaba de darse escapadas todos los días y a la misma hora, después de cenar concretamente. Mia no quería preguntarle, no quería parecer una controladora, pero sabía perfectamente a lo que iba. Por este motivo, decidió seguirla sin que se diera cuenta. Lucía llegó a un callejón sin salida y allí la esperaba un macarra con pinta de pocos amigos. Mia estaba asustada, a la vez que enfadada porque no podía creer que Lucía se atreviera a quedar con gente que no conocía y sin decirle nada a nadie. Después de unos minutos de charla sin escuchar nada, Mia vió como Lucía cogía una bolsa pequeña del bolsillo del chico, mirando a su alrededor y muy rápido. Seguido de esto, ambos salieron de la calle, separando sus caminos en la avenida mientras Mia estaba escondida detrás de una columna para evitar que la vieran. No sabía lo que iba a hacer, pero mientras pensaba, se dirigía muy directa al macarra. Llegó demasiado pronto debido a su entusiasmo, por lo que no tuvo tiempo de pensar en qué decirle ni en qué tontería iba a hacer. Paró al chico y ni se presentó, directamente le dijo que no quedara más con su amiga, mientras que este ponía cara de no entender nada. Sería por culpa de los nervios o de la tensión del momento, que Mia le dijo que si quedaba más con su amiga iba a llamar a la policía, sin pensar que si era este el que le daba una bolsa a Lucía, era él quien mandaba. Pero no hubo respuesta a la amenaza, por lo que Mia pensó que se había rajado y lo de aquella noche no iba a volver a ocurrir. Cuando llegó a casa, no se aguantó las ganas de contárselo a Lucía. Justo al terminar de contar la historia, Lucía pegó un grito inmenso. No creía lo que Mia acababa de hacer ni el problema en el que se acababa de meter. Mia no se creía que ese chico fuera tan peligroso y prefirió no darle más vueltas al tema. La convivencia junto a Lucía era genial , se compenetraban a la perfección. Mientras que en la casa de los padres de Mia , la convivencia era un poco regular, Erick crecía e iba dando varios problemas, no había día que no llamara a sus padres y hermano. Los echaba mucho de menos. Un mes después, Mia recibe la triste noticia de que su padre había fallecido en un accidente de tráfico mientras viajaba solo de vuelta a casa. La investigación demostró que había sido solo eso, un accidente por exceso de velocidad que terminó con el impacto a otro turismo y con la única muerte de su padre. Mia no podía dejar a su madre y a su hermano solos junto a esta tragedia, por lo que decidió volver a casa. Con el tiempo lo fueron superando. Mia acabó Bachillerato a sus 18 años. Su madre pasaba el tiempo con sus nuevas amigas intentando despejar la mente de tantos males que habia pasado. Su hermano Erick empezaba el Instituto. Cuando Mia estaba en el trabajo, seguía en la misma tienda de ropa, pero con el horario un poco mas extenso. En un momento vacío en la tienda miró el móvil y vió que tenía seis llamadas perdidas de Lucía y pensó que era algo urgente, por lo que salió del trabajo, con permiso de su jefe. Lucía le dijo que había visto hace media hora aproximadamente a su hermano hablando con el macarra de turno que apareció en sus vidas hace un tiempo.Mia se descompuso, no entendía por qué su hermano pequeño hablaba con ese tío. Sabía que desde que su padre murió, la cosas no iban bien en su casa económicamente, pero nunca se imaginaba a su hermano buscándose la vida de esa manera. Pero bueno, lo mismo pensaba de Lucía. Mia quedó con Lucía donde había visto a su hermano, pero allí ya no había nadie. Fueron corriendo a su casa para ver si Erick había llegado, pero allí tampoco había nadie. Buscaron entre sus cosas para ver si encontraban algo que explicase por qué Erick había quedado con ese chico. En su mochila de la escuela, en el bolsillo pequeño, Erick guardaba una bolsa con pastillas. Todo lo que Mia no se podía creer, lo tenía delante de sus ojos. De lo que estaba segura era de no contarle nada a su madre, la muerte de su padre y ahora esto la terminaría de hundir. Pasaban las horas y Erick no aparecía, su madre se empezó a preocupar, la idea de que estaba en casa de algún amigo la borró por completo al terminar de hablar con las madres de todos ellos y saber que Erick no estaba con ninguno. Mia no quería decir lo que sabía, prefería averiguarlo ella sola y no preocupar a su madre más de lo que estaba. Después de una semana y con una investigación de búsqueda abierta para localizar a Erick, Mia encontró una carta en la taquilla de su trabajo, no sabía cómo había llegado ahí. La guardó en su bolso y la leyó al terminar el turno. En la curiosa carta ponía: "Deja de buscar donde no es. Aquello que buscas se encuentra en la ciudad de Los Santos, Estados Unidos. La soledad es la pieza clave para encontrarlo". Claramente quien había escrito esto se refería a su hermano y sabía dónde estaba, aunque Mia no entendiera el por qué. Además, el autor quería que ella fuera hasta allí, pero sola. Todo suena sospechoso, pero Mia estaba segura que tenía que hacerlo para encontrar a su hermano pequeño. Después de dos días y con la excusa de que necesitaba alejarse de todo lo que estaba sucediendo, se dirigió al aeropuerto en dirección a Estados Unidos. Todo iba bien hasta que un hombre con uniforme y con un perro a su lado se acercaba a ella. Sin entender nada, la llevaron a una sala al final del pasillo principal y la registró. No la dejaba hacer preguntas mientras abría su maleta y sacaba de ella un paquete lleno de droga. Mia repetía una y otra vez que eso no era suyo y que no sabía cómo había llegado hasta ahí, pero nadie la creía. Este fue el motivo principal por el que Mia sus 19 años recién cumplidos, ingresó en una cárcel cerca de San Francisco, además de un par de insultos que se le escapó hacia los agentes porque no entendía que no la dejaran explicarse ni defenderse. Durante su larga estancia en la cárcel, su madre solo la visitó una vez y fue para decirle que no era la hija que ella pensaba. Estaba claro que nadie la creía, ni su familia ni Lucía, confiaban en su palabra. Era obvio pensar que después de todo lo que le estaba pasando fuera fácil introducirse en ese mundo. Cuando Mia tenía 25 años y su condena finalizaba, salió de la cárcel después de tanta soledad, algo a lo que se había acostumbrado allí dentro. No pensó en ningún momento en ir a buscar a su madre, nadie la ayudó cuando estaba en la cárcel y no la iban a recibir de buen modo ahora que salía. Por eso, Mia decidió volver a repetir el viaje que nunca se produjo, ir a Los Santos en busca de su hermano y de él si necesitaba saber, era su debilidad. Mia llega a la ciudad con 25 años, esta vez sin imprevistos, estaba segura de que su hermano se encontraba allí, no sabía si vivo o muerto, pero la carta que recibió dejaba claro que ella tenía que ir a buscarlo y que la vez anterior no era el momento. Pero ahora nada ni nadie se lo impedía, estaba sola , por lo que cargada de ganas y sin miedo, algo que la cárcel le había enseñado, empezaría a buscar en cada rincón de la ciudad todo lo que no comprendía, todo aquello que hizo de su vida sencilla un sinfín de sucesos de los que no le daba tiempo a recuperarse. Mia era una chica valiente, últimamente la vida no le sonrió lo suficiente, pero ella aun así tenía las ganas y la fuerza de encontrar a su hermano.


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