Orestes Aguilar



  • Nació en un barrio obrero donde las máquinas y el ruido de los talleres eran parte del día a día. Desde joven mostró habilidad con las manos: desarmaba motocicletas viejas y volvía a armarlas para que corrieran más que nuevas. La falta de oportunidades lo llevó a juntarse con pandillas locales, donde aprendió que la calle puede ser tan peligrosa como un motor a punto de explotar.

    En la pandilla se ganó respeto rápido: sabía reparar los coches de escape, tunear motos y hasta improvisar armas con piezas de chatarra. Sin embargo, esa vida también le costó amistades y cicatrices.

    Hoy, trabaja como mecánico independiente. Mantiene un pequeño taller improvisado, pero nunca ha dejado atrás del todo el pasado pandillero. Conoce bien las reglas de la calle y se mueve entre la delgada línea de la legalidad y los favores turbios. Su reputación es la de alguien que “siempre encuentra la manera” y que no duda en ensuciarse las manos para sobrevivir.

    Al final de todo, siempre queria ayudar a la gente.


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