BIOGRAFIA COLE JAKSON



  • Me llamo Cole Jackson, nací el 12 de diciembre de 1999 en un barrio obrero del sur de Los Santos, California, donde las pandillas imponían su ley y el sol ardía sin piedad. Tengo 26 años, mido 1.85 m y mi complexión atlética es el resultado de años de esfuerzo físico inquebrantable. Corro maratones locales desde los 20, con un récord personal de 3 horas 45 minutos en la costa de Vespucci, y en el gimnasio domino levantamiento de pesas y artes marciales mixtas, lo que me da no solo fuerza bruta, sino agilidad, resistencia y la capacidad de mantener la calma en persecuciones o confrontaciones intensas. Mi cabello es corto y oscuro, mis ojos marrones reflejan una determinación forjada en el fuego de la calle, y una cicatriz en la mejilla izquierda recuerda una pelea callejera a los 17 que me enseñó a valorar la deescalada antes que el caos.
    Mi infancia estuvo marcada por el crimen que rodeaba mi hogar como una sombra constante: mi padre, un mecánico honrado, fue brutalmente herido por una banda exigiendo "protección" en su taller, un evento que me dejó cicatrices emocionales más profundas que cualquier marca física. Hace dos años, perdí a mi primo en un drive-by que sacudió mi mundo, convirtiendo mi rabia en un propósito claro. A los 18 me alisté en la Guardia Nacional de California, sirviendo cuatro años en misiones de control de disturbios y respuesta a desastres naturales, donde forjé disciplina, tácticas de intervención rápida y un sentido de deber inquebrantable que me salvó la vida más de una vez.
    Regresé a los 22 y me gané la vida como taxista de noche —navegando las avenidas oscuras de Los Santos, testigo involuntario de robos y tiroteos— y guardia de seguridad de día, pero el caos de la ciudad —disparos en Vinewood, asaltos en las playas de Vespucci— me perseguía como un eco. Eso me motivó a invertir en mi futuro: me inscribí en la Universidad de San Andreas, Los Santos (ULSA), en el campus de Richman, entre Richman Street y Picture Perfect Drive, donde cursé un programa en justicia penal durante tres años. Allí, en aulas llenas de debates sobre ética policial y simulacros de escenas del crimen, absorbí conocimientos sobre leyes, criminología y derechos humanos que me prepararon para no solo reaccionar, sino prevenir el desastre.
    Después de graduarme, formé parte de los San Andreas State Park Rangers (SASPR), un rol que me sumergió en el corazón de la aplicación de la ley en entornos desafiantes. Durante dos años, patrullé áreas abiertas como los bosques de Mount Chiliad y las costas remotas, manejando emergencias como incendios forestales, rescates de excursionistas perdidos y arrestos por delitos ambientales


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