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Samuel Chile, conocido en las calles como “samuel”, nació en un barrio humilde donde la disciplina era la única salida para no hundirse en la delincuencia. Desde joven buscó escapar del destino de muchos amigos de infancia que terminaron presos o muertos, y se enlistó en el ejército.
Durante sus años como soldado, Samuel destacó por su disciplina, su puntería y su capacidad de mantener la calma bajo presión. Lo mandaron a operaciones que nunca aparecieron en las noticias: limpieza de territorios controlados por grupos armados, rescates fallidos, misiones que en teoría eran “para defender a la patria”, pero que en la práctica servían a intereses ocultos.
Ahí fue donde empezó a ver la otra cara del sistema: oficiales que se vendían al mejor postor, compañeros que desaparecían por hablar de más, órdenes que obligaban a ejecutar gente inocente para “enviar mensajes”. Samuel cumplía, pero cada misión lo iba vaciando por dentro.
El punto de quiebre llegó en una operación en la sierra. Su escuadrón fue utilizado como carne de cañón en un enfrentamiento contra un grupo armado mucho más numeroso. Varios de sus compañeros murieron, y luego el informe oficial maquilló todo: “bajas inevitables en combate”. Ahí Samuel entendió que para los de arriba ellos no eran héroes, solo piezas desechables.
Defraudado y con cicatrices tanto físicas como mentales, pidió su baja. Pero fuera del ejército, el mundo civil no tenía lugar para alguien como él: sin estudios, con una mente entrenada para la guerra y un carácter endurecido. Buscó trabajos honestos, pero el dinero no alcanzaba, y su pasado militar solo servía para intimidar a empleadores.
Fue entonces cuando un viejo contacto lo buscó: un hombre del barrio que ya lo conocía de antes, y que sabía de su entrenamiento. Le ofreció un “trabajo rápido”: proteger un cargamento en carretera. Samuel aceptó. El pago por esa noche fue más de lo que ganaba en un mes de empleo honesto. La decisión estaba tomada. Con el tiempo, “samuel ” se convirtió en un mercenario independiente. Su entrenamiento militar lo hacía distinto: no era un improvisado con un arma, sino un hombre que sabía planear, ejecutar y sobrevivir. Su nombre empezó a sonar en el mundo de lo ilegal: preciso, frío, cumplidor.