Biografia Marbella Ruiz



  • Nombre: Marbella Ruiz
    Edad: 24 años
    Nacionalidad: Mexicana
    Estatura: 1.75

    Marbella Ruiz creció en Mexico, en una familia que soñaba con verla como ejemplo de éxito. Desde pequeña mostró inteligencia y carácter, lo que la llevó a estudiar Derecho. Con esfuerzo, disciplina y una ambición feroz, logró graduarse y abrirse camino como abogada penalista.

    En sus primeros años ejerció con pasión: defendía casos difíciles, creyendo que su labor podía equilibrar la injusticia del mundo. Pero muy pronto entendió que la justicia no existía: jueces corruptos, policías que se vendían, expedientes manipulados y clientes poderosos que compraban absoluciones.

    El quiebre llegó en un caso que la marcó para siempre. Defendió a una familia víctima de un empresario influyente. Tenía pruebas sólidas, testigos dispuestos, todo para ganar. Sin embargo, el día del juicio el juez desestimó todo y dictó sentencia en favor del acusado. Detrás del fallo, Marbella descubrió sobornos, favores políticos y una red de corrupción imposible de romper.
    La impotencia se transformó en rabia. Esa noche comprendió que con las leyes nunca haría justicia, y algo dentro de ella cambió para siempre.

    Primero usó su conocimiento legal para ayudar a ciertos “clientes especiales”: borró huellas, manipuló papeles, consiguió libertades bajo tecnicismos. Pero pronto, lo que empezó como asesoría legal terminó en encargos más oscuros. Un empresario corrupto que había arruinado vidas apareció muerto en su despacho. Nadie sospechó de ella, pero fue la primera vez que Marbella empuñó un arma con plena convicción.

    Ese momento fue el nacimiento de “La Licenciada”, su apodo en el bajo mundo. Ya no era la abogada idealista: ahora era una sicaria calculadora, con la mente de una jurista y la frialdad de una asesina. Planeaba sus trabajos como si fueran juicios: recolectaba pruebas, analizaba debilidades y ejecutaba la sentencia final con precisión quirúrgica.

    En el mundo criminal, Marbella se hizo respetar no por la violencia excesiva, sino por la elegancia de sus golpes. No dejaba cabos sueltos. Sus víctimas no eran al azar: siempre había una justificación detrás, aunque fuera puramente pragmática. Muchos decían que en cada disparo descargaba la frustración de todos los años en que creyó en un sistema corrupto.


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