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Nombre completo: Giussepe Zannotti Alias: Il Lupo /El Anciano/ Zannotti Edad: 60 años Nacionalidad: italiano Nacimiento: Módena, Italia Residencia actual: Errante, entre clubes y carreteras Estado actual: Motero veterano, curtido por el tiempo y las balas
Giussepe nació entre motores, grasa y pólvora. Fue mecánico desde joven y soldado en su juventud. Sirvió en la Legión Extranjera brevemente, donde perfeccionó su puntería. Al regresar, se unió a un club motero en el norte de Italia que mezclaba rebeldía, armas y una hermandad de acero. Allí nació su apodo: Il Lupo —el lobo que no sigue rebaños.
Una traición interna, un ajuste de cuentas y una redada policial deshicieron ese club. Giussepe sobrevivió. Los demás no.
Huyó a América a los 25, con poco más que su moto, sus armas, y una reputación. Durante dos décadas ha rodado por los estados, haciendo trabajos, uniéndose temporalmente a clubes, formando a nuevos miembros y desapareciendo antes de que los problemas lo alcancen.
Ahora, a los 60, no busca redención ni gloria. Busca lealtad, respeto y una última banda que lo acompañe hasta su última carretera.
HOJA DE PERSONAJE:
Profesiones anteriores: Mecánico / Tirador / NómadaRasgos físicos:
Cabello blanco, largo, en trenzas estilo vikingo
Ojos verdes intensos
Barba abundante que cubre bigote y laterales, dejando la barbilla libre
Cuerpo lleno de tatuajes que reflejan su amor por las carreteras, la guerra y su historia
Estilo de combate:
Experto en armas cortas, rifles y combate en movimiento
Preciso, frío, calculador
Tiene una escopeta personalizada llamada “Lucía”
Experiencia: ha vivido más que la mayoría
Respeto por presencia: impone sin hablar
Lealtad inquebrantable
Alto conocimiento táctico y militar
Fuma mucho, la edad le pasa factura
Tiene vieja artrosis en la pierna izquierda (lesión de guerra)
Tiene poca paciencia con la juventud arrogante
"La carretera no perdona a los arrogantes. Pregúntale a mis cicatrices."
"La diferencia entre tú y yo es que yo disparo, y luego pregunto."
"Rodé cuando ustedes aún usaban pañales."
"No busco ser líder. Busco a quien valga la pena seguir hasta la muerte."
Hubo un tiempo en que The Lost era todo lo que tenía. Luché por levantar ese motor rugiente que llamábamos hermandad, día tras día, noche tras noche. Le puse el alma, la sangre y más de lo que el cuerpo podía aguantar. Pero por más esfuerzo que pusiera, algo no encajaba…
La gente no despertaba. Los motores rugían, sí… pero los corazones no latían al mismo ritmo. Las mentiras, las traiciones disfrazadas de lealtad, comenzaron a carcomer la esencia del club. Cada palabra mía era puesta en duda, cada decisión cuestionada por quienes nunca entendieron lo que significaba cargar con el peso de un parche.
Y así, con la mirada cansada pero la frente en alto, tomé una decisión que jamás creí tomar: Dejé ir al MC.
Por un par de millones, le pasé las llaves al siguiente novato en la fila. Un tipo con más ambición que historia, con más hambre que cicatrices.
Yo… y los míos… Nos subimos a nuestras motos, dejamos el polvo atrás y nos fuimos. Nuestro destino: Desert Bastards. Una tierra nueva, un nuevo asfalto por recorrer. Y en unos días, tendremos una charla seria… sobre nuestro futuro.
Porque aunque The Lost no emergió como debía, el camino no termina. Solo se transforma.
✠ Giussepe Zannotti El Anciano
El sol comenzaba a fundirse sobre el horizonte, tiñendo las aguas del Alamo Sea con un matiz ámbar, casi cobrizo. El lago, usualmente inquieto por el paso de botes o el viento del norte, yacía en ese momento calmo, como si respirara al ritmo del mundo. Las cañas secas a la orilla crujían bajo el peso de una brisa suave, arrastrando consigo el olor a tierra mojada y gasolina vieja.
A lo lejos, el canto de las gaviotas se mezclaba con el sonido ocasional de una rana escondida entre los juncos. Los árboles al otro lado del agua proyectaban sombras largas, dando la impresión de que el tiempo se estiraba junto a ellas. Todo parecía detenido, envuelto en una serenidad artificial, como si el lago supiera que aquella paz no duraría demasiado.
Una figura solitaria, anciana pero firme, permanecía sentado al borde de un muelle de madera carcomida, con una caña de pescar en mano y la mirada fija en el horizonte. Las botas colgaban sobre el agua, sin tocarla, y el chaleco de cuero gastado hablaba de historias viejas, de caminos recorridos y cicatrices ganadas. A su lado, el silencio era sagrado, solo interrumpido por el leve zumbido de una radio olvidada que pronto habría de traer noticias inesperadas.
Todo era tranquilo en ese momento, hasta ahora, era momento de ensuciarse las manos y trabajar, en algo que Zannotti, manejaba especialmente.
Giussepe al montarse en su NightBlade se coloca en direccion hacia la Sede, al llegar lo esperan.
Jhonny Murray: Presidente de los Bastards, hombre de pocas palabras y de alta presencia.
Jay "Jota" Hobs: Miembro de los Bastards, no nos habiamos presentado, bastante joven y serio.
Rick Flanagan: Nos habiamos visto antes, me cae bien, de pocas palabras tambien..
El presidente comenzó a interrogarme a mí y a los demás miembros, indagando sobre mis conocimientos en la elaboración de droga: dónde solía fabricar, de dónde provenía mi experiencia y si aún sabía hacerlo. Sin rodeos, le conté mi historia.
Tras mi llegada a los Estados Unidos, luego de un largo y forzado exilio, me sumergí en el mundo del contrabando y en la producción de lo que muchos llaman oro blanco: la cocaína. Operaba de forma discreta, aprovechando una pequeña licorería en Sandy Shores como fachada. Allí, entre botellas polvorientas y un olor constante a alcohol barato, perfeccioné mi técnica poco a poco, hasta lograr un producto cuya calidad comenzó a hacerse notar entre los compradores.
Con el tiempo, sin embargo, dejé aquel negocio. La edad, el desgaste y la aparición de mejores oportunidades laborales me hicieron colgar el delantal del laboratorio y dejar atrás ese capítulo… al menos, hasta que alguien volviera a tocar el tema.
Entonces me puse manos a la obra....
El trabajo quedó terminado, y el Presidente observaba con una media sonrisa de aprobación. Otra jornada en la que el viejo dejaba claro que aún le quedaba pólvora en el cargador… un paso a la vez, sin prisa pero sin detenerse.
Escenario: Bar del sur, Sons of Silence
Las bisagras oxidadas del bar rechinan cuando Giussepe Zannotti empuja la puerta. El silencio lo envuelve. No hay música, no hay risas ni el choque de vasos. Solo polvo, olor a alcohol rancio y mesas cubiertas de manchas pegajosas.
Se detiene en medio del salón, sus botas resuenan contra la madera. A sus sesenta años, acostumbrado al ruido de motores y disparos, ese vacío casi lo sacude más que cualquier balazo. Mira a su alrededor: botellas vacías tiradas por el suelo, colillas de cigarro esparcidas como recuerdos de noches mejores. Suspira.
Con calma, se dirige a la barra. Encuentra un trapo arrugado en una esquina, lo empapa en un balde con agua turbia y comienza a limpiar. Sus manos, endurecidas por décadas de carreteras y guerras personales, se mueven lentas pero firmes. Cada pasada sobre la madera es un acto de paciencia, un recordatorio de que el respeto no se compra ni se hereda: se gana, siempre.
El viejo cuerpo cruje al agacharse para recoger vidrios rotos, pero su espíritu no se doblega. Mientras ordena botellas y barre el suelo, sus pensamientos lo acompañan:
"Toda una vida rodando, combatiendo, sobreviviendo… y aquí estoy, de nuevo en el inicio. Prospect. Sin títulos, sin corona. Solo un hombre frente al camino. Y me gusta."
La barra empieza a relucir, el suelo pierde su mugre, el aire se siente menos pesado. Afuera, la noche cubre el sur con su manto oscuro, pero dentro del bar brilla algo distinto: la voluntad de un hombre que, aun con los años a cuestas, no se rinde.
Giussepe se apoya un momento en la barra recién limpiada, se seca el sudor de la frente y sonríe. En el silencio, su voz ronca rompe el aire:
—Se empieza de nuevo… y aún tengo mucho por demostrar.
El eco de sus palabras se pierde en el vacío, pero él sabe que pronto, muy pronto, ese eco encontrará respuesta.
Pasteldechoclo