Viktor_Dobrev



  • Viktor Dobrev nació en un pequeño pueblo del sur, donde las montañas parecían custodiar secretos antiguos. Desde niño soñó con servir a su país, inspirado por las historias que su abuelo contaba sobre la guerra. A los 18 años ingresó a la academia militar, con una determinación férrea y una mirada que nunca se desviaba del horizonte.

    Durante años se formó en tácticas, liderazgo y disciplina. A los 27, fue enviado a una zona de conflicto como comandante de un pelotón en una misión de paz. Era una región inestable, con tensiones constantes entre grupos armados y civiles inocentes atrapados en medio del fuego cruzado.

    Un día, mientras patrullaban un pequeño pueblo fronterizo, fueron emboscados. El enemigo había estudiado sus movimientos. La batalla duró horas. Rivas fue herido, pero no dejó de dar órdenes, manteniendo la calma entre sus hombres. Logró evacuar a los heridos y proteger a los aldeanos, pero pagó un precio: perdió a tres soldados bajo su mando, y la herida en su pierna lo dejó con una leve cojera permanente.

    Cuando regresó a casa, fue condecorado por su valor, pero evitaba hablar del combate. “Hice lo que debía hacer”, decía, con la voz firme pero el alma cargada de recuerdos. Pasó los siguientes años entrenando a nuevos cadetes, inculcándoles no solo táctica, sino humanidad.

    Años después, uno de esos cadetes —ya oficial— le escribió: “Capitán, gracias por enseñarme que ser soldado no es solo portar un arma, sino proteger la vida”. Viktor leyó la carta en silencio, sentado frente a una fotografía de su pelotón, y por primera vez en mucho tiempo, dejó que una lágrima cayera.


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