++ $t("links.title") ++
Your browser does not seem to support JavaScript. As a result, your viewing experience will be diminished, and you may not be able to execute some actions.
Please download a browser that supports JavaScript, or enable it if it's disabled (i.e. NoScript).
Desde que era chica, Marianela Abalde sentía una conexión especial con el orden, la disciplina y el deseo de ayudar. Mientras sus compañeros de escuela soñaban con ser médicos, ingenieros o artistas, ella miraba el cielo cuando pasaban aviones militares o se quedaba observando cómo marchaban los soldados en los actos patrios. Sentía una emoción difícil de explicar, como si algo dentro suyo le susurrara: "Ese es tu camino."
Marianela creció en un barrio humilde pero con valores firmes. Su familia siempre le enseñó que el esfuerzo y el respeto valían más que cualquier privilegio. Cuando terminó la secundaria, muchos esperaban que eligiera una carrera universitaria. Ella, sin embargo, tenía un objetivo claro: ingresar a las Fuerzas Armadas.
Pero no fue fácil. En la primera postulación, no la aceptaron. “Falta de condición física”, decía el informe. En lugar de rendirse, Marianela se lo tomó como un desafío. Durante un año entero, entrenó todos los días. Corría al amanecer, hacía rutinas de fuerza por las tardes y, por las noches, estudiaba estrategia, historia militar y liderazgo. También se preparó psicológicamente: sabía que no bastaba con ser fuerte, había que tener templanza.
Al año siguiente, volvió a presentarse. Esta vez, superó todas las pruebas: física, teórica y médica. Cuando vio su nombre en la lista de admitidos, no lo podía creer. Lloró, pero no de tristeza, sino de orgullo. Había luchado por su lugar. No se lo habían regalado, se lo había ganado.
Durante su formación, se destacó por su disciplina, compañerismo y determinación. Algunos aún dudaban de ella por ser mujer en un entorno históricamente masculino. Pero Marianela no buscaba aprobación: buscaba hacer las cosas bien. Con el tiempo, no solo se ganó el respeto de sus superiores, sino el cariño y la admiración de sus compañeros.