Leandro Werkley



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    PASADO
    Nacido en 2000 en el olvidado pueblo de Braddock Ridge, un rincón polvoriento de Blaine County conocido por sus carreteras agrietadas y un taller cada tres cuadras, Leandro Werkley creció entre motores quemados, óxido y el ruido constante de los V8 viejos de los vecinos. Su infancia fue marcada por la ausencia de oportunidades y la rutina gris de un lugar que parecía detenido en el tiempo.

    Desde chico, tuvo que rebuscárselas. Aprendió a arreglar bicicletas, luego motos, hasta que con apenas 15 años ya metía mano en autos por dos mangos. No tuvo estudios formales, pero su escuela fue el aceite de motor y los chatarra del condado.

    A los 22 años, cansado de la monotonía y queriendo algo más que sobrevivir, decidió dejar Braddock Ridge y emprender viaje a Los Santos, buscando nuevas experiencias y una vida diferente. Llegó sin nada: sin contactos, sin plata, con lo puesto y un par de herramientas oxidadas. Empezó de abajo, tomando trabajos en talleres donde le pagaban con lo justo o con un plato de comida.

    Con el tiempo, su habilidad y constancia lo fueron llevando de taller en taller, ganándose el respeto de muchos y la envidia de otros. Aprendió todo lo que pudo, invirtió cada centavo en mejorar sus herramientas y perfeccionar su técnica.

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    ACTUALIDAD
    Hoy, Leandro lleva una vida tranquila, lejos de los quilombos. Vive de su pasión por la mecánica, en paz, sin lujos pero sin faltarle nada. Y aunque no olvida de dónde vino, tiene bien claro hacia dónde va.

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    PERSONALIDAD

    Leandro es un tipo de presencia firme, con una mirada penetrante que transmite seguridad y experiencia. Tiene ojos color avellana, intensos, que contrastan con su piel clara y curtida por los años de trabajo al sol y el polvo de taller. Su rostro está marcado por una barba prolija y un leve desgaste que deja entrever que vivió más de lo que cuenta.

    A la edad de 25 años, Leandro Werkley ya tiene claro que Los Santos es su lugar en el mundo. Después de tanto remar contra la corriente, encontró estabilidad y una rutina que no cambiaría por nada. No sueña con lujos, ni con fama, pero sí con tranquilidad, respeto y seguir haciendo lo que le gusta.

    Es callado, de pocas palabras, pero cuando habla deja en claro que no está improvisando. Leandro no es de confiar rápido, pero si te ganás su respeto, es de los que están en las buenas y más en las malas. Tiene un carácter sereno pero firme, no se deja pisar por nadie, y si bien prefiere evitar conflictos, sabe defenderse cuando la situación lo pide.

    No le gusta figurar ni estar en el centro. Su lugar está en el fondo del taller, con las manos sucias y la mente enfocada. Es observador, persistente y bastante terco cuando cree que tiene razón. No es fácil hacerlo cambiar de idea, pero sí sabe reconocer sus errores cuando se da cuenta, aunque no lo diga en voz alta.

    Con el tiempo se volvió un tipo disciplinado, que aprendió a valorar el orden y la rutina, no por costumbre, sino porque fue lo único que lo sacó adelante. No busca problemas, pero si se meten con él o con los suyos, reacciona sin pensarlo dos veces.


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