Manu Fernandez



  • En un barrio gris del extrarradio de Valencia nació Manu. Su madre, Clara, era una mujer fuerte, curtida por la vida, que trabajaba de limpiadora en tres sitios distintos para poder llenar la nevera. De su padre, Leo solo sabía el nombre: Jürgen, un alemán al que su madre conoció en un verano de juventud en Ibiza. Nunca volvió. Ni cartas. Ni llamadas. Nada. Un fantasma con acento germano.

    Desde pequeño, Manu sintió que algo faltaba. No era solo su padre, era una especie de hueco, una falta de dirección. En el colegio se distraía, no encajaba, no encontraba sentido en los libros. Los profesores lo etiquetaron pronto: “conflictivo”, “inquieto”, “sin motivación”.

    A los 12 años ya pasaba más tiempo en la calle que en casa. Su mundo se llenó de esquinas, motos trucadas, y humo de tabaco barato. La pandilla del barrio lo adoptó como uno de los suyos. Aprendió rápido el lenguaje del bajo mundo: mirar sin hablar, correr sin preguntar, callar aunque duela. A veces robaban móviles, otras vendían lo que podían. La policía les conocía por nombre.

    Su madre lloraba en silencio cada noche. Él, desde su habitación, lo sabía, pero ya no encontraba cómo volver atrás. Sentía que decepcionarla era inevitable, como si el destino estuviera escrito desde antes de que él naciera.

    Un día, con 16 años recién cumplidos, algo cambió. Fue después de una redada. Uno de sus amigos no volvió. Alberto, su compañero de fechorías, terminó en un centro de menores. Esa noche Manu miró su reflejo en el espejo sucio del baño y no se reconoció. No era miedo.

    Sin despedirse, metió cuatro cosas en una mochila: algo de ropa, 200 euros que había ahorrado de forma dudosa, y una foto vieja de su madre joven, embarazada, sonriendo al sol. Dejó una nota:

    "Mamá, no quiero morir en este barrio. No sé a dónde voy, pero quiero empezar de cero. Perdóname por todo. Te quiero."

    Esa misma tarde sentado en un banco vio un poster con un folleto de una ciudad, Los Santos. Su cara cambió completamente, ya tenia destino para su nueva vida. Emprendió el viaje y tras varios dias de autobus y avion, llegó a Los Santos. Donde poco a poco iria descubriendo el mundo oscuro de la ciudad.


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