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Nacido en los rincones más oscuros de la ciudad, donde la violencia era el idioma diario y la ley solo era una palabra vacía, Yonathan Reyes aprendió desde muy joven que la vida no regalaba nada. Creció entre callejones rotos, grafitis descoloridos y sirenas que no dejaban dormir. Su familia, marcada por la pobreza y la lucha constante, era su único tesoro.
A los 13 años ya entendía que un trabajo honesto no llenaría el refrigerador. Viendo cómo su madre se desvivía por alimentar a sus hermanos, y con un padre ausente, Yonathan tomó una decisión: si el sistema no iba a ayudar, él mismo se encargaría de cambiar su destino. Así fue como se adentró en el mundo de lo ilegal.
Primero fueron recados, encargos pequeños para bandas locales. Pero su astucia, rapidez y frialdad para tomar decisiones lo hicieron destacar. Pronto, ya no era solo un chico de los recados; era el que mandaba a otros. Desde robos de autos hasta tráfico menor, Yonathan fue construyendo su nombre en los bajos fondos. Ganó respeto, temor y una reputación que cruzó barrios.
Pero lo suyo no era la violencia sin propósito. Todo lo que ganaba lo enviaba a su familia: comida, ropa, un techo más seguro. Se convirtió en un héroe anónimo, en un criminal con causa. El dinero manchado le dio a su madre una vida más tranquila, y a sus hermanos la oportunidad de estudiar, lejos del caos que lo forjó.
Hoy, Yonathan Reyes camina entre dos mundos: uno donde manda el dinero sucio y las lealtades peligrosas, y otro donde aún sueña con dejarlo todo atrás. Pero sabe que en su mundo, el pasado nunca se olvida.