Mi historia



  • Matthew Dompteur nació y creció en el South Side de Chicago, en la llamada Zona Roja, donde la violencia, la pobreza y la desconfianza hacia la autoridad eran parte de la rutina diaria. Su madre, Lashonda, lo crió sola desde que su padre fue asesinado en un tiroteo cuando Matthew tenía apenas cuatro años. Desde muy chico, Matthew supo que su realidad no sería fácil, pero también que él quería algo distinto. Mientras otros chicos soñaban con escapar del barrio o caer en el juego de las pandillas, él soñaba con ponerse un uniforme, portar una placa, y cambiar las cosas desde adentro. Quería ser policía, aunque todos a su alrededor le decían que eso era una fantasía.

    A sus 22 años, Matthew está al borde de dar el primer paso: su examen de ingreso a la academia de policía es en dos semanas. Todavía no ha entrado, pero todo su esfuerzo se dirige a eso. Se levanta antes del amanecer para entrenar, corre cinco kilómetros por día, trabaja como repartidor y en la noche hace turnos como seguridad en un club para ayudar a su madre enferma. Vive con la presión constante de cuidar su hogar, evitar viejas amistades que siguen en el juego sucio, y prepararse para enfrentar un sistema que no suele abrirle la puerta a alguien como él.

    Su apodo en el barrio es “El Tiempo es Oro”, una frase que le quedó de chico cuando su madre, agotada después de una guardia, le dijo que en la vida cada segundo que uno vive tiene que valer. Desde entonces, Matthew ha vivido como si cada minuto contara, sin desperdiciar oportunidades, sin dejarse arrastrar por el caos de su entorno. Sabe que el uniforme no va a arreglar todo, pero cree que puede ser el inicio. Él no quiere poder, quiere propósito. Y está convencido de que, aunque el mundo no le dé muchas oportunidades, el tiempo que tiene lo va a convertir en algo valioso.


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