++ $t("links.title") ++
Your browser does not seem to support JavaScript. As a result, your viewing experience will be diminished, and you may not be able to execute some actions.
Please download a browser that supports JavaScript, or enable it if it's disabled (i.e. NoScript).
Los Santos, 2008.
Jeff Grayson tenía 8 años cuando su mundo cambió para siempre.
Su padre, David Grayson, salio a sacar dinero del cajero, el cual estaba al lado de casa y cuando consiguio sacarlo le asaltaron un grupo de hombres encapuchados y le pegaron 2 tiros arrebatandole la vida en ese mismo acto, jeff lo vio todo desde la ventana y bajo corriendo a la calle pero ya era tarde para hacer nada.
Desde entonces, Jeff vivió con un vacío que nadie podía llenar.
Su madre, Elena, lo crió sola. Trabajaba como enfermera en un hospital del centro. Turnos eternos, comida recalentada, y las manos temblorosas de tanto cansancio. Pero nunca dejó de luchar. Nunca le permitió a Jeff hundirse en la rabia o en la calle. Siempre le decía:
—No dejes que la oscuridad te trague, hijo. Si vas a pelear… que sea por algo justo.
A los 12, Jeff comenzó a entender cómo funcionaba el barrio. Sabía quién vendía, quién mandaba y quién miraba hacia otro lado. Veía cómo los narcos paseaban en autos nuevos mientras su madre contaba monedas para la renta. Veía cómo la policía pasaba por su calle sin detenerse… excepto para molestar a los chicos del barrio.
Pero Jeff no cayó. Él observaba. Aprendía.
A los 15, empezó a entrenar boxeo en un gimnasio comunitario para canalizar su rabia. Allí conoció a Rico, un entrenador retirado que le enseñó disciplina y algo más importante: autocontrol.
—No se trata de pegar más fuerte, Jeff. Se trata de saber cuándo no hacerlo.
A los 17, fue testigo de una redada donde arrestaron a un amigo inocente. El crimen: parecer culpable. Jeff vio cómo la injusticia no era solo de criminales… sino también del sistema. Ese día, frente a la cinta policial, se hizo una promesa:
—“Yo voy a ser uno de ellos… pero diferente.”
Mientras otros caían, Jeff se mantuvo firme. Estudió, trabajó medio tiempo en una estación de servicio, y no dejó que la calle lo quebrara. Sabía que su camino era más difícil. Un chico sin padre, sin dinero, y con una familia marcada por la pérdida.
Pero también sabía que el dolor podía forjar carácter.