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Victoria Fiorini nació un 28 de mayo en Rosario, Argentina, en el seno de una familia obrera quebrada por las deudas y la ausencia. Su madre murió cuando ella tenía 9 años, y su padre (un ex policía corrompido) desapareció poco después, perseguido por sus propios fantasmas. Desde entonces, Victoria aprendió que el mundo no era un lugar justo… y que la única forma de sobrevivir era endurecerse.
Pasó su adolescencia entre hogares temporales, pequeños delitos y trabajos en negro. Pero no era una chica cualquiera: tenía calle, mirada fría y una lengua afilada. Su nombre empezó a sonar en círculos turbios como una joven de carácter fuerte, leal hasta la muerte, pero peligrosa si la traicionaban.
A los 18 años, después de una pelea que terminó con un tipo hospitalizado, huyó a Los Santos con una identidad falsa y sin mirar atrás. Pasó sus primeros meses limpiando copas en un bar de mala muerte, durmiendo en un colchón en el suelo, hasta que la ciudad la fueron envolviendo.
Una noche cualquiera, mientras trabajaba en la trastienda de un local ilegal, Victoria salvó la vida de un miembro de The Suppliers, una mafia que controlaba parte del tráfico, armas y “logística pesada” de Los Santos. Sin saberlo, acababa de cambiar su destino.
Le ofrecieron una prueba. No preguntó mucho, solo aceptó.
Su sangre fría y precisión la hicieron destacar enseguida. Era joven, pero tenía una mente estratégica y una lealtad que no se compraba con billetes. The Suppliers no solo la adoptaron como parte del grupo: la entrenaron, la protegieron, y por primera vez, le dieron algo parecido a una familia.