Uri Sharyt



  • Desde que tengo uso de razón, he sentido una inclinación profunda por cuidar a los demás. No fue una decisión repentina ni algo que me inspirara una película. Fue más bien una certeza silenciosa, un llamado interior que creció conmigo desde la infancia.

    Recuerdo pasar tardes enteras jugando a curar a mis muñecos. Me inventaba historias donde ellos sufrían accidentes, y yo los salvaba con vendas, algodón y la seguridad inocente de una niña que ya sabía lo que quería ser. A medida que fui creciendo, esa seguridad no desapareció. Al contrario, se volvió más fuerte, más urgente.

    Viví muchas situaciones que confirmaron lo que sentía. Accidentes menores en la familia, tropiezos de vecinos, episodios en los que, aun sin saber exactamente qué hacer, actuaba con calma, guiada por algo más grande que el conocimiento: las ganas de ayudar. En esos momentos no había miedo, solo una determinación tranquila.

    El camino hasta ahora no ha sido fácil. Las condiciones económicas, las responsabilidades familiares, la presión del entorno… todo ha hecho que el sueño se vea, a veces, como algo muy lejano. Pero no me he detenido. He estudiado con lo que tengo, he aprendido de cada oportunidad, y sigo esforzándome, incluso cuando nadie mira.


Accede para responder