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“Orgullo, tierra y carácter. Así se cultiva en el norte.”
En Paleto Bay, donde el mar saluda a las montañas y los tractores suenan más que los teléfonos, nació Donkey Punk Family Farm. ¿El origen del nombre? Muy sencillo: un viejo burro terco como él solo, que en sus días arrastraba sacos de maíz más rápido que cualquier pick-up oxidada. Su nombre era Punk, y su rebuzno se convirtió en leyenda. Ese espíritu indomable, rural y honesto es lo que representa nuestra granja. Fue en 2017 cuando Alan Chestr, cansado del ritmo absurdo de la ciudad y del café en cápsulas, decidió volver a Paleto, su verdadero hogar. Compró un terreno abandonado, desempolvó herramientas, restauró un tractor con piezas de chatarrería y, junto a su esposa Martha, dio vida a un proyecto tan loco como necesario: una granja familiar con alma, donde la tierra manda y los valores no se negocian.
Donkey Punk no es una empresa tradicional. Aquí no hablamos de rendimiento por hectárea ni de cuotas trimestrales. Aquí se habla de clima, de semillas, de madrugadas con escarcha, de barro en las botas y de vecinos compartiendo cerveza tras una buena cosecha. Nos dedicamos al cultivo 100% natural de frutas, verduras y cereales, todo con procesos sostenibles y respetuosos con el medioambiente. Nuestros campos están abiertos a las estaciones y nuestras decisiones se toman con las manos, no con hojas de cálculo.
En un mundo donde todo parece diseñado por algoritmos, nosotros seguimos confiando en la intuición, en la luna llena y en el consejo de la abuela.
En Donkey Punk Family Farm no solo cultivamos tomates: cultivamos vínculos. Invertimos en la comunidad, mantenemos caminos rurales, ayudamos a nuevos agricultores y compartimos lo que tenemos con quienes lo necesitan.