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Kyle Davis vino al mundo un 7 de abril de 1999 en Los Santos, una ciudad donde el brillo y la oscuridad conviven como si fuera lo más normal del mundo.
INFANCIA
Creció en West Vinewood, un barrio de clase media alta que no tiene el lujo exagerado de Rockford Hills, pero que ofrece cierta estabilidad. Su familia nunca nadó en dinero, pero tampoco les faltó lo esencial.
Sus padres se esforzaron bastante para que él tuviera una educación sólida y una vida tranquila. Su madre, Angela, es profesora de historia en una escuela privada conocida, una mujer inteligente y de carácter fuerte que siempre le inculcó la importancia de aprender. Su padre, Robert, maneja un concesionario de coches de lujo en Del Perro. Fue él quien le transmitió a Kyle el gusto por los coches, aunque a él le interesan más por dentro que por fuera.
Desde pequeño, Kyle mostró una forma distinta de ver las cosas. Mientras otros chicos se dejaban llevar por la fiesta y las luces de la ciudad, él solía observar, preguntarse cómo funcionaban las cosas en realidad. Aunque vivía en una zona segura, estaba al tanto de lo que pasaba en otros rincones de Los Santos: crímenes, pandillas, corrupción. Lejos de espantarlo, todo eso le despertó una mezcla de curiosidad y preocupación. Empezó a leer sobre criminología, a ver documentales sobre investigaciones importantes, sobre todo federales. Fue en esa época, estando aún en secundaria, que empezó a tenerlo claro: quería formar parte del FIB.
ESTUDIOS
Se graduó de una escuela privada y luego entró a estudiar criminología en la Universidad de San Andreas, en Los Santos. A lo largo de esos años, su interés por entender el crimen desde adentro se intensificó. No era de los que buscan destacar a toda costa. Siempre fue más bien callado, pero constante. Aprovechaba su tiempo libre para meterse en cursos adicionales, sobre temas como delitos cibernéticos o procedimientos federales. No por obligación, sino porque realmente le interesaba.
EXPERIENCIA / DEDICACIÓN
A los 21 consiguió trabajo como consultor en una empresa de seguridad privada en Downtown. Le sirvió para independizarse y, al mismo tiempo, sumar experiencia real. En ese ambiente conoció a varios ex agentes del FIB y policías retirados. Mientras algunos compañeros se enfocaban en contactos o ganancias rápidas, Kyle aprovechaba cada oportunidad para observar, preguntar y aprender.
También empezó a tomarse más en serio la parte física. Sabía que para ser parte del FIB no alcanza con saber; hay que estar preparado en todos los sentidos. Iba al gimnasio con regularidad y practicaba en el campo de tiro de Vinewood. Nunca fue de andar contando sus logros, pero quienes lo conocen saben que es una persona decidida, con la mirada fija en lo que quiere.
ACTUALIDAD
Hoy, con 25 años, Kyle vive solo en un departamento en Richman. Es una zona tranquila, ideal para mantener la cabeza enfocada. Conduce un Dominator GTX, no para presumir, sino porque le gusta su diseño y lo que representa en términos de ingeniería. Tiene claro que lo material no es su objetivo. Para él, todo eso son medios, no fines.
Sus padres, a veces, se preocupan por lo que pueda enfrentar en el futuro. Pero Kyle les transmite calma. Sabe bien los riesgos que implica el camino que eligió, pero también siente que puede marcar una diferencia. No busca ser un héroe. Simplemente, quiere hacer lo correcto en una ciudad que, con todos sus problemas, también le enseñó quién quiere ser.