Dante JimenezFdez



  • Dante “JiFe” Jimenez Fernandez

    El pequeño Dante nació en el hospital de Phillbox una mañana soleada del 18 de febrero de 1996. Fruto del matrimonio de un padre medio catalan/andaluz y una madre medio frances/marroquina llamados Tonio Jimenez y Nawale Fernandez. El padre de familia en el momento del nacimiento de Dante tenía 35 años, un trabajador portuario de la ciudad de Los Santos. Un señor robusto, más de metro ochenta con una barba profunda y ojos marrón caramelo. Una voz rota por el tabaco y el alcohol, dedicó parte de su vida a trabajar sin descanso puesto que provenía de una familia de más de 8 hermanos emigrados desde Barcelona a la ciudad. Tuvo que buscarse la vida desde pequeño para llevar dinero a su hogar. Tonio era un hombre cálido y familiar, quiso hacer que sus hermanos pequeños y mayores siempre estuvieran bien atendidos y felices en la medida de lo posible. Se metió en más de un follón por defender a los pequeños de la casa y por traer el dinero necesario para atender las necesidades que iban surgiendo en el hogar. Cuando un viejo amigo suyo le propuso el trabajo en el puerto de Los Santos aceptó sin dudarlo, pues sabía que esa posición podría otorgarle el conseguir el dinero suficiente para su casa, tanto de forma oficial como extraoficial.

    Tonio tenía sus trapicheos con mucha mercancía que llegaba a este puerto. Hacia la vista gorda con muchos contenedores que iban destinados a diversos contactos influyentes de la ciudad. Contenedores que contenían desde comida, piezas de coche o de moto, ropa, hasta armas y droga. Tonio sabía moverse y sabía cómo hacer para no levantar sospechas. Gracias a este trabajo consiguió pagar la universidad de varios de sus hermanos menores. Así como la residencia de sus padres o la operación de corazón de su madre. Al cabo de varios años, uno de los hermanos pequeños de Tonio falleció en una reyerta entre bandas en los barrios bajos de la ciudad. Un ajuste de cuentas hizo que una bala terminase incrustada en la cabeza de su querido hermano. Esto le hizo ver que ni todo el dinero del mundo podría devolverle la vida a su familiar y que en parte ese ajuste de cuentas podría ser culpa suya porque quien sabe si una de esas armas disparadas llegó a la ciudad en uno de los contendores que él dejó pasar. Esto lo llevó a una espiral de alcohol y depresión, dejó de lado los negocios ilegales en el puerto, pero continuó trabajando de forma legal.

    Fue en este trabajo donde conoció a su mujer Nawale. Una mujer francesamorroquina, alta con el pelo rizado, ojos verdes y con una voz dulce. Una cara fina y una figura esbelta. Nawale era la administrativa en prácticas que entró nueva al puerto de Los Santos. Provenía de una familia más adinerada de la zona de Vinewood. Estudió administración y dirección de empresas en la universidad de Los Santos y a la edad de 25 años comenzó su trabajo en el puerto. Una mujer sencilla y cariñosa. Su vida fue bastante más sencilla que la de Tonio puesto que ella fue hija única y su padre era uno de los abogados más importantes de la ciudad en ese momento.

    Ambos se conocieron compartiendo horas muertas en el trabajo. Tonio en esos momentos era un hombre solitario y apagado, pero sin dejar de ser amable y atento con la gente que trabajaba con él. A Nawale le produjo curiosidad saber porque ese hombre, alto corpulento y con buen corazón estaba siempre solo. Poco a poco comenzó a interesarse por él. Al principio Tonio no quería hacerle caso, estaba más reacio a relacionarse afectivamente con nadie. No fue hasta el cabo de un año en una cena de empresa, y con unas copas de más, cuando Nawale se decidió por ir directamente al lado de Tonio y invitarle a bailar, sin más.
    Un simple baile. Tonio al principio rechazó con una sonrisa tímida en su rostro. Pero Nawale insistió y estirándose de la mano lo sacó a la pista de baile. Así estuvieron. Bailando por más de 2 horas el uno junto al otro sin mediar palabra alguna.

    Esto fue el comienzo de una relación que al principio parecía de amigos pero que ambos, en el fondo, sabían que era algo más que eso, sabían que el uno al otro se aportaba algo que ni siquiera ellos entendían o sabían que era.

    Al cabo de un año comenzaron a tener una relación más estable. Se presentaron a sus padres como pareja, en el trabajo sabían que estaban juntos. Pasaron varios años de noviazgo. Viajando y disfrutando de la vida. Fue en una noche de pasión en uno de esos viajes donde la pareja engendró al futuro pequeño Dante. A causa de esta noticia y siendo los tiempos que eran y el futuro que les esperaba con un niño en común decidieron casarse.

    Fue una boda humilde puesto que Tonio nunca dejó que el dinero de la familia de Nawale incluyese en sus vidas. Una boda recatada con los invitados justos y una fiesta divertida junto con la gente más allegada. Hubo muchas felicitaciones y muchos regalos, pero uno de los regalos fue una sorpresa para Tonio. Era una carta, una carta sellada con un pequeño objeto en su interior. Al abrirla cayó un casquete de bala vacío al suelo, sorprendido y con miedo abrió la carta. En esta había escasas palabras escritas “Sabemos quién eres, y quién es tu familia. No te olvides de que nos debes mucho”. Estas palabras estremecieron a Tonio y le acompañaron durante una larga etapa de su vida.

    Al cabo de 9 meses nació su pequeño Dante, un bebé pequeñito, con los ojos de Nawale, la mandíbula de su padre y las manos de su abuela materna. Este nacimiento fue una alegría para ambas familias, el pequeño Dante durante sus primeros años fue un niño muy querido y mimado por sus abuelos maternos ya que eran los que cuidaban de él mientras sus padres estaban en el trabajo.

    Desde los 3 años hasta los 13 años Dante estuvo con sus abuelos paternos y toda la familia del padre, los cuales eran antiguos moteros del norte de los santos, los cuales le enseñaron tanto sobre las motocicletas como similares, les enseñaron unos valores, que se le quedaron grabados a Dante.(”como tu moto es como tu mujer, quien la toque sin permiso…”).

    Pasaron los años con tranquilidad, sin nada relevante en sus vidas, a la edad de 13 años el pequeño Dante no medía más de un metro veinte. Un pelo muy largo y castaño claro como su madre, y pese a ser pequeño era corpulento como su padre. Sus primeros años de instituto fueron un tanto abruptos. Dante no era un niño demasiado hablador, tenía un gran mundo interior alimentado por las historias de fantasía que todavía con su edad su abuela le contaba cuando estaba junto con él. Creció en el instituto de Los Santos, un niño blanco en un instituto en el cual las peleas y la discriminación racial estaba a la orden del día. A la edad de 15 años Dante vio como un par de negros le pegaban una paliza a un amigo suyo simplemente porque sus padres se llevaban mal, unas diferencias que un niño no podía entender y que ahora habían dejado en coma a un joven adolescente.
    Este hecho hizo que Dante comenzase a querer evitar esas situaciones, comenzó a juntarse con grupos de gente que sabía que vivían en barrios bajos de la ciudad. Intento comenzar a ganar su amistad, sin mirar más allá. Él sabía que si se llevaba bien con ellos llegado el punto le podrían defender y que no acabase corriendo la misma suerte que su querido amigo. Lo que Dante no sabía era que en muchas ocasiones esa confianza puede ir ligada a hacer cosas que no quieres hacer. En una ocasión uno de los mismos negros que golpearon a su amigo se vio rodeado por un grupo a la salida del instituto.
    Estos eran los amigos de Dante los cuales le pidieron que el primer golpe que recibiera ese chico tenía que ser de su propia mano. Dante nunca había golpeado a nadie, no sabía qué hacer ni cómo hacerlo. No estaba hecho para estos mundos. Aun así, por miedo a ser rechazado, cerró su puño, cerró los ojos y arremetió un golpe directo a la nariz del chico con todas sus fuerzas. Cuando abrió los ojos y lo vio tendido en el suelo llorando con la mano en la cara llena de sangre. Se asustó y salió corriendo hacia su casa, donde llorando le contó todo a su padre. Mantuvo una interesante charla con él en la cual le decía que obviamente Dante no tenía que juntarse con nadie para ser mejor que otras personas, que él valía por sí solo y que no se dejase dirigir su vida por ninguna persona, que las mejores decisiones las toma uno mismo y que por mucho que se necesite algo. Siempre hay soluciones alternativas.

    Estas palabras calaron de fondo en el pequeño Dante, por lo que comenzó a separarse más de todos esos chicos que en un principio él pensaba que iban a protegerlo. Pero luego se dio cuenta que más que protegerlo lo podrían llevar por un camino equivocado. A la edad de 21 años, Dante encontró una cámara de fotos y empezó a hacer fotos hasta que un día su padre le recomendó una empresa de unos conocidos suyos. Estuvo en este trabajo durante varios meses, hasta que un fatídico hecho estremeció su vida por completo. Durante uno de sus viajes recibió una llamada telefónica de un número que desconocía. Al cogerlo le dijeron que era la policía y que habían encontrado el cuerpo de su padre dentro de un contenedor de almacenaje del puerto. Dante detuvo la moto en seco, con la mirada perdida colgó la llamada y comenzó a llorar.

    Dio la vuelta en moto y se dirigió hacia el puerto. Allí había un amplio dispositivo policial. En la puerta de un coche patrulla vio a su madre llorar desconsolada a la cual no pudo ni mirar a la cara. En medio de dos contenedores estaba el cuerpo de su padre tapado con una manta térmica. Poco a poco se acercó con la intención de verlo por última vez. Destapó con cuidado a su padre y ahí lo vio. Tendido en el suelo con los ojos cerrados y un agujero de bala en medio de la frente. Se tiró encima de él desconsolado y comenzó a llorar. Al verlo, su madre intentó acercarse a él y consolarlo, pero no entendía las razones. Estaba destrozado.

    Al cabo de dos días fue el entierro. Un entierro con muy poca gente, familiares y amigos que conocían desde hace tiempo. Al dirigirse de vuelta a su moto vio una carta en el retrovisor del mismo. La carta contenía un pequeño objeto dentro, un casquillo de bala vacío y una carta escrita. “No cometas los mismos errores que tu padre, no te metas en negocios que no puedes llegar a cerrar”. Esta carta hizo que la sangre de Dante hirviese como una olla exprés. Y de un golpe rompió los retrovisores de su moto. Los siguientes meses de Dante y de su madre fueron muy oscuros. Sus abuelos murieron 3 meses después de la muerte de Tonio, Nawale cayó en una profunda depresión de la cual no salía y se hundió en una espiral de pastillas y narcóticos.
    Dante quiso volver a juntarse con aquellos amigos que tuvo en el instituto una vez, pero estos amigos ahora mismo estaban metidos en lo más profundo de las pandillas barriobajeras. Esto no le importó demasiado, pues estos le conseguían un par de trabajos sin importancia que le atribuían una buena cantidad de dinero para ayudar a pagar la hipoteca de su casa ya que con la baja psicológica de su madre y las pocas ayudas que recibían no les daba para pagar la hipoteca y cubrir gastos básicos. Estuvo por más de dos años realizando trabajos de mula transportando en el camión droga de un punto a otro de la ciudad. El estado de salud de su madre debido a la depresión y al exceso de medicación fue empeorando por momentos, estuvo varios meses ingresada en el hospital con la vida pendiente de un hilo. Durante todos esos meses Dante trabajaba sin descanso con el objetivo de poder continuar pagando la hipoteca de su hogar para que no se lo quitasen puesto que era la única herencia que tanto él como su madre tenían.

    Al cabo de varios meses la pandilla de “amigos” que le ofrecían trabajo acabaron detenidos y mandados a prisión perpetua debido a una guerra abierta con un grupo de radicales racistas que había en la ciudad. Esto trastoca por completo su economía pues con lo que ganaba en los camiones no le daba suficiente para seguir cubriendo gastos.

    Unos años después de este hecho, con 24 años y tras una larga lucha en hospitales, Nawale falleció. Esto dejó a Dante completamente solo en la ciudad. Sin padres, sin abuelos, sin amigos. Una persona solitaria en medio de un mar de asfalto y luces que no encontraba su sitio. Siguió con el trabajo con la intención de al menos poder seguir teniendo su casa. Pero esto no duró demasiado tiempo. Una inmobiliaria a través de varios chanchullos y sobornos a funcionarios estatales consiguió que la cuadra donde se encontraba su casa junto con varias casas más que ya estaban vendidas fuera expropiada con la intención de crear un complejo urbanístico de viviendas de primera clase.

    De la noche a la mañana Dante se quedó sin hogar puesto que una orden judicial decía que ese terreno debía de ser expropiado por un bien mayor, conseguir regenerar el tejido social y económico de una zona que estaba rozando los umbrales de la pobreza. Le extendieron un cheque a Dante por valor de 50.000 dólares y le dieron un plazo de 1 semana para abandonar la casa.

    Su vida ahora mismo carecía de sentido. No tenía a nada ni nadie y a la pronta edad de 24 años había perdido toda esperanza. Junto con una maleta con toda su vida atado en el sillín trasero de la moto, estaba tomando un café en una cafetería del centro de la ciudad mientras leía el periódico para matar el tiempo. En este periódico leyó un anuncio. “¿Quieres encontrarte a ti mismo? ¿No encuentras tu sitio en esta sociedad masificada? Ven a nuestro retiro espiritual, y conócete.”

    Esto le llamó la atención, un viaje organizado a Nepal a un monasterio budista junto con un grupo de norteamericanos que buscaban una razón para seguir viviendo. Igual allí estaba su futuro, dedicarse a encontrarse espiritualmente. Pues al final el dinero, como había visto, no solucionaba nada. Ni la muerte, ni la vida. Lo que soluciona la vida es estar en paz, tener un objetivo. Así que llamó al teléfono de atención y contrató una plaza para viajar.

    Cuatro días después estaba en el aeropuerto con una maleta y desconcertado, con miedo por no saber cuál era su destino. Triste y perdido se subió a un avión el cual sabía que salía de Los Santos, pero no sabía si volvería. Estuvo más de dos meses en lo alto de un monte, dedicado a la meditación, a rituales con ayahuasca y a la contemplación. En ese retiro había unas cuantas personas más. Algunas más avanzadas y otras menos. Algunas que ya habían ido otras veces y otras, como él que era su primera vez. Dante aquí se convirtió en un hombre muy callado, sosegado y tranquilo. Los monjes solían poner apodos a mucha de la gente que llegaba allí renunciando a su pasado, apodos basados en su yo interior. A Dante lo apodaron “Jife” debido a su estatura, y a la paz interior que realmente tenía dentro.
    Todos los hechos que en su vida le habían acontecido le habían producido una lucha interna muy grande, una constante refriega entre su verdadero yo, una persona tímida y risueña con un tremendo mundo interior, y lo que la vida le había llevado a ser, una persona que le gustaba el riesgo, y que le daba igual jugarse el tipo para intentar ayudar a los suyos. Un espíritu combatiente que su padre le había inculcado.

    Así que hizo las maletas y cogieron un avión dirección Los Santos. Así que todo, volvía a comenzar. Dante estaba muerto de miedo en esta nueva etapa de su vida, pero sabía que todo fluye. Habría crecido tanto físicamente como espiritualmente, ahora llevaba unas rastas rubias grandes, con una altura de 1 '84m y unos 86 kg, y unos 24 años de edad. Parecía una persona totalmente diferente, tanto que nadie de sus antiguos conocidos de la ciudad lo reconocía, y eso hizo poder tener una nueva vida en los santos y comenzar de nuevo.


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