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Liam Li, un joven de 24 años de Los Ángeles, siempre había admirado a los oficiales de policía como símbolos de justicia en medio de un vecindario marcado por pandillas y robos. Criado en una familia multicultural, con un padre inmigrante chino dueño de un restaurante y una madre profesora, aprendió el valor del trabajo duro y la empatía, cualidades que lo motivaron a estudiar justicia criminal y perseguir su sueño de unirse al Departamento de Policía de Los Ángeles (LSPD). Tras superar pruebas físicas y académicas exigentes, expresó en su entrevista su deseo de construir puentes entre la policía y la comunidad, destacando la importancia de la empatía y la comunicación. Una vez aceptado, se entrenó arduamente en la academia y, al patrullar las calles como oficial, se comprometió a marcar una diferencia en su comunidad, convencido de que cada día en la fuerza era una oportunidad para transformar vidas y brindar esperanza.