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|=Desde su ingreso en la organización, la vida de Riley había sido una constante sucesión de cambios inesperados, algunos de los cuales dejaban cicatrices profundas en su corazón. Las amistades que había cultivado con dedicación y cuidado comenzaron a desvanecerse sin previo aviso. No hubo discusiones ni desencuentros aparentes; simplemente dejaron de aparecer en su vida. Este abandono silencioso fue un golpe que la dejó tambaleante, un recordatorio cruel de lo efímero que podían ser los lazos humanos. Para Riley, la pérdida de esas conexiones fue una de las pruebas más amargas que enfrentó desde que se había unido a la organización.
El alejamiento de Sergio, el hombre que la había invitado a formar parte de Die Deutsche Hause, también la afectó profundamente. Aunque no compartía todos sus ideales, Sergio había sido una figura de referencia, un punto de apoyo en un mundo caótico. Sin él, Riley sintió un vacío que se mezclaba con una resignada melancolía. Decidió seguir adelante sin mirar atrás, enfocándose en construir su propio camino dentro de la organización. Sin embargo, el distanciamiento de alguien a quien había llegado a valorar tanto era una herida abierta que llevó consigo con dignidad, optando por la distancia emocional pero deseando en silencio que Sergio estuviera bien. En medio de estas pérdidas, Riley encontró un ancla emocional en Paul Weller y Claire Wade. Paul, con su actitud calmada pero firme, le enseñó el valor de la lealtad y la camaradería. Claire, con su ingenio y determinación, le recordó la importancia de tener un propósito. Con el tiempo, ambos se convirtieron en piezas clave en la vida de Riley, no solo como compañeros, sino como una especie de familia elegida. La cercanía con ellos le dio un respiro, un lugar seguro donde recargar fuerzas.
No obstante, la vida en la organización también la enfrentó a decisiones moralmente ambiguas que pusieron a prueba su esencia. Una de las pruebas más impactantes fue su participación en los entrenamientos de élite, donde tuvo que demostrar su capacidad para tomar decisiones difíciles sin cuestionamientos. Durante uno de estos entrenamientos, se vio obligada a torturar a un civil de un barrio pobre, un hombre que no representaba amenaza alguna. Riley sintió el peso de las miradas de sus compañeros, de quienes se esperaba obediencia absoluta, y supo que su vida dependía de ejecutar la tarea sin vacilar. Mientras sus manos trabajaban con frialdad calculada, su mente era un torbellino de emociones reprimidas. En el fondo, sabía que aquello estaba mal, pero también comprendía que cualquier acto de insubordinación la convertiría en un blanco. Akane, una de sus compañeras, actuó de manera diferente. Con una valentía que Riley no pudo permitirse, Akane enfrentó a sus superiores y se negó rotundamente a participar. Ver la postura desafiante de Akane hizo que Riley reflexionara sobre cuánto había cambiado y cuánto había cedido en sus propios principios. La admiración que sintió por su compañera se mezcló con una amarga sensación de derrota personal.
La presión, la culpa y la soledad comenzaron a hacer mella en Riley, llevándola por un camino oscuro. Lo que había comenzado como un ocasional recurso para aliviar el estrés se transformó en una dependencia creciente a las drogas. Estas se convirtieron en una forma de acallar su conciencia y enfrentar los retos que la vida en la organización le imponía. El robo al banco central fue otro momento decisivo en su vida. La operación implicó secuestrar a dos agentes del Marshall, entrar al banco y mantener a civiles como rehenes bajo la amenaza de un arma. Los gritos de los rehenes resonaban en sus oídos, mezclándose con los recuerdos de su infancia: las voces de su madre, su padre, su hermano. Cada palabra suplicante de los rehenes era un eco que la atormentaba. Con las manos temblorosas y la voz entrecortada, intentó mantener la compostura. Fue entonces cuando recurrió nuevamente a la cocaína, un impulso desesperado para calmar el temblor y seguir adelante.
El atraco, sin embargo, terminó en desastre. Las consecuencias la llevaron a meses en prisión, un tiempo que marcó un antes y un después en su vida. Durante su encarcelamiento, Riley enfrentó la cruda realidad de sus elecciones. Comprendió que había cruzado una línea de la que no había retorno. La versión de sí misma que había sido paciente, compasiva y llena de esperanza había desaparecido, reemplazada por una mujer endurecida por las circunstancias.
A pesar de todo, Riley se prometió no volver a abrir su corazón ni a confiar completamente en nadie. Decidió vivir día a día, cargando con su soledad como un escudo y avanzando por el camino que había elegido, aunque estuviera plagado de sombras. Cada paso que daba era un recordatorio de su pasado, pero también un desafío constante de encontrar un nuevo sentido a su existencia.=|