𝑯𝒂𝒓𝒖 𝑲𝒂𝒕𝒂𝒈𝒊𝒓𝒊



  • Identificación

    Nombres: Haru Emma

    Apellidos: Katagiri Deutsches

    Nacionalidad: Japonesa/Alemana

    Padres: Shinji Katagiri: Ex Corredor Callejero (Muerto) - Emma Deutsches: Paradero Desconocido.

    Sexo: Femenino

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    Apariencia

    Altura: 1,52 cm
    Peso: 47 kg
    Ojos: Azul Oscuro
    Cabello: Castaño Claro

    Personalidad

    Soy una persona bastante tímida. No suelo ser la que habla primero, y muchas veces prefiero observar desde la distancia antes de decidirme a actuar. Siento que es más fácil entender a las personas y los lugares cuando no intentas llamar la atención. A veces, esa misma timidez me hace parecer fría o distante, pero en realidad solo necesito tiempo para abrirme.

    Cuando estoy sola en el taller o conduciendo por las calles de Los Santos, es diferente. Es como si la inseguridad desapareciera y la confianza tomara el control. Detrás del volante me siento libre, como si todo tuviera sentido. Es en esos momentos cuando más conecto con mi padre y con la persona que quiero ser.

    Soy leal a las personas que me importan, pero a veces esa misma lealtad me ha llevado por caminos que sé que no son los mejores. Me cuesta decir que no, incluso cuando sé que debería. Aun así, estoy aprendiendo. Mi padre me enseñó que cometer errores también es parte del proceso, y cada día intento seguir avanzando, aunque a veces me cueste encontrar el rumbo.

    Infancia

    Mi nombre es Haru Katagiri, y mi infancia estuvo marcada por la figura de mi padre, Shinji. Crecí en Los Santos, rodeada de autos y motores. Pasaba horas en el taller de mi padre, dibujando autos mientras él trabajaba, o acompañándolo en sus carreras clandestinas. Él era un hombre callado, pero su pasión por los autos hablaba por él. A pesar de que mi madre no estuvo siempre presente, nunca me faltó su amor.

    Adolescencia

    Mi adolescencia fue una mezcla de aprendizaje y emoción, todo bajo la guía de mi padre, Shinji. Desde pequeña, me fascinaban los autos, pero fue durante la adolescencia cuando realmente comenzó a entrenarme. Mi padre no solo me enseñó a conducir, sino que me inculcó la importancia de conocer cada parte de un vehículo. Me llevó al taller, donde aprendí a reparar motores, ajustar transmisiones y a entender cómo cada pieza trabaja en conjunto.

    A los 14 años, me permitió sentarme al volante de su coche en un circuito cerrado. Recuerdo el primer momento en que conduje sola, el motor rugiendo bajo mis manos y la sensación de control, aunque era nueva en todo esto. Mi padre estaba a mi lado, observando en silencio, dándome consejos. No era el tipo de padre que me aplaudía, pero su mirada decía todo lo que necesitaba saber.

    A medida que crecía, comenzamos a entrenar juntos para carreras clandestinas. Me enseñó todo lo que sabía: cómo leer el asfalto, cómo tomar curvas cerradas, cómo dominar la adrenalina. Las noches en Richman, cuando el motor de su coche rugía y la competencia comenzaba, fueron mis clases más valiosas. Aunque me decía que la pasión por las carreras debía ser equilibrada con el respeto por el coche y los límites, no puedo negar que su emoción al competir era contagiosa.

    Mi padre me transmitió no solo el conocimiento técnico, sino también una ética que nunca olvidé: la importancia de la precisión, de mantener siempre el control, y de nunca perder la calma en medio de la velocidad. Aunque no me permitía correr en todas las competencias, siempre estaba cerca para darme las herramientas que necesitaba, incluso cuando no lo pedía. Él quería que no solo fuera buena conductora, sino una mecánica capaz de entender cada detalle que hace que un coche corra y resista la presión de las carreras.

    Actualidad

    Hoy en día, mi vida no es fácil, pero sigue siendo lo que siempre quise: estar cerca de los autos y las carreras. No tengo mucho dinero, pero mi M2 Competition es todo lo que necesito. La mayoría de mis días los paso en las calles de Los Santos, practicando y perfeccionando mi conducción. No corro en competiciones grandes, no aún. Pero cada oportunidad que tengo de meter el auto en una pista o de recorrer las calles vacías por la noche, siento que estoy un paso más cerca de donde quiero estar.

    Mi vida no es de lujo. Trabajo en el mismo taller donde mi padre pasó su vida, y aunque mis habilidades mecánicas no son tan avanzadas como las de él, cada día aprendo más. Arreglo mi propio coche, hago mantenimiento, ajusto la suspensión, cambio los aceites y siempre busco formas de mejorar el rendimiento del BMW. A veces siento que me falta algo, que no tengo el apoyo que me hubiera dado mi padre, pero con cada mejora que le hago al coche, siento que lo tengo a él conmigo.

    A menudo, me entreno sola, practicando maniobras, tomando curvas cerradas y mejorando mi control en cada aceleración. La gente me mira raro cuando me ve en los estacionamientos o en las calles vacías, pero no me importa. No busco la fama ni la gloria, solo quiero ser la mejor en lo que hago, como mi padre me enseñó.

    La vida aquí, en las calles de Los Santos, es dura y a veces caigo en el mismo mundo de apuestas y carreras clandestinas en el que mi padre me introdujo, pero intento mantenerme firme. Cada noche, cuando enciendo el motor, siento la conexión con mi padre, y aunque no tengo respuestas sobre su muerte, siento que cada día soy un poco más como él.

    Educación Formal

    Ingeniera en Mecánica automotriz en ULSA University

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    En Actualización..


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