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Michael y Dereck Gordon, que crecieron en un pequeño pueblo donde la tranquilidad y la paz eran el pan de cada día. Sin embargo, al llegar a la adultez, decidieron mudarse a la gran ciudad de Los santos, un lugar que, aunque prometía oportunidades, estaba plagado de delincuencia y corrupción. La ciudad era un caos: bandas rivales controlaban las calles, y la violencia se había convertido en algo cotidiano.
Michael, el más joven, siempre había admirado a su hermano Dereck. Era un hombre de pocas palabras, pero con una convicción férrea de lo que era correcto. Dereck había sido como un segundo padre para él, enseñándole disciplina y el valor de la justicia. Desde que llegaron a la ciudad, ambos se dieron cuenta de que no podían quedarse de brazos cruzados ante el sufrimiento y el miedo de los ciudadanos. Así nació en ellos el deseo de unirse a la fuerza policial para devolverle la seguridad a las calles.
Una tarde, después de ver un violento altercado en la esquina de su nuevo barrio, Michael le dijo a Dereck:
— Tenemos que hacer algo. No podemos seguir viviendo así.
Dereck asintió con la cabeza, serio, pero con una chispa de determinación en sus ojos.
— Lo sé. No podemos esperar que alguien más arregle esto. Si queremos un cambio, tenemos que ser parte de él.
Decididos, se presentaron en la comisaría central de la ciudad. Ambos, con sus actitudes serias y rectas, llenaron los formularios para postularse como reclutas. Sin embargo, la corrupción que habían escuchado y visto en las calles también parecía haber permeado dentro de la fuerza policial. Algunos oficiales se les acercaron, insinuando que las cosas no eran tan simples como pensaban.
— Muchachos, ¿están seguros de que quieren estar aquí? Este no es el lugar para héroes —les advirtió un veterano policía con una sonrisa irónica.
Pero Dereck, el hermano mayor, no se dejó intimidar. Con su mirada firme, respondió:
— No vinimos aquí para ser héroes. Vinimos para hacer nuestro trabajo.
Michael, aunque más joven, compartía esa misma convicción. Sabía que la ciudad necesitaba personas con moral firme, dispuestas a enfrentarse a la oscuridad sin perder su humanidad.
Tras superar el entrenamiento, los hermanos Gordon fueron asignados a patrullas diferentes. Mientras Michael se enfrentaba a pequeños casos de robos y peleas callejeras, Dereck fue asignado a una unidad de investigación que se ocupaba de las bandas más peligrosas de la ciudad. Con el tiempo, ambos comenzaron a descubrir la magnitud del problema: la corrupción no solo afectaba a las calles, sino también a las más altas esferas del gobierno local y la policía misma.
Una noche, Dereck, agotado tras una larga jornada de trabajo, encontró a Michael esperando en la puerta de su departamento.
— Encontré algo, Dereck —dijo Michael, con preocupación en su voz—. Algo grande. Creo que hay oficiales trabajando para las bandas.
Dereck asintió, su semblante más sombrío que de costumbre.
— Yo también lo he visto, pero tenemos que tener cuidado. No sabemos en quién podemos confiar.
A partir de ese momento, los hermanos Gordon comenzaron a trabajar en conjunto, aunque en secreto, para desmantelar las redes de corrupción y detener la ola de violencia en la ciudad. Sabían que no sería fácil y que cada paso que daban los ponía en peligro. Pero lo que los mantenía firmes era su deseo de ver una ciudad más justa, un lugar donde las familias pudieran caminar por las calles sin miedo.
Con el tiempo, su esfuerzo comenzó a rendir frutos. Poco a poco, más policías honestos se unieron a su causa, inspirados por la valentía de los hermanos. Aunque el camino era largo y peligroso, Michael y Dereck nunca flaquearon. Sabían que, aunque la lucha fuera dura, valía la pena si lograban restaurar la paz en la ciudad que ahora llamaban su hogar.
Los hermanos Gordon se convirtieron en un símbolo de integridad y esperanza en una ciudad que, durante mucho tiempo, había olvidado lo que significaba tener héroes de verdad.
POV: Michael
Desde que llegamos a la ciudad, todo cambió. Había crecido escuchando historias sobre lo grandiosa que era la vida en una ciudad grande, pero la realidad era diferente. El miedo estaba en todas partes. Las caras de las personas cuando caminaban por la calle lo decían todo: nadie se sentía seguro. Y yo sabía que no podía quedarme cruzado de brazos.
Dereck siempre había sido mi ejemplo. Él no hablaba mucho, pero no hacía falta; su presencia lo decía todo. Así que cuando le mencioné la idea de unirnos a la policía, no me sorprendió que ya estuviera de acuerdo. Sabía que sentía lo mismo que yo, aunque no lo dijera. Queríamos hacer algo para que este lugar, esta ciudad, volviera a ser habitable.
Al principio, fue emocionante. Entrar en la academia, entrenar juntos, sentir que estábamos dando el primer paso para cambiar las cosas. Pero cuando empezamos a trabajar, me di cuenta de que el problema era mucho más grande de lo que imaginaba. Mientras yo patrullaba las calles, veía cómo la gente se ocultaba en sus casas, con miedo a salir después de que caía la noche. Había bandas, robos, y violencia en cada esquina. Pero lo peor de todo era que algunos de los que se suponía debían protegernos, eran parte del problema.
Una tarde, después de un turno largo, descubrí algo que me hizo sentir un nudo en el estómago: había oficiales que estaban trabajando con las bandas. No podía creerlo al principio, pero las pruebas estaban allí, delante de mí. Sabía que tenía que hablar con Dereck.
Cuando le conté, no se sorprendió. Eso me asustó aún más. Si Dereck lo sabía y no había dicho nada, era porque la situación era aún peor de lo que pensaba. Pero él, como siempre, se mantuvo calmado y me dijo que teníamos que tener cuidado. No sabíamos en quién podíamos confiar. Tenía razón. Pero al mismo tiempo, no podíamos seguir esperando. Si no hacíamos algo pronto, la ciudad caería completamente en manos de los criminales.
Empezamos a trabajar juntos, en secreto. Investigamos a los oficiales corruptos, reunimos pruebas, y buscamos a aquellos dentro del cuerpo que aún creían en la justicia. A pesar de los peligros, nunca me sentí más decidido. Cada día que pasaba, me daba cuenta de que Dereck y yo éramos lo que esta ciudad necesitaba. No éramos héroes, ni pretendíamos serlo, pero queríamos un lugar donde las personas pudieran caminar sin miedo.
Miraba a mi hermano y sabía que sin él, no lo habría logrado. Era fuerte, más fuerte de lo que yo podría ser. Pero juntos, éramos imparables.
La lucha estaba lejos de terminar, pero sabía que con Dereck a mi lado, teníamos una oportunidad de devolverle la paz a la ciudad.