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Jobe creció en un pequeño pueblo costero de Inglaterra, donde las historias de aventuras y naturaleza siempre lo fascinaban. Desde que era muy pequeño, Jobe tenía un sueño inusual: quería convertirse en un Ranger en los parques nacionales de los Estados Unidos. Mientras sus amigos soñaban con ser futbolistas o científicos, Jobe se veía a sí mismo explorando vastos bosques, protegiendo la vida silvestre y guiando a los visitantes a través de los majestuosos paisajes estadounidenses.
El sueño de Jobe comenzó a los siete años, cuando su tío Harry le regaló un libro sobre los parques nacionales de Estados Unidos. Las imágenes de montañas escarpadas, ríos serpenteantes y bosques interminables lo cautivaron de inmediato. Pero no solo le impresionaban los paisajes; Jobe quedó especialmente intrigado por las fotografías de los Rangers, con sus sombreros característicos y su profundo conocimiento de la naturaleza. "Eso es lo que quiero ser", pensó, sintiendo una conexión inmediata con esos guardianes de la naturaleza.
A medida que crecía, Jobe dedicaba gran parte de su tiempo libre a aprender todo lo que podía sobre la naturaleza y la conservación. Se unió a un grupo de scouts, donde adquirió habilidades de supervivencia y exploración, y pasaba horas en la biblioteca local, leyendo sobre la fauna y la flora de los parques estadounidenses. En su habitación, tenía un gran mapa de los Estados Unidos, donde marcaba todos los parques nacionales que algún día soñaba con proteger.
Sus padres, aunque inicialmente sorprendidos por su sueño poco convencional, lo apoyaban con entusiasmo. Cada verano, lo llevaban de campamento por los parques nacionales del Reino Unido, alimentando aún más su amor por la naturaleza. Pero Jobe siempre anhelaba más. Quería cruzar el océano y caminar por los senderos de Yellowstone, Yosemite y el Gran Cañón.