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En las carreteras más duras y salvajes, un nombre destaca con fuerza: Beasts of the East. Fundado por Viktor Maier, conocido como "El Oso", este club de moteros no es solo una hermandad, sino una comunidad forjada por el valor, la lealtad y la pasión por la vida en la carretera. Desde sus humildes comienzos en Siberia hasta convertirse en una leyenda sobre ruedas, Beasts of the East es la historia de cómo un grupo de almas indomables unió sus fuerzas para seguir un camino lleno de desafíos y aventuras. Descubre cómo nació esta mítica hermandad y qué significa realmente ser una Bestia del Este.
EL ORIGEN DE LAS BESTIAS Las Beasts of the East surgieron de la visión de Viktor Maier, alias "El Oso", un exsoldado cosaco que, tras años de servicio en las guerras rusas de los 90 y 2000, desertó en busca de un propósito más profundo. Durante sus viajes por Siberia, Europa y América, Viktor conoció a individuos excepcionales—campeones, exmilitares, sobrevivientes de las calles y mujeres guerreras—que compartían un espíritu indomable. Reconociendo en ellos lo que llamaba "verdaderas bestias", Viktor formó una hermandad que se convertiría en Beasts of the East, un club de moteros con un espíritu feroz y resiliente, inspirado en sus orígenes y en las experiencias de sus miembros.
CULTURA Y FILOSOFÍA Beasts of the East se identifican con la filosofía del 1%, un grupo que elige vivir al margen de las normas convencionales de la sociedad. Este enfoque refleja su compromiso con la independencia y la libertad, rechazando las limitaciones impuestas por el mundo exterior. Para ellos, ser parte del 1% es una declaración de su autonomía y su dedicación a vivir de acuerdo con sus propias reglas, sin conformarse con la aceptación general.
La cultura de Beasts of the East está profundamente arraigada en los valores de honor, lealtad y respeto. Cada miembro, conocido como una "Bestia", vive según un código no escrito que exige integridad en todas las acciones. Las Bestias no se rinden, no traicionan y siempre están dispuestas a ayudar a un hermano o hermana en necesidad.
El símbolo del club, una bestia rugiendo sobre dos ruedas, encapsula su filosofía. Representa la fuerza, la resistencia y el espíritu indomable de sus miembros, quienes ven en sus motocicletas no solo un medio de transporte, sino una extensión de ellos mismos. Las motos de las Bestias son clásicas, a menudo tuneadas y personalizadas, reflejando la individualidad y el carácter de cada miembro.
El lema del club,
es más que una frase; es una guía de vida. Para Las Bestias del Este, cada kilómetro recorrido es una oportunidad para dejar una marca, para vivir con propósito y para asegurar que sus acciones resuenen mucho después de que el sonido de sus motores haya desaparecido.
¿Sientes el rugido de la carretera en tu alma?
En Beasts of the East, buscamos a los más audaces, los que desafían las convenciones y viven con un propósito inquebrantable. Si tienes el valor de ser parte del 1% que elige la libertad y la lealtad sobre la conformidad, este es tu llamado.
Aquí, no solo montarás una moto, sino que abrazarás una filosofía de vida: honor, resistencia y una pasión feroz por el camino. Únete a una hermandad que no se rinde, que defiende a sus miembros con fervor y que deja una huella duradera en cada ruta que atraviesa.
|-Si estás listo para ser más que un motero, para dejar tu marca en la historia y para formar parte de una familia que vive y respira con la intensidad de cada giro de rueda, entonces Beasts of the East te está esperando. Busca al "Oso" que frecuenta por Sandy Shores y Grapeseed o lanza tu solicitud de ingreso en "Beasts of the East" y preséntate con las Bestias.-|
Cuaderno de Bitácora:
Ayer comenzó como cualquier otro día. Por la mañana, cada uno de nosotros estaba inmerso en sus respectivas ocupaciones, cumpliendo con nuestras responsabilidades. Sin embargo, cuando nos reunimos por la tarde para nuestra habitual ruta en moto, el día tomó un giro inesperado. En medio de nuestro recorrido, nos topamos con una lancha abandonada, una visión extraña en una de nuestras rutas habituales. No le dimos muchas vueltas, pero algo en esa situación nos hizo detenernos.
Hoy, el destino volvió a sorprendernos. Esta vez, fue una furgoneta, abandonada en circunstancias similares. La situación nos resultó demasiado curiosa para ignorarla. Dentro de la guantera de la furgoneta, al igual que en la lancha, encontramos un papel con una dirección. Sin dudarlo, decidimos llevar ambos vehículos a su destino indicado.
Quizá todo esto no sea más que una serie de coincidencias, un golpe de suerte, o simplemente el capricho del destino. Pero no podemos evitar sentir que, de alguna manera, el destino quiso que las Bestias del Este se encargaran de esto. Lo que sea que nos esté esperando al final de este camino, estamos listos para enfrentarlo, como siempre lo hacemos: juntos.
Hoy fuimos de acampada, un día tranquilo entre la hermandad, alejados del ruido de las carreteras. Mientras el fuego crepitaba y las motos descansaban a nuestro lado, me puse a pensar en el parche que llevamos en nuestras chupas, ese que lleva el término [NOMAD]. Este parche no es solo un adorno; es un símbolo que representa nuestra vida sin ataduras a un lugar fijo, un estilo de vida en el que no tenemos un hogar permanente, pero siempre encontramos refugio en el camino y en nuestra familia.
Ser un nómada es algo poético y, a la vez, contradictorio. Es una vida de libertad, donde cada día te despiertas en un nuevo lugar, sin raíces que te aten a un punto. Dormimos donde nos lleva la carretera, caminamos por donde se abre el camino, libres de las obligaciones que otros consideran necesarias. Sin embargo, también tiene su lado duro: no tener un lugar que puedas llamar hogar, un sitio que te pertenezca.
Con el tiempo, te das cuenta de que el hogar no es tanto el lugar físico, sino las personas que te acompañan. Para nosotros, nuestra familia no está hecha de paredes ni techos, sino de nuestros hermanos y hermanas, aquellos que están a tu lado, sin importar dónde te encuentres. El verdadero hogar es la manada, y mientras sigamos juntos, siempre estaremos en casa, sin importar cuán lejos viajemos.
Hoy fue un día curioso para las Bestias. Durante nuestra ruta, algunos de nosotros nos cruzamos con una campaña de donación de sangre para los hospitales locales. Sin dudarlo, decidimos parar y aportar nuestro granito de arena. Donar sangre fue nuestra forma de contribuir a la sociedad, de devolver algo a las calles que recorremos a diario.
Javi como siempre más pendiente de las doctoras que de los doctores...
Se estima que Viktor puede tener alrededor de veintisiete enfermedades conocidas y por conocer. Pese a ello, es donante universal.
Después de eso, como es costumbre, tocó reponer fuerzas. Nos fuimos al Yellow Jack, donde las cervezas fluyeron y nos dedicamos a lo que más nos gusta aparte de beber: jugar al billar. Pasamos una tarde entre risas, buenos golpes y el siempre grato encuentro con nuestros vecinos y colegas del norte, los Death Nation y los White Angels.
Partida entre Javi y Viktor, con Kyra aprendiendo a jugar.
La noche, sin embargo, nos trajo su propia dosis de caos. En una gasolinera, un pequeño conflicto escaló rápidamente, y en medio del calor del momento, Viktor perdió la paciencia y golpeó a uno de los nuestros. El impacto fue fuerte, tanto que lo dejó inconsciente. Al ser notificado por el dependiente, la policía no tardó en aparecer y, sin preguntar demasiado, detuvieron a Viktor y a Javi.
Javi, por fortuna, no tardó en salir. Viktor, sin embargo, enfrentó algo más grave. Por un malentendido y las circunstancias del incidente, fue acusado de homicidio imprudente, lo que complicó su situación.
A pesar de esto, Viktor supo cómo moverse, haciendo amigos dentro y demostrando su carácter. Gracias a su capacidad para ganarse el respeto, logró salir y pronto volvió a reunirse con nosotros, su manada, listo para seguir rodando con las Bestias del Este.
Anoche, el pequeño pueblo de Grapeseed fue testigo de algo que no ocurre todos los días. Las Bestias del Este se reunieron al atardecer, justo cuando el sol empezaba a perderse detrás de las montañas. Los rugidos de sus motos resonaban como un eco entre los campos, y aunque la noche estaba a punto de caer, parecía que su día apenas comenzaba.
Uno a uno, fueron llegando al punto de encuentro. Un grupo de figuras imponentes, vestidos de cuero negro con parches que contaban historias que solo ellos entendían. Entre ellos estaba "Toro", un tipo con una mirada que helaba la sangre.
Más tarde, cuando el frío de la noche comenzó a asentarse, llegaron al Yellow Jack, un bar de carretera donde se sabe que el billar y las cervezas son el idioma oficial. Allí, el ambiente se relajó. La música retumbaba en las paredes, y entre risas y tragos, los hermanos del club disfrutaban de lo que mejor saben hacer: vivir la vida al límite.
Fue en ese momento, cuando el humo de los cigarrillos ya flotaba pesado en el aire, que alguien pidió una historia. Y fue Viktor quien decidió contarla. Una historia que pocos conocen pero que explica por qué alguien como Jhames Gordon, alias "Toro", terminó siendo parte de esta hermandad.
-"Antes de ser hermanos, fuimos enemigos,"- comenzó, con su voz grave atrayendo la atención de todos. -"Nos enfrentamos durante años. Toro era un mercenario despiadado, alguien que no dejaba nada a su paso. Nos cazábamos el uno al otro, sin piedad. Hasta que un día, el destino nos cruzó en un lugar inesperado: Allí, en el único sitio donde no cabía el odio, bajamos las armas. Y en ese silencio, entre las paredes de ese lugar santo, entendimos que no había nada más que demostrar. Desde ese día, nuestras luchas no fueron contra nosotros, sino juntos. Y así nació lo que hoy ves aquí."_
El silencio se apoderó del bar. Los ojos de El Toro brillaban con una intensidad casi inhumana, pero en su expresión había algo que pocos podrían describir. Respeto. Al final, las Bestias no son solo hombres sobre motos, son una familia forjada en fuego y acero, en las historias que solo ellos conocen.
La noche siguió, pero como es costumbre entre estos hombres, las palabras dieron paso a la acción. El billar quedó a un lado cuando Viktor y Jhames decidieron que era hora de revivir una vieja rivalidad. La pelea que siguió fue más bien una danza entre dos titanes,
una de esas escenas que uno no olvida fácilmente.
Esta vez, Toro se llevó la victoria, pero como siempre, las Bestias saben que no hay ganador ni perdedor entre ellos. Solo hermanos que se prueban a sí mismos en el camino, en la mesa de billar o incluso en un golpe certero.
Y así terminó la noche, con risas, cervezas y el rugido de las motos que se alejaban hacia la oscuridad, dejando tras de sí una huella imborrable en la carretera.