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|CAPÍTULO 1| 𝑼𝑵𝑨 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑨 𝑽𝑰𝑫𝑨 𝑬𝑵 𝑳𝑶𝑺 𝑺𝑨𝑵𝑻𝑶𝑺
En los barrios bajos de Barcelona, los hermanos Joselito y Barbara Banderas nacieron en los años 90 en un entorno familiar tranquilo del cual el talento innato de ellos hizo que la monotonía, durante la adolescencia, fuera algo a rechazar si tenían claro una cosa. Solo tienes una vida. Y ellos llevaban una vida peligrosa. Joselito, el mayor, era conocido en su juventud por ser un corredor de coches ilegales sin igual, su afición por los coches e ímpetu para innovar hacía que cada noche, con las manos en el volante, arriesgara su vida hasta poner al límite el vehículo que llevara. A la edad de 15 años su padre, un hombre campechano, de vida humilde y fuerte carácter ibérico le dio las llaves de su primer coche, un 4x4 Lada Niva que sería el coche útil para desplazarse. Joselito en ese 4x4 veía mucho más: Frente a él, diariamente su 4x4 brillaba bajo el sol matutino, una máquina robusta que conquistaba el terreno que pisara, la extensión de su espiritu aventurero. El motor rugía bajo el capó mientras su adolescencia avanzaba hacia lo desconocido. Y en su vehículo dejaba a manos su destino. Las carreras ilegales eran comunes en la periferia de Barcelona. Solo le hizo falta dar el paso de acercarse a esos eventos y demostrar el ímpetu, las ganas y el triunfo de esa motivación en el asfalto. Su dia a dia se volvieron esas zonas, hasta ser el corredor mas reconocido, no solo porque ganara en muchos casos, si no por su actitud de ayudar y sentir la kdd como suya, ayudar en todo lo posible a los organizadores, hasta que eran los visitantes quien tenian a Joselito como referencia. Cualquier duda, cualquier problema, acudían a él sabiendo de su compromiso con el mundo del motor y las carreras. La policía sabía de esas quedadas y no fue dificil fichar su nombre y apellidos. Fichar a su hermana Barbara también fue inevitable, su copiloto en todas las quedadas, la mano derecha de un joven que fomentaba más que nadie las carreras ilegales, para la policía en resumen un peligro en la carretera.
Barbara en el entorno de las kdds se había involucrado en el tráfico de drogas, utilizando sus habilidades y carisma para conocer a los líderes de pandillas que pasaban el rato viendo los coches correr y derrapar, su facilidad de comunicación la convirtieron en una eficaz intermediaria para distribuir la cocaina y marihuana de sus amigos mas poderosos entre la magnitud de gente que destinaba esas noches a la locura.
El éxito finalmente trajo consigo la atención no deseada. Las autoridades estaban cerrando el cerco, y los hermanos sabían que su tiempo en España se estaba agotando. Había mucho desconocido en las quedadas de coches y cualquiera podía dar prueba de todas las ilegalidades que cometían los hermanos Banderas.
Una noche, mientras la policía irrumpía en una de sus carreras clandestinas, Joselito y Barbara escaparon por los pelos. Nada más vieron las luces azules parpadear en los muros de los callejones sabían que era hora de marcharse, esa detención iba a ser la última en mucho tiempo. Los antecedentes ya no podían evitar la cárcel para ninguno de los dos. Esa misma noche, a las 2h de la mañana y con el sonido de las sirenas todavía resonando en sus oídos, los dos hermanos montados en su recién comprado BMW M3 decidieron que era hora de dejar todo atrás y empezar de nuevo.
Con lo poco que pudieron recoger durante esa noche Joselito se embarcó la tarde del día siguiente en un vuelo de última hora con destino a América, específicamente a la ciudad de Los Santos. Barbara ya había mirado con anterioridad las posibilidades de salir del país en caso de emergencia, su contacto Matías colaboró para que Joselito pasara con un pasaporte falso al día siguiente por el aeropuerto del Prat. Barbara terminaría las gestiones administrativas como cambios de nombre, venta de propiedades y borrado de información con la ayuda de su confidente, Ane White, una chica americana, dulce y con carácter para proteger a sus allegados, residía en su misma ciudad desde los 10 años
Los Santos, con sus luces brillantes y sus promesas de oportunidades, parecía el lugar perfecto para comenzar de nuevo.
Los hermanos, con diferencia de días llegaron con el sentimiento de confusión al dejar toda una vida atrás. En pocos dias haber cometido semejante cambio era dificil de gestionar pero a la vez emocionante por la esperanza de construir una vida lejos de ese pasado criminal, en el que su afición desbordó la vida de los dos.
Para Joselito, rozar los vehículos de policía la noche anterior para huir de ellos era rozar no ver la libertad en demasiados años.
Bajó del avión alquiló un pequeño apartamento en el barrio de Davis, un lugar modesto pero con suficiente anonimato para comenzar de cero.
Joselito, con su pasión por los coches, encontró trabajo en un taller mecánico llamado Flywheels Motors, a unos kilómetros del norte de la ciudad, en las montañas de Gran Señora, el taller estaba en la entrada de Sandy Shores, un pequeño pueblo pero con gente de vidas extremas. Había yonkis que situaban su sede en un motel abandonado, pandilleros venidos del sur robando tiendas a punta de pistola y asustando a los vecinos, moteros defendiendo esas tiendas y a esos vecinos con armas largas. Joselito trabajaba lejos de donde vivía pero el lugar le atraia tanto que no le resultaba ningún problema desplazarse diariamente al norte.
Sus habilidades rápidamente lo destacaron, y pronto se hizo conocido por sus reparaciones rápidas y precisas. Conoció a otros mecánicoscon los que compartíansu mismo gusto por el tunning y la velocidad Barbara, por otro lado, llegó días después a la ciudad, en un vuelo y de la misma manera que su hermano. Llegó por sorpresa a la entrada de la Torre Davis encontrándose con su hermano y saludándolo con el mismo juego de manos que siempre hicieron. Se dio fé en ese mismo instante que una vida ajetreada y emocionante estaba comenzando.
Barbara llegó con la idea de alejarse del tráfico de drogas e inició su trabajo como Seguridad en la empresa Ushuaia en el centro de la ciudad. Hasta ahí llegó de casualidad encontrándose por las calles de Davis al que sería un buen amigo suyo, Angel Correa, junto a su hermano Marcos. Dos chicos que en la ciudad vivían junto a sus primos y la tranquilidad no era exactamente su definición. Barbara y los amigos que conoció en este camino compartían su furor en un negocio legítimo. Juntos eran muy inquietos, enérgicos. Barbara sentía como suya la empresa Ushuaia y se divertía en los eventos que realizaban ayudando a la vez a controlar que todo fuera lo mejor posible
Joselito, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse en el buen camino, las tentaciones del pasado nunca estaban lejos. Los bajos fondos de Los Santos estaban llenos de oportunidades para aquellos con la voluntad de aprovecharlas. Un día casual, conoció a un motero de aspecto intimidante y conocido como "Calavera" apareció en el taller de Flywheels, en la conversación los dos compartían todo tipo de gustos desde coches hasta armas, recordándole a Joselito las ganancias rápidas y fáciles del mundo del crimen.
Joselito poco a poco iba conociendo de nuevo el entorno en el que se movió anteriormente, se sintió atraído por las propuestas que Calavera y su MC le proponían, como peleas clandestinas, drogas, armas, apuestas. Sabía que aceptar significaría arriesgar su vida de nuevo. Pero la tentación en ese día a día era tan interesante para él que compensaba el miedo. Junto a sus compañeros mas allegados del taller comenzó a participar en las quedadas y eventos de coches que se organizaban por la ciudad cada semana. Después del evento, con sus coches en su máximo esplendor, se juntaban para probarlos en la carretera, el rugido de los motores y las luces de las carreras callejeras los llamaban, recordándoles la adrenalina y la libertad que solía sentir en su lugar de origen.
|CAPÍTULO 2| 𝑭𝑼𝑵𝑫𝑨𝑪𝑰𝑶𝑵 𝑫𝑬 𝑺𝑷𝑬𝑬𝑫𝑺𝑻𝑨𝑹 𝑪𝑳𝑼𝑩
Flywheels Motors era un taller mecánico modesto pero conocido por su excelencia en la reparación y modificación de coches en el Aeropuerto de Sandy, Condado de Blaine. Joselito, Juan Tores, Giacomo Ginocchio y Luis Padilla, eran compañeros muy unidos y apasionados del mundo del motor. Cada uno aportaba su talento en el taller, creando un equipo motivado en su trabajo. Por las noches se volvían un grupo de amigos que después de horas revisando y mejorando su coche de arriba abajo, lo llevaban en ruta hacia los mejores eventos de expo tunning de la ciudad.
Joselito, el líder natural del grupo, era conocido por su energía y buena capacidad para diagnosticar muchos problemas mecánicos con solo escuchar el motor. Juan era una persona con un humor simpático, siempre que había un momento de tensión, se reía de tal forma que quitaba hierro al asunto. En el trabajo un maestro en la optimización de motores. Giacomo, con raíces italianas, traía la elegancia y la precisión del diseño a cada coche en el que trabajaba. Su genio, no obstante, le hacía malas pasadas y acababa discutiendo más de una vez por algún tema de reparación que en muchos casos Luis, el más veterano del grupo, tenía que intervenir con su calma y sabiduría. Luís además era un genio con la electrónica y la programación de sistemas de rendimiento.
Una tarde, mientras los cuatro trabajaban en un Mustang clásico, a Joselito se le ocurrió mencionar una idea que más de una vez había planteado. Habían pasado meses mejorando coches para otros, pero...¿por qué no crear algo propio? Pondrían en juego su eficacia en el asfalto con apuestas. Conocerian a más gente del entorno de las carreras, moverían drogas y armas junto a Calavera y sus moteros. Joselito entonces propuso fundar su propio grupo.
-Oye y Qué tal si fundamos nuestro propio club de carreras?- dijo Joselito, limpiándose las manos en un trapo sucio. Los ojos de Juan brillaron con entusiasmo, mientras Giacomo y Luis intercambiaban miradas de aprobación. La idea de tener su propio club, donde pudieran mostrar su trabajo y competir al más alto nivel, era demasiado buena para dejarla pasar. -¿Y cómo lo llamamos? Dijo Juan. Joselito recordó entonces con nostalgia su infancia delante del televisor, susurraba internamente una canción japonesa, escenas animadas de coches y luces en un fondo rasgado por el efecto de la velocidad. -Se llamará "SpeedStar Club."- Mencionó de forma espontánea. Y nadie dijo nada más. La jornada estaba terminando y el resto de día no iba a cambiar, esa noche iban a una kdd con conocidos que también se unirían a ese proyecto, tales como James, Antonio, Albert e Ian. Pero ese día la vida que llevaban tenía un nombre y con ello un proyecto.
En las semanas siguientes, los amigos dedicaron su tiempo libre a transformar una parte del taller en la sede de SpeedStar Club. Diseñaron un logo con las siglas "SSC" crearon un espacio para reuniones tras las paredes del aeródromo de Sandy, abandonado desde hacía 10 años, y trabajaron en sus coches personales para asegurarse de que estuvieran en óptimas condiciones para las carreras.
El primer coche del club fue un Elegy Retro Custom modificado, con un motor afinado por Juan, una carrocería aerodinámica diseñada por Giacomo, y un sistema de electrónica de vanguardia instalado por Luis. Joselito se encargó de la conducción, demostrando sus habilidades en la pista.
El boca a boca se extendió rápidamente, y pronto otros entusiastas de las carreras comenzaron a interesarse por SpeedStar. Las reuniones del club se convirtieron en eventos semanales en las afueras de El Burro Heights, rodeando la zona petrolera de Murrieta, un circuito que premia la habilidad al volante de los pilotos, brindándoles la oportunidad de pese a no tener el mejor coche ganar por sus trazadas en la zona de curvas. Y de igual manera en el siguiente sector del circuito que daba ventaja a la velocidad punta y la aerodinámica del vehículo, atrayendo a pilotos y aficionados de todos Los Santos. SpeedStar Club debutó como SSC en el circuito de carreras clandestinas de Los Santos una noche de sábado. Con el rugido de los motores y la adrenalina a flor de piel, Joselito y su equipo se enfrentaron a algunos de los mejores pilotos de la ciudad elegidos en una "blacklist" El Elegy Retro del club, con su distintivo logo de SpeedStar, se destacó inmediatamente.
El rugido de los motores resonaba entre la gran cantidad de asistentes en esta carrera clandestina, una sinfonía de adrenalina y peligro. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, pero en esta carretera abandonada, solo existía la carrera. Con el pie pesado sobre el acelerador, Joselito sentía el poder del Elegy Retro Custom vibrando bajo sus manos, cada fibra de su ser concentrada en una única misión: ganar.
La apuesta era enorme. Cien mil dólares, podía cambiarles la vida en el grupo, pero también un riesgo que podría hundirlos.
La carrera empezó mientras el corazón latía como un tambor y delante de él, los autos rivales eran una amenaza constante, cada uno luchando por la gloria y el dinero.
A medida que la carrera avanzaba, Joselito mantuvo la calma, buscando el momento perfecto para hacer su jugada. El motor del Elegy listo para desatar todo su potencial. Y entonces, lo vió: una curva cerrada donde todos reducen la velocidad. Pero él no. Con un movimiento preciso, tomó la curva por dentro, adelantando dos autos al mismo tiempo, y de repente, estaba en segundo lugar.
La meta se acercaba, solo quedaban segundos. El líder estaba justo delante, era momento de sacar una última carta bajo la manga. Pisó el acelerador a fondo y activó el nitro, sintiendo cómo el Elegy se lanzaba hacia adelante como un misil. El viento gritaba en sus oídos y, por un instante, todo se reduce a esa fracción de segundo.
Con una distancia mínima pero evidente a la vista cruzó la línea de meta el primero, el mundo se ralentizó, y la realidad choca con él de golpe. Había ganado.
Las voces llenas euforia rodeaban todo. Joselito apenas podia creerlo, sus manos temblando mientras aún agarraba el volante. Lo habían logrado, contra todo pronóstico, habían ganado.
Cien mil dólares eran suyos, pero en ese momento, no era el dinero lo que importaba sino la sensación pura de triunfo, de haber desafiado el peligro y después de todo, había salido victorioso.
Sus compañeros, amigos y su hermana lo rodean y felicitan con euforia junto a un convoy de asistentes mientras las risas y los gritos de celebración llenaban el lugar. La sensación de victoria les motivó a seguir adelante con el proyecto. La reputación de SpeedStar quedó en buen lugar en el asfalto de Los Santos, con ello, la clientela de Flywheels Motors también creció, ya que querían las modificaciones que solo ellos otorgaban atrayendo a todo el que buscaba mejoras y reparaciones de alta calidad.
|CAPÍTULO 3| 𝐿𝐴 𝐹𝐴𝑀𝐼𝐿𝐼𝐴 𝐶𝑅𝐸𝐶𝐸 Los 4 fundadores pasaban noches ajustando sus coches en el taller, perfeccionando sus técnicas y organizando al final de su jornada carreras clandestinas en los rincones más recónditos de la ciudad. Speedstar comenzó como un pequeño grupo, pero su fama creció a medida que más corredores se unían a ellos, atraídos por la emoción y el desafío. Joselito, además, no solo era un corredor excepcional, su carisma natural lo convirtieron en una figura central en la escena de las carreras ilegales.
El club progresivamente se hizo conocido por sus quedadas, anunciadas con el mensaje "[KDD SSC] Ven a pasar un buen rato y lo que surja". Cada anuncio desencadenaba una ola de entusiasmo, corredores de toda la ciudad acudían para probar sus coches en los mejores circuitos.
Sin embargo, el camino del SSC no estuvo exento de obstáculos: Juan Tores, uno de los fundadores, tuvo problemas serios con la policía. Se inmiscuía en el mundo del tráfico de drogas y le resultaba complicado sobrellevar la presión constante y el riesgo de ser arrestado, hasta que lo llevaron a tomar la difícil decisión de abandonar la ciudad y dejar el club. Giacomo, por su parte, comenzó a distanciarse del mundo ilegal. La decisión de Juan le afectó bastante en sus decisiones y poco a poco se centró en sus negocios legales, buscando una vida más estable y segura. Su alejamiento del club fue gradual, pero inevitable. Finalmente, dejó el SSC.
Joselito y Luis quedaban al mando del grupo. No obstante, se mantuvieron firmes en su visión y esto solo es el principio de una larga historia. SSC continuó creciendo y atrayendo a nuevos miembros.
Iván Soratoga y Guillem Bermejo eran dos trabajadores fundamentales en la empresa de seguridad Ushuaia, donde conocieron a Bárbara Banderas. Los 3 juntos lucharon por tirar adelante la empresa pero la ausencia del jefe les imposibilitaba muchas acciones lo cual solo les creaba frustración y disconformidad. Paralelamente conocieron a Joselito en una de las kdds de SSC, rápidamente se sintieron atraídos por la emoción y la libertad que las carreras ilegales prometían. No pasó mucho tiempo hasta que se unieron al club, decididos a dejar atrás el mundo legal. Iván, con su habilidad técnica, rápidamente se convirtió en una figura clave en las carreras. Su pasión por la velocidad lo hacían indispensable en el equipo. Por otro lado, Guillem, con su energía inagotable aportó gran entusiasmo que fortaleció aún más al grupo. Junto a ellos llegó Dilan Smith, un corredor apasionado por los drifts y por desafiar a la policía. Su audacia y habilidad al volante añadieron un nuevo nivel de emoción al SSC. Poco después apareció Nil Adam, un corredor con una bondad y ética de trabajo insuperables, Nil rápidamente ganó la confianza y el respeto de todos los miembros del club. Su humildad y disposición para aprender lo convirtieron en una pieza fundamental, reforzando el espíritu de unidad y superación. El club cada vez tenia pilares más fuertes. La constancia, la pasión y el trabajo de todo el club demostraban al mundo que la verdadera fuerza de SSC radicaba en su amistad y en su inquebrantable espíritu de equipo. En cada carrera, en cada desafío, Speedstar Club se convertía en un ejemplo que, aunque la velocidad es importante, la lealtad y la unión son lo que realmente define a los campeones.