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Norman Jeyden creció en un pequeño pueblo en las afueras de Los Santos, donde su padre, Martín Jeyden, era el sheriff local. Martín era un hombre valiente y respetado, admirado por todos en el pueblo. Desde que era pequeño, Norman soñaba con seguir los pasos de su padre y unirse al departamento de policía local. Pasaba horas escuchando las historias de valentía y justicia que rodeaban a su padre, y cada historia hacía que sus ojos brillaran de emoción.
A medida que Norman crecía, se destacaba en la escuela por su determinación y habilidades físicas. Era conocido por su capacidad para resolver problemas y siempre tenía un fuerte sentido de justicia. Su padre siempre lo animaba a seguir sus sueños y a trabajar duro para alcanzar sus metas, enseñándole el valor de servir y proteger a la comunidad.
Con el tiempo, Norman se convirtió en un joven comprometido y decidido a cumplir su sueño. Se preparó intensamente física y académicamente, destacándose en los cursos relacionados con la aplicación de la ley y la seguridad pública. A pesar de los desafíos y obstáculos que encontró en el camino, Norman nunca se rindió. Su pasión por hacer el bien y seguir el legado de su padre lo impulsaba a seguir adelante.
Finalmente, llegó la oportunidad que tanto había esperado. El departamento de policía local abrió convocatorias para nuevos oficiales, incluyendo una posición en el equipo de la sheriff del pueblo. Norman se preparó intensamente para las pruebas, consciente de que esto era lo que su padre habría querido para él.
Sin embargo, justo antes de las pruebas, su padre falleció inesperadamente. El dolor de perder a su mentor y modelo fue abrumador, pero Norman encontró fuerzas en las últimas palabras de su padre: "Hazlo por mí, hijo. Cumple nuestro sueño juntos".
Con el recuerdo de su padre como guía, Norman se enfrentó a las pruebas con determinación y valentía. Sabía que su padre estaría orgulloso de él por seguir adelante y perseguir su sueño.