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Mi nombre es Chris Robinson, y tengo 21 años. Crecí en el cálido y vasto estado de Texas. Mi padre trabajaba como jefe de seguridad en una empresa del condado, una posición que le exigía mucha responsabilidad y dedicación. Mi madre, por su parte, era una policía comprometida con su comunidad, siempre lista para ayudar y proteger a los ciudadanos. Desde joven, estuve rodeado de historias de valentía y servicio. Mi casa estaba llena de anécdotas sobre la importancia de mantener a las personas a salvo y el impacto que una sola acción puede tener en la vida de alguien. Sin embargo, a los 17 años, no tenía claro qué camino profesional seguir. Me atraían tanto las historias de mi padre sobre la estrategia y la vigilancia, como las experiencias de mi madre en el frente de la acción policial. Finalmente, después de mucha reflexión, decidí que mi verdadera vocación estaba en la medicina, un campo donde podía combinar la dedicación y el servicio a la comunidad que tanto admiraba en mis padres. Desde el primer día en la universidad, me dediqué por completo a mis estudios de medicina. Los primeros días fueron duros, con entrenamientos intensivos y lecciones sobre anatomía, fisiología y protocolos médicos. Pero con el tiempo, descubrí que tenía una verdadera pasión por esta profesión.Durante más de tres años, me he preparado arduamente, enfrentándome a diversas situaciones que requerían calma y decisión. Desde la práctica clínica en hospitales hasta el estudio intensivo para los exámenes, cada día era un nuevo reto. Uno de los momentos más memorables fue durante mi práctica en un hospital local, cuando observé un comportamiento inusual en un paciente. Al acercarme y evaluar la situación, descubrí que el paciente estaba al borde de un paro cardíaco. Gracias al entrenamiento recibido y a mi capacidad para mantener la calma bajo presión, pude actuar rápidamente, ayudando a estabilizar al paciente hasta que el equipo de emergencia llegó. Estudiar medicina no solo me ha enseñado habilidades técnicas, sino también la importancia del trabajo en equipo, la comunicación efectiva y el valor de la prevención. Cada vida salvada y cada incidente evitado me hace sentir orgulloso de la decisión que tomé a los 17 años. Ahora, estoy decidido a continuar mi camino para convertirme en un médico, comprometido a brindar la mejor atención posible a mis futuros pacientes.