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Miguel Mortales nació hace 30 años en un pequeño pueblo en México. Sus primeros años de vida fueron felices, rodeado del amor de sus padres y de la tranquilidad de su comunidad. Sin embargo, su vida cambió dramáticamente cuando tenía solo 9 años. Un fatídico día, sus padres fueron víctimas inocentes en un tiroteo entre una mafia local y la policía. Ese trágico evento dejó a Miguel huérfano y profundamente marcado.
La infancia de Miguel fue dura, pero su espíritu valiente y resiliente le ayudó a salir adelante. Criado por su abuela materna, Miguel aprendió desde temprano a ser independiente y a luchar por lo que quería. Aunque la tristeza y la rabia lo acompañaron durante mucho tiempo, encontró consuelo en la naturaleza, escapando al campo y a los bosques cercanos para encontrar paz y claridad.
Durante su juventud, Miguel se unió a una pandilla de moteros. Encontró en ellos una nueva familia y una forma de rebelarse contra las injusticias que había vivido. La pandilla le dio un sentido de pertenencia y una estructura que le ayudó a canalizar su energía y frustración. Sin embargo, la corrupción de la policía local acabó desintegrando el grupo. Muchos de sus amigos terminaron en prisión o desaparecidos, y Miguel decidió que necesitaba cambiar de rumbo para sobrevivir.
Hoy en día, a los 30 años, Miguel trabaja como guardia de seguridad. Su carácter fuerte y serio, forjado por las adversidades, le ha hecho ganar el respeto de sus compañeros y de quienes lo rodean. Aunque su apariencia puede parecer intimidante, quienes lo conocen saben que es una persona amigable y de buen corazón, siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitan.
En su tiempo libre, Miguel sigue buscando la paz en la naturaleza. Le gusta salir a acampar, hacer senderismo y disfrutar de la serenidad que solo el entorno natural puede ofrecerle. Es en estos momentos cuando se siente más en paz consigo mismo y con el mundo, recordando que, a pesar de todo lo que ha pasado, siempre ha encontrado la manera de salir adelante.