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Natsu, como le llamaban sus compañeros de ajedrez, llevaba una vida placentera en la localidad tailandesa de Lopburi, situada a unos 150 kilómetros al nordeste de Bangkok y conocida popularmente por la ciudad de los monos, por la cantidad de simios que hay en sus calles.
Este joven japonés de 32 años, diminuto y de aspecto frágil, llevaba una vida rutinaria, como la mayoría de los 54.000 habitantes de esta ciudad tailandesa. Por las tardes iba a jugar una partida con los amigos, y luego se iba al mercado a comprar la comida y, de vez en cuando, se divertía mostrando sus tatuajes a los más jóvenes del lugar. Una vida tranquila, sin sobresaltos.
Pero nada era lo que parecía. Ni se llamaba Natsu, ni tenía nada de frágil. Su verdadero nombre era Eisuke Nemoto, era un exjefe de la Yakuza japonesa y uno de los fugitivos más buscados por la policía nipona por su implicación en el asesinato de uno de los líderes de una banda rival en enero del año 2009.
Su verdadera identidad afloró por casualidad. Le traicionaron sus tatuajes, propios de los miembros de la mafia japonesa. Ignoraba que unas fotos con las imágenes grabadas que cubrían su pecho, su espalda y sus brazos circulaban por las redes sociales desde el mes de agosto y habían delatado su presencia en Tailandia. Un admirador de sus tatuajes le había fotografiado, sin que él se diera cuenta, y había publicado los retratos en Facebook, desconocedor de que estaba desvelando la identidad de un antiguo líder de la Yakuza japonesa.
Una revelación que ha echado por tierra todos los esfuerzos que había realizado Eisuke para pasar desapercibido en Tailandia, adonde llegó huyendo de la justicia japonesa. Para ello no vaciló en casarse con una tailandesa –de la que se divorció debe de hacer algo más de dos años–, buscar amigos locales y llevar a cabo trabajos ocasionales, como pintar casas y transportar sacos de arroz a un molino, para ganarse la vida.
Las imágenes, compartidas más de 10.000 veces en internet, fueron vistas por las autoridades niponas, que alertaron a la Interpol, quien a su vez avisó a la policía tailandesa.
Gracias a dios, Eisuke Nemoto no había perdido sus habilidades como delincuente, si es que así pueden llamarse... un soplo de uno de sus allegados en Bangkok le ayudo a saber que una operación policial se ponía en marcha para detenerle, y es que, hay que tener amigos hasta en el infierno como le gustaba decir al veterano Yakuza. Gracias a este soplo, en poco más de 6 horas salía en un avión privado escapando de Bangkok, su destino era casi prematuro, es más, podría decirse que se decidió ya subido en el avión ya que no había tiempo que perder.
Eisuke Nemoto recordó un nombre, Takeshi Kurosawa, su ya antigua mano derecha, recordó que hace unos meses habló con el y como Kurosawa, feliz y ansioso le contaba las grandes oportunidades y posibilidades de crecimiento monetario que ofrecía una pequeña ciudad americana llamada Los Santos, es allí donde Eisuke Nemoto comenzaría una nueva vida.