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Nací el 22 de julio de 1996, en Valencia y desde que nací he vivido en el 21 de Pla de Remei, junto a mis padres (John y Laura) y mis dos hermanos mayores (Reggi y Antonio). Mi Padre era director de Zona en el Banco de España, un puesto realmente importante que junto con el de mi madre; gerente general de Mercadona, nos permitía vivir muy bien sin carecer de nada. Mi familia era de lo más normal pese a nuestro nivel económico, mis madres se querían mucho y mis hermanos y yo nos peleábamos como todos los hermanos. El único problema era que nos juntábamos con nuestros abuelos y tíos una vez al año, puesto que no vivían en valencia, sino en Francia, excusa que nos servía para ir a esquiar todos los años, nos encantaba ir allí.
Nuestra infancia fue de lo mas feliz, siempre rodeados de lujos y cariño. Cuando yo nací mis padres ya habían tenido dos hijos, los cuales seguían siendo pequeños, tenían 2 y 3 años por lo que no daban abasto con nosotros y sus trabajos, aun así se implicaban en todo lo que podían, pero durante la semana, de lunes a viernes, disponíamos de una cuidadora que se encargaba de llevar a mis hermanos a la guardería y traerlos a casa, yo me quedaba con ella porque aún no tenía edad para ir, también nos hacia la comida, nos ayudaba con la tarea y nos entretenía hasta que llegaban nuestros padres, se llamaba Lorena y era como una segunda madre, la queríamos muchísimo pues pasábamos mucho tiempo con ella, no tenía hijos y por eso se volcaba con nosotros, era muy cariñosa. En mi familia siempre hemos viajado mucho en vacaciones y durante esos años que éramos tan pequeños, incluso se venía con nosotros, no por que tuviese que cuidarnos, sino porque era como de la familia y mis padres lo sabían. Ellos siempre nos cuentan anécdotas de cuando estábamos con Lorena; hubo una vez que me dejo jugando solo mientras ella cocinaba, teníamos un recinto pequeñito donde nos podían dejar solos porque estaba cerrado y no podíamos salir a menos que saltásemos, yo siempre he sido muy espabilado así que esa vez salte del recinto y cogí unas pinturas que había sobre el suelo, me puse a dibujar animales sobre todas las paredes de la casa, cuando Lorena se dio cuenta del estropicio que había preparado me empezó a reñir como es normal, pero yo no paraba de reírme y eso hacía que Lorena también se riese conmigo, pero ella tenía que dar imagen de adulta y persona seria así que tenía que aguantarse la risa y reñirme, algo que le resultaba prácticamente imposible, tuvieron que poner baja supervisión las pinturas por mi culpa. Otra de las anécdotas que nos contaban era aquella vez que mis hermanos y yo estábamos durmiendo la siesta, dormíamos los cuatro en la misma habitación, Lorena, mis hermanos y yo, ella se quedó profundamente dormida y nosotros nos despertamos y empezamos a peinarla y echarle cosas que nos encontrábamos por encima, cogimos los polvos de talco y se los pusimos en el pelo, queríamos que tuviese el pelo blanco, cuando se despertó no se dio ni cuenta, tuvieron que llegar mis padres y decirle como estaba manchada por nuestra culpa, éramos unos monstruitos, pero pese a todo eso nos quería mucho, al igual que nosotros a ella.
A los 3 años me dio por Spiderman, el hombre araña, e iba a la guardería disfrazado, me ponía a trepar por todos los sitios que podía, obviamente cada vez que me veían me regañaban y rápido me bajaban del lugar que había escalado. A mi no me importaba que me regañaran por que siempre he sido muy cabezota así que seguía creyéndome que era Spiderman. Todavía tengo la marca de la brecha que me hice escalando las barandillas de mi casa, creo que fue el peor día en la vida de Lorena, menudo susto le di, todo iba bien hasta que ella me vio subido a aquellas barandillas, ya en el 1º piso, se asustó y me grito: “¡Archie, por el amor de dios, baja de ahí, te vas a matar!” Se asusto tanto que lo dijo gritando y a mí que me pilló de sorpresa me asustó y resbalé, caí como una pelota golpeándome con todas las barandillas, por suerte solo me rompí una muñeca y me hice una brecha, hoy conservo la brecha y me cuesta girar del todo la muñeca izquierda, fue entonces cuando le cogí miedo a las alturas, algo que con el tiempo superaría, pero hasta entonces no podía estar en sitios elevados.
En 2001, mis padres me organizaron la mejor fiesta de cumpleaños que ha podido existir, todo lo que un niño de 5 años desea, castillos hinchables, ponis, chuches, piñatas, payasos, miles de juegos para entretenernos, fuentes de chocolate, piscinas, campos de futbol y, sobre todo, muchos niños con los que jugar. Ya he mencionado que éramos ricos así que esto no suponía ningún esfuerzo para nosotros. Fue el mejor cumpleaños de toda la zona y gracias a eso todos los niños querían ser mis amigos, creo que fue la única etapa de mi vida donde he tenido tantos amigos, pese a eso yo seguía siendo muy tímido por lo que me costaba mucho llegar a tener amigos íntimos. Un chico llamado Alberto Hidalgo y una chica llamada Martina Redondo eran los que por ese momento identificaba como mis mejores amigos. Nos pasábamos los recreos riéndonos y jugando, siempre me sentía alegre cuando estaba con ellos. Los miércoles venían a casa y junto con los amigos de mis hermanos pasábamos unas tardes buenísimas jugando y viendo películas, Lorena nos preparaba unas meriendas impresionante, era como estar en una fiesta de cumpleaños cada miércoles, aunque siempre acabábamos discutiendo… Juan Andrés, el amigo de Reggi, era un pegón y siempre acababa llorando alguien por su culpa, solo le caía bien a mi hermano Reggi.
Llevábamos una vida de la que no podíamos quejarnos ninguno, pura felicidad, puro cariño, lo teníamos todo. Nosotros todavía no valorábamos esos aspectos puesto que éramos niños, pero lo que sí que valorábamos mucho era que a pesar de su trabajo nuestros padres nos prestaban mucha atención dentro de sus posibilidades y se implicaban mucho en nuestra educación, sobre todo cuando por razones familiares Lorena, nuestra cuidadora, tuvo que dejar el trabajo, algo que nos dio muchísima pena, aun así, de vez en cuando venía a vernos y pasábamos tiempo con ella. Al empezar el colegio éramos todos muy aplicados, pero poco a poco a poco nos fuimos volviendo unos vagos, creo que fue cuando yo tenía 8-9 años y fue gracias a ellos que pudimos pasar bien de curso. Siempre distraídos con los juguetes que conseguimos esconder en la mochila para poder llevárnoslos a clase, alguna que otra vez nos pillaban y nos los requisaban. Una vez Luis Pizarro, un compañero de mi clase que jugaba conmigo, vio donde la profesora guardaba todos los juguetes que nos quitaba e ideamos un plan para poder recuperarlos todos, estaban bajo llave y eso dificultaría las cosas pero éramos muy astutos, cada uno aportaba lo que podía, Reggi era el más rápido, él se encargaría de coger los juguetes, yo tenía mucha labia y sabia actuar muy bien por lo que me encargaría de distraer a la profesora mientras Antonio cogía las llaves de su bolsillo y Luis se encargaría de vigilar, fue muy emocionante, yo me sentía como en una película de acción, estaba eufórico. El plan fue bastante bien, conseguimos hacernos con los juguetes, pero la chica repipi de nuestra clase, Adela Gil, nos vio y fue corriendo a chivarse a la profesora, nos cayeron 3 semanas de castigo y nuestros padres se enfadaron muchísimo, por culpa de eso no volvimos a hablar con Adela nunca, éramos todos muy orgullosos así que solo la ignorábamos.
Fuera del colegio nuestros padres se encargaban de que no nos aburriésemos mucho, los viernes al salir de clase nos llevaban al parque de atracciones donde nos lo pasábamos genial, a mí me gustaban todas las atracciones que daban muchos giros y te hacían estar bocabajo, me encantaban las emociones fuertes y sentirme vivo. A mis hermanos les gustaban más las atracciones relajadas así que ellos iban con mi padre que era un miedica y yo me iba con mi madre, que era como yo, una aventurera. El sábado íbamos a la plaza a jugar con otros niños del barrio que eran los mismos de nuestro colegio por lo que los conocíamos a todos. Los domingos nos sentábamos todos frente al televisor y poníamos una película en familia, yo siempre quería ver Spirit, estaba obsesionado con ese caballo, tenía toda mi habitación repleta de sus muñecos y posters, al contrario que mis hermanos, que ellos siempre querían ver Cars y todos sus juguetes eran de Hot Wheels. Ellos no entendían lo que yo sentía al ver esa película, siempre me decían que era una niña y me hacían sentir ridículo, ya luego mi madre se encargaba de recordarme la belleza de mis sentimientos, yo quería ser como Spirit, libre, a parte que me daba mucha pena cuando le capturaban, siempre lloraba en esa escena y por eso mis hermanos se metían conmigo.
Cuando nos llevaban a jugar con otros niños siempre acabábamos jugando al futbol, le cogimos tanta afición los tres que nuestros padres decidieron meternos en un equipo de futbol cuando yo cumplí los 10 años. A mí y a Antonio no se nos daba muy bien, pero Reggi parecía haber estado juagando toda la vida, él fue el único que continuó en el equipo mientras que nosotros lo dejamos al poco tiempo. Reggi encontró su hobbie en el atletismo y yo en el boxeo, lo cual no fue ningún acierto, los entrenamientos eran bastante técnicos y casi nunca competíamos ni peleábamos en serio, pero yo me sentía vivo, siempre he buscado esa sensación de libertad, de aventura, poder pegarme con alguien libremente me hacía estar enérgico, eufórico, me gustaba como me sentía cuando boxeaba. Estuve cerca de 7 meses entrenando y la verdad que se me daba muy bien, era realmente bueno así que tuve mi primer combate de competición, el cual superé sin ningún tipo de problema, de hecho, logré llegar a la final, un combate muy complicado, estaba convencido de que lo ganaría, el día antes recuerdo estar super nervioso, tenía que ir al baño cada dos por tres y estuve toda la noche sin dormir. Cuando llegó el combate recibí tantos golpes que tuve que estar en el hospital durante dos semanas, quedé tan asustado que no volví a boxear jamás, me creó un trauma con la violencia, no podía ver películas donde había peleas porque me asustaba y me bloqueaba. Tuve que ir al psicólogo durante mucho tiempo para poder superar ese trauma, el cual no se curo del todo, pero conseguí olvidarlo en parte.
Mis hermanos y yo teníamos mucha suerte, nuestros padres nos daban todo lo que necesitábamos y todo aquello que se nos antojase, siempre tuvieron mucho dinero, sin embargo, mi padre siempre nos repetía la misma frase; “La herencia para el que se lo trabaje”. Nos enseñó a vivir honestamente pese a nuestra situación económica, siempre nos inculcó el deber de ayudar a aquellos que más lo necesitan, incluso puso el nombre de mi abuela a un comedor social que él mismo inauguró, hoy en día puedo decir que no he conocido mejor persona que mi padre, estoy realmente orgulloso de él. Todo esto es algo que de niño no se aprecia, pero cuando vas creciendo tienes claros cuales son los ideales que quieres seguir y yo quería ser como mi padre. El circulo de mi familia estaba compuesto por personas muy importantes y eso hacía que la gente con la que me juntaba fuese muy exclusiva, todo gracias a ellos, sobre todo por mi padre, mi madre odiaba juntarse con sus compañeros de trabajo, pero aun así yo no solía juntarme con casi nadie, era muy asocial, muy tímido, no me gustaba estar rodeado de gente, tuve los mismos amigos durante toda la etapa del colegio.
Cuando yo entre en el instituto a la edad de 11-12 años mis hermanos ya se habían ido a vivir al extranjero, mi padre quería que nos hiciésemos mayores rápido y si para ello tenía que alejarnos de nuestro hogar lo haría, eso hizo que durante un tiempo me sintiese muy solo, era nuevo en el instituto y no tenía demasiados amigos, mis hermanos ya no estaban. En el recreo me sentaba en el bordillo de las escaleras viendo como todos jugaban, a mí me daba vergüenza presentarme a los compañeros, fue entonces cuando conocí a Víctor del Pino. Un chico muy divertido y holgazán, pero con un lado muy oscuro. Yo siempre había sido muy tímido y asustadizo, no solía tener demasiados amigos, pero Víctor se interesó por mí ese día, se acercó y me pregunto porque estaba solo, a lo que yo respondí; no lo sé. Pasaron los días y en cada recreo nos sentábamos juntos en el mismo bordillo, al poco tiempo de conocernos nos juntábamos en casa para estudiar, para hablar de deporte, para cualquier cosa, se convirtió en mi mejor amigo. El rellenó el vacío que dejaron mis hermanos, ya no estaba tan solo, de hecho, no necesitaba a nadie más. La verdad es que se portaba muy bien conmigo, pero nunca fue muy buena influencia, Víctor siempre iba a clase sin hacer la tarea y suspendía casi todos los exámenes. Yo tampoco era la persona más trabajadora del mundo, pero siempre había conseguido sacar las cosas adelante y quería que Víctor también las sacase, así que le ayudé en todo lo que pude y gracias a mí paso de curso. Sus padres estaban muy agradecidos conmigo, siempre me recordaban la buena influencia que era para su hijo. Todo siguió prácticamente igual durante un año, pero en 3º llego una chica nueva a nuestra clase, Marina Casado, era preciosa, morena, ojos azules, atlética, era impresionante, al parecer mi prototipo de chica, aunque eso no lo sabía por entonces, nunca me había preocupado por las chicas, era un inexperto niño de 13 años. Yo no hablaba con ella, pero pese a eso me acabe enamorando profundamente, la única vez que coincidíamos a la semana era en clase de física y química porque nos sentábamos juntos, era las mejores horas de la semana. Se lo conté a Víctor y él me dio muchos consejos, me ayudó a poder ligar con ella. Gracias a ellos, a los dos meses se convirtió en mi novia. Eso hizo que Víctor y yo ya no quedásemos tanto, pero seguíamos manteniendo la amistad.
Al año siguiente me mantuve muy ocupado, pues decidí entrar en el club de debate, siempre había tenido mucha labia y capacidad de reacción así que decidí probar suerte. Entre eso y Marina no daba abasto, hasta el punto en el que Víctor llevaba sin hablarme 1 mes, él decía que no le prestaba demasiada atención, que le estaba dejando de lado cuando había sido él mismo quien me había orientado para conseguir una pareja y tenía toda la razón, pero yo estaba tan obcecado que no le hice caso y eso sirvió para que me alejase aún mas de él. Mis padres se estaban dando cuenta de que es lo que sucedía porque ya no veían a Víctor por casa, solo a Marina. Un día me sentaron a hablar con ellos y me dieron una charla sobre la amistad, algo que nunca olvidare, me sentí ridículo, llevaban razón y yo no lo estaba viendo. Me acordaré toda la vida de ese día, pues fue entonces cuando después de la charla de amistad, mi padre decidió tener esa charla que todo padre tiene con su hijo, no he sentido tanta vergüenza en mi vida, obviamente ya sabía todo aquello, Víctor y yo cuando quedábamos nos metíamos en internet y por curiosidad veíamos muchos videos, bueno al principio era curiosidad, luego ya… El caso es que me sentí tan avergonzado que durante una semana evite llevar a Marina a casa y eso que nunca había habido problema con eso, mis padres eran muy abiertos en ese sentido, pero no me sentía a gusto, siempre he sido muy de guardarme las cosas dentro y que me dieran esa charla fue como si alguien estuviese entrando en mi vida y la estuviese viendo por completo. También he de reconocer que, si no hubiese sido por esa conversación, yo no hubiese empezado a pensar en ese tema con Marina, ya llevábamos saliendo un tiempo y aun no me había creado la duda de hacerlo con ella. Durante una semana busque sacar el tema de conversación con ella, pero como siempre, mi aspecto tímido hacía que no fuese capaz de ser claro, algo que siempre me ha ido molestando en mi día a día. Tuve la suerte de que Marina fue quien dio el primer paso a tener esa conversación y así me dio a entender que sí que quería que pasase pero que aún no estaba lista. Tuve que esperar a mi cumpleaños, ese fue mi regalo, el mejor regalo que un chaval de 15 años podía recibir, fue muy bonito la verdad, estaba tan a gusto con ella, la única preocupación que yo tenia era que en algún momento ella se cansase de mí. Algo que acabo ocurriendo, pero en ese tiempo disfruté todo lo que pude de ella. Aprendí lo que era el amor, con tan poca edad, pero con la capacidad de sentir tanto. Gracias a esto me di cuenta de aspectos de mi vida que jamás había contemplado, como el ser detallista, me encantaba darle sorpresas a Marina, hacerle regalos… Cuando Marina y yo cortamos, lo pasé fatal, estuve sin poder salir de casa mucho tiempo y mis padres creyeron que era buena idea llamar a Víctor, para ver si conseguía animarme un poco. Al principio no me gustó nada la idea, pero me sirvió para disculparme con él y retomar la relación, gracias a dios Vic no me guardaba rencor, me perdonó y volvimos a ser uña y carne, pase unos meses muy malos y me costó mucho volver a retomar las ganas de conocer más chicas.
Cuando conseguí curar completamente la herida, Víctor me organizó a una fiesta privada en su yate, lo hizo con motivo de mi decimoséptimo cumpleaños, estaba repleto de mujeres atractivas, drogas y mucho alcohol, solo teníamos 17 años, pero parecía que Víctor tenía 24. Yo nunca he sido de bailar y emborracharme durante toda la noche, ni de ligar con chicas, pero esa noche Víctor me hizo pasarlo realmente bien, recuerdo que no paramos de cantar en toda la noche, incluso elegimos nuestra canción favorita (Salió el Sol) y nos inventamos un saludo, eso fue la parte más tranquila. Bebí tanto que ni me acordaba al día siguiente y cuando acabo la fiesta, todo el mundo se fue a su casa menos yo, que decidí quedarme a dormir con Víctor en el yate, no podía ni andar de todo el alcohol que llevaba encima, a la mañana siguiente él me confesó que no era ni su yate, era el de su padre (Arthur) y que él no sabía que estábamos allí, así que me asusté y decidí marcharme sin previo aviso.
Llegué a mi casa y cuando volví a ver a Víctor me contó que su padre ni se entero de que estuvimos allí, así que no paramos de hacer bromas delante de nuestras familias las cuales solo entendíamos nosotros, teníamos tantas cosas que un yate no era importancia para nuestros padres. Vic y yo ya éramos íntimos de nuevo, hermanos, compartíamos absolutamente todo, parecía que no teníamos secretos. Nuestros padres se conocían de hace mucho tiempo, prácticamente desde que empezamos a ser amigos en el instituto, resultó que ellos también se hicieron muy amigos, pasaban mucho tiempo juntos e incluso tenían negocios anexos.
Pasaron varios años y todo seguía igual, la relación entre Arthur y John cada vez era más grande, yo no entendía por qué, pero a mi madre no le caía bien el padre de Víctor. Un día al llegar a casa empecé a escuchar gritos arriba y subí a ver qué pasaba, eran nuestros padres discutiendo, con un maletín encima de la mesa, yo no veía que llevaba dentro, pero sabía que era la razón de la discusión. Ese mismo fin de semana Víctor me invitó a pasarlo con él en Italia por que se acordó de una conversación que tuvimos donde declare que me apasionaba la pasta, fue un fin de semana espectacular, visitamos Roma, Venecia y Albero-bello, realmente precioso. Hacía mucho que no me volvía a sentir así de libre, Víctor de nuevo lo había conseguido. El domingo cuando regresamos me quedé en su casa, aquí en Valencia, yo no podía dormir y decidí ir a por un vaso de agua, de vuelta a la cama pase por el despacho de Arthur y vi el maletín por el que discutieron mi padre y él, tuve curiosidad y fui a ver que era, obviamente estaba cerrado y no pude averiguarlo, pero si que me fije en una insignia que tenía: eran tres monedas dentro de un círculo, cada moneda de un país, solo pude diferenciar el dólar y el euro. A la mañana siguiente vi a su padre poner la contraseña del móvil mientras desayunamos y pensé que esa podía ser la clave, así que la memoricé, nunca he sido bueno en recordar cosas, diría incluso que era bastante malo, pero hice el esfuerzo por que esta vez se trataba de algo muy importante.
Durante esos días mis padres discutían mucho, mi padre estaba muy nervioso y yo notaba que algo estaba pasando. Mi madre le decía continuamente: “te dije que ese hombre no era buena compañía, tienes que romper con él todo lazo, por mí, por tu hijo”. Era algo serio, nunca los había visto así. Pasaron algunos meses y la situación no mejoraba así que mi madre decidió pedir el divorcio a mi padre. No fue algo fácil de llevar, gracias a dios tenia a mi amigo Víctor, era el único en quien confiaba como para hablar de mis asuntos. Yo me quede viviendo con mi madre y John se compró un piso cerca de nuestra casa, la verdad que le veía todos los días, lo único que había cambiado eran las discusiones, ya estaba todo más tranquilo.
Mientras tanto Víctor y yo seguíamos exactamente igual, haciendo cosas de adolescentes, estudiando, yendo de fiesta, conociendo chicas… La única diferencia es que ahora Víctor había conocido a unos amigos nuevos que no me daban buena espina, eran majos y divertidos, pero no eran de fiar. Ese mismo sábado salimos todos de fiesta y todo iba bien hasta que me separé del grupo. Olvidé mi abrigo así que tuve que volver a buscarlo y cuando salí del local en su busca, me encontré a los 5 amenazando a un pobre chico, les debía mucho dinero y ellos le pegaron una paliza, no me enteré de mucho más, yo no hice nada, solo miré, al fin y al cabo, seguía siendo aquel chico asustado y tímido. Yo nunca había sufrido acoso por parte de otros chicos, pero ¿y si ahora trataba de ayudar a aquel chico?, ¿Qué me harían a mí? No creía que después de tantos años siguiese teniendo miedo a la violencia, teniendo ese maldito trauma que me acompañó desde aquel combate de boxeo. Después de tantos años con Víctor, por primera vez sentí que me estaba ocultando cosas. Eso me dolió casi mas que el divorcio de mis padres, Víctor era como mi hermano, mi mayor apoyo y me estaba engañando.
Al yo cumplir los 18 años podía ir y venir a la casa de mis padres con total libertad, ya no dependía de la palabra de un juez para estar con uno o con otro, también es cierto que vivían al lado, desde una casa podía ver la otra y viceversa. Ese cumpleaños fue el mas triste de todos, cualquier adolescente quiere cumplir 18 años, pero yo sabia que sería el primer año de mis padres separados, ni la moto que me regalaron consiguió alegrarme ese día ya que la frialdad que había en el ambiente se podía respirar.
Poco tiempo después Arthur apareció por la casa de mi padre cuando yo estaba allí, yo ya había olvidado la discusión que hace tiempo tuvieron así que le salude con normalidad y me fue a ver la tv. Cuando Arthur se fue, mi padre subió corriendo a su despacho y guardó algo en su caja fuerte, cerró tan fuerte la puerta que hasta el vecino lo escuchó. Esa noche no durmió, se pasó en vela dando paseos por el despacho durante la madrugada. Esa semana hizo cosas muy raras, desaparecía a altas horas de la noche, venia gente muy rara a casa, escondía cosas… El viernes de repente le surgió un viaje a Estados Unidos y yo me quedé solo en su casa. Pensé que era el momento perfecto para averiguar que había en esa caja fuerte. Obviamente me sabia las contraseñas de mi padre, cuantas veces le habría cogido dinero de su despacho… Abrí la caja fuerte y ahí estaba, el maletín que hace meses vi en casa de Víctor, lo saque e intenté recordar la contraseña del móvil de Arthur, me costó, ya pensaba que no lo conseguía, pero en efecto, esa era la clave, después de 20 intentos abrí el maletín y encontré muchísimos billetes de 500 euros. ¿Para que tendría mi padre ese dinero ahí? Nunca hemos necesitado dinero, ¿Por qué lo esconde? Yo no entendía nada así que decidí marcharme a casa de mi madre, no me daba buena espina quedarme solo en esa casa.
Al volver mi padre, todo seguía como siempre, ese mismo lunes, a las 23:37, me acuerdo por que estaba con el ordenador y justo escuche frenazos muy fuertes, 4 Range Rover con aspecto de ser muy caros pararon frente al portal de mi padre, él bajó y se subió al coche, llevaba el maletín, yo lo estaba viendo todo por la ventada del salón que daba su casa. Bajé corriendo al garaje, cogí la moto y salí, ya no estaban, se habían ido, quise probar suerte yendo a casa de Víctor, a ver si pasarían a recoger a Arthur. No aparecieron los 4 coches, pero si un Ferrari blanco y Arthur, que se subió. Les seguí durante 1h y media y pararon en un puerto, donde estaban los 4 coches. Yo fui bajo el puerto para que no me viese nadie, recuerdo que estaba todo lleno de bichos y animales, y a pesar de lo asustadizo que era, eso no fue suficiente para evitar que esa noche me quedara todo claro sobre lo que estaba ocurriendo en la vida de mi padre.
El padre de Víctor era contable en otra empresa y discutía con mi padre porque ambos habían hecho un negocio que hizo perder mucho dinero a sus empresas y para resolverlo se metieron con gente peligrosa, “los chinos” , mi padre había robado cientos de millones de euros, al igual que el de Víctor. Ambos contactaron con una mafia china para que les ayudasen a recuperar ese dinero y al parecer uno de los dos sí que lo recuperó. Arthur había vendido a mi padre, esa noche vi como 7 tíos con bates le reventaban las piernas, mientras uno le tapaba la boca, el resto le rompía cada hueso, yo no sabía cómo seguía aguantando. Me sentía horrorizado, acongojado, no podía mover ni un musculo del miedo que tenía. Pensaba que después de semejante paliza, le dejarían en paz, pero Arthur no hacia más que reírse con el chino ese, repetía una y otra vez: “tenías que haberme hecho caso John, ahora tendrías todos los huesos en su sitio”. Mi padre solo le respondió: “No sé cómo has sido capaz de hacerme esto amigo mío, pero solo te pido que no hagas daño a mi familia por favor” acto seguido el chino saco una pistola y le pego un tiro, echaron el cuerpo al mar. Mientras tanto yo no hice nada, solo miré, seguía teniendo miedo, no moví ni un músculo, sentía la rabia y la traición de mi padre, pero sobre todo estaba roto por su muerte.
Cuando llegó a oídos de todo el mundo se formó un gran escándalo, ¿Un multimillonario relacionado con un ajuste de cuentas? ¿En qué posición dejaba eso a mi familia?
Mi madre no pudo aguantar semejante dolor mezclado con continuas intromisiones de reporteros y nos mudamos a Francia, con el fin de dejar atrás todo lo sucedido y curar las heridas, nos alojamos con el resto de la familia, no volví a ver ni a Víctor ni a su padre y en ese momento no era algo que me importase, sabía que necesitaba cambiar, nunca me perdonaría haber podido hacer algo para ayudar a mi padre y haberme quedado quieto. Tardamos mucho en recomponernos de aquel golpe, mi madre tuvo que dejar el trabajo por depresión y cayó en una monótona vida sedentaria, yo no podía ayudarla y eso me frustraba, pero no podía parar mi vida así que una vez acabado el bachillerato decidí irme con mi hermano mayor Antonio a Estados Unidos, quería cambiar y perder ese miedo que me hacía mirar a otro lado, hacerme fuerte y dejar mis inseguridades a un lado, conseguí entrar en Oxford para estudiar Economía y Derecho, terminé la carrera con matrícula de cum laude en un tiempo de dos años. Me especialice en Delitos económicos y fiscales, en derecho penal y civil. Se podía decir que estaba preparado. Nunca más me quedaría mirando, esta vez estaría listo para actuar. Todos estos años de duros altibajos me sirvieron para pasar de ser un niño asustado a alguien seguro de sí mismo y persistente y ahora con todo el conocimiento necesario sobre la ley, podría hacerme valer en un mundo de delincuencia y violencia.
Conseguí trabajo en uno de los mejores despachos de abogacía del país, Sullivan & Cromwell. Con 21 años tenia uno de los mejores puestos de mi profesión, tenía la vida resuelta. Me compre una casa, deje de fumar, comencé a trabajar duro y a subir de rango, al año ya era de los mejores abogados del país, implacable y depredador, todo con honestidad y perseverancia. Tenía claro que no iba a cometer los mismos errores que mi padre cometió en su día. Conocí a una chica, Janet Smith, la chica que vivía a dos manzanas, pero poco tiempo después recibí una llamada de mis tíos, mi madre, le había detectado un tumor en el cerebro, nunca supero la depresión y eso le llevo a no tener fuerzas para luchar contra esa enfermedad, el tumor era de reducido peligro, pero ella no fue capaz de superarlo. Durante un año estuve cuidando de ella y cuando ya no pudo más falleció.
Tuve que volver a España junto a mis hermanos para firmar papeles de la herencia y sobre los negocios que dejaron allí nuestros padres. Mis hermanos solo se quedaron 2 semanas, pero yo alargue la estancia 1 año entero pues mientras limpiaba la casa de mi padre pude encontrar unos papeles en los que daban datos claros de que mi padre no trabajó solo, sino que Arthur también estaba implicado, me pasé 6 meses nervioso y obsesionado, recogiendo toda la informacion posible, tenía que ser paciente y organizado, paciente… algo que probablemente jamás haya sido, no podía ser llamativo o se darían cuenta de que alguien estaba indagando en un tema del pasado, cuando ya estaba listo quise ir a juicio, hacer pagar a ese hombre lo que le hizo a mi padre. Ningún juez quería abrir un proceso contra Arthur, a quien todos se referían como El señor Del Pino. Durante estos años había adquirido mucho poder y ahora era un hombre influyente en Valencia, pero yo ya no tenía miedo, ahora iría a por él.
No pude hacer nada, nadie me hacía caso, decían que no eran pruebas suficientes, que el señor Del Pino tenía demasiado poder como para que alguien en esta ciudad pudiese hacerle algo. No me di por vencido y seguí indagando, hablando con antiguos trabajadores, vecinos, etc… casi nadie sabía nada, todos hablaban de aquel gran negocio que salió mal hace muchos años entre mi padre y él, pero nadie sabia exactamente de que se trataba. Conseguí reconocer la 3ª moneda que salía en el maletín, era un Renminbi, la moneda china, todo aquello me llevó hasta el barrio chino donde pude encontrar a Víctor. Ahora llevaba los negocios con su padre, estuve siguiéndoles durante semanas, incluso fueron a china de donde no pude sacar nada mas que 2 caras, las cuales no las reconocí. Volvieron de vuelta a Valencia y durante meses les perdí el rastro.
Cuando ya estaba resignado a olvidarlo todo y volver a casa, reconocí a dos chinos, eran los socios de Del Pino. Gracias a ellos averigüe donde estaban Víctor y su padre. Mi vida había dado un vuelco de 180º en los últimos 3 años, pasé de ser el mejor profesional de mi país con 21 a ser un obsesionado vengador de la muerte de mi padre con 24.
Descubrí que estaban en estados unidos, en una ciudad donde al parecer los asesinatos, robos y secuestros están a la orden del día. Donde las mafias campan a sus anchas y donde los hombres se hacen ricos, en Los Santos. Hice las maletas, puse todos mis asuntos en orden y comencé mi viaje, no dejé nada a lo que volver, no me daba ni pena dejar el que había sido mi hogar y fruto de tanta felicidad durante tantos años, iba a hacerles pagar todo lo que le hicieron a mi familia, no tenia claro ni el como ni el camino, solo sabia que todo acaba de empezar, solo sabía que ya no era aquel niño que miraba para otro lado, ya no me asustaría al ver un poquito de violencia, era un hombre fuerte y persistente. Estaba motivado para hacer justicia.
Tras llegar a Los Santos, apliqué para acceder a un puesto en el Buró Federal de Investigación, el cual se me concedió. Laboralmente empecé a progresar, llegando a adquirir el liderazgo de la división científica del FIB, ERT, división a la cual dediqué muchísimo esfuerzo. Fue un mal momento para acceder al FIB, no había apenas instructores y los agentes teníamos que hacernos autodidactas... Todo cambió cuando llegó Fran Sanz al Buró tras realizar un reingreso, quien sin yo saberlo me tomaría como aprendiz para prepararme para el futuro.
Fran Sanz me introdujo en la investigación y gracias a el, logré culminar una de las grandes investigaciones del FIB, la C-027-AB, relacionada con un grupo criminal llamado los Aryan Brotherhoods, liderados por mi Némesis, Thomas Perkins. Al cual logré relacionar con numerosos delitos federales por los que cumplió una larga condena. Gracias a ese operativo, Orange Lies, los directores Duno y Ferro me ascendieron a supervisor de campo y no pasó mucho tiempo hasta que obtuve mi siguiente ascenso, Jefe de Personal, lateramente obtenía un ascenso al año, hasta llegar a la Sub-Dirección del FIB, donde me mantuve varios años, junto a Matías Ferro.
Finalmente, Matías Ferro se retiró y tome el mando del FIB junto a mi gran compañero, Fran Sanz, juntos llevamos a cabo grandes cosas en el FIB, desarrollamos grandes proyectos y mejoramos lo que hasta entonces había sido un poco caos.
Tras mi último trabajo con VENALTA SA, investigando a Frank Connors, quien logré tomar como informante, dejé el mando del FIB por encontrar disidencias con Washington sobre el liderazgo del Buró.