Estela Smith



  • NOMBRE COMPLETO: Estela Smith

    EDAD: 32 años

    LUGAR DE NACIMIENTO: Los Ángeles, EEUU

    NACIONALIDAD: norteamericana.

    SEXO: Mujer.

    PADRES: Emma Castillo y Hannibal Smith.
    En la ciudad de Los Ángeles, EEUU, los padres de Estela se conocen al comenzar a trabajar juntos en una empresa de seguridad. Hannibal, un hombre con gran desparpajo, vacilón, carismático y con mucha labia para las mujeres consigue enamorar a Emma, mujer trabajadora, amable y empática. Tras seis meses de relación la pareja se entera de que están esperando un bebé, la relación de noviazgo no se hizo más formal; aunque en apariencia Emma decía que era decisión de ambos, era bien sabido por su familia y amigos que ella sí hubiera dado el “sí quiero” a Hannibal.
    La madre de Emma, Mariella o también la llamaban doña Fe, solía decir a su hija: “ese hombre no es bueno para ti Emma” Frase que la joven de 30 años no podía soportar. Estela llegó al mundo una inusual calurosa noche del 2 de marzo de 1988. Durante el parto Emma había estado acompañada por su madre pero Hannibal no apareció hasta la mañana siguiente día poniendo como excusa la carga de trabajo y estuvo comportándose de forma extraña: miraba poco a la niña, la cogió en brazos solo lo conveniente. Doña Fe, harta de la situación le espetó a Hannibal: ¡es tu hija, mira que ojos tiene, son igualitos a los tuyos! Tras el alta en el hospital Emma y Hannibal llevaron a su bebé al apartamento rentado en Ocean Park, un barrio a escasos minutos de la playa. Emma no paraba de observar los gestos y actitudes que tenía Hannibal hacia la niña. Una madrugada cuando le tocaba dar el pecho a Estela, vio que Hannibal y la niña no estaban, miró con urgencia el móvil, buscó alguna nota por la mesa de la cocina y encontró un papel pegado a la puerta de la salida del apartamento: “Estamos en la playa. H” Emma se dirigió a encontrarse con ellos y lo que vio la devolvió la ilusión de que todo saldría bien: Hannibal estaba mirando a la niña a los ojos, la estaba hablando como solo un padre amoroso puede hacerlo. Emma deseo que esto fuera el comienzo de un amor más profundo e infinito que el firmamento, se le saltaron las lágrimas y sonreía viendo al padre y a la hija.

    APARIENCIA FÍSICA: Estela mide 1'65m, con rasgos caucásicos, el color de sus ojos son verdeazulados y su pelo es de color oscuro.

    PERSONALIDAD: Estela quiere y sueña con tener su propia empresa, donde ella sea la jefa y pueda tomar las decisiones. No obstante, sabe que para alcanzar su sueño tiene que comenzar desde abajo: ahorrando dinero, esforzándose para labrase su futuro en la isla. Pero no le preocupa, tiene la determinación de su abuela y la fuerza de su madre.
    Sus miedos: Estela teme verse atada emocionalmente y que la vuelvan a hacer daño y tener que ir a terapia para superar el dolor. Por lo que ella querrá rodearse de buenos amigos creando su círculo de confianza en el que se sentirá protegida.

    INFANCIA: Una tarde en la que Emma y la bebé habían ido a visitar a la abuela Fe, que vivía en Santa Mónica. La abuelita Fe le preguntó a Emma si podía ir a vivir con ellos que así sería una abuela comprometida en el cuidado de su nieta Estela. A Emma no le pareció mal y valoró la ayuda de su madre. Mientras tanto Hannibal aprovechó para recoger todas sus cosas, había conseguido un ascenso como consultor para la empresa de seguridad e implicaba viajar por todas las ciudades del país y si le iba bien durante un año podría solicitar un puesto para trabajar en el extranjero. Hannibal dobló un folio a la mitad y escribió: “Emma, no pude decirte esto a la cara. Soy un cobarde. Sé que serás una gran madre. H” Lo que Emma nunca supo es que Hannibal había informado de sus intenciones previamente a la abuela Fe. Al llegar las tres mujeres a casa para comunicarle a Hannibal sus planes de que la abuelita viniera a vivir con ellos, Emma descubrió la nota, la leyó y su mundo se rompió en mil pedazos.
    Pasaron los primeros años en la infancia de Estela. Emma se centró profundamente en el trabajo, mientras tanto la abuelita Fe cuidaba amorosamente de su querida nieta, la estaba viendo crecer, la enseñaba desde muy pequeña a amar el arte ya que la abuelita tenía una galería que había adquirido con su difunto marido. A veces la abuelita Fe rezaba y no había día en que no recordara a su difunto Andrés. “Ojalá pudieras darme algún consejo, alguna pista para reconfortar a Emma. Está sufriendo amargamente por dentro por un hombre que ni vale cuatro cuartos de dólar”

    JUVENTUD: Estela creció con la idea de que su padre se había marchado porque no quería estar con ellas pero su abuela con las palabras más sencillas que podía encontrar: “tu padre es un pobre hombre que no sabe ver lo bonita y preciosa que eres. Tu madre y yo siempre estaremos a tu lado”. Además, junto a su abuela descubrió el mundo, siempre le contaba cosas positivas para explicarle porqué trabajaba tanto su madre, ya que para una niña pequeña no tener al lado a sus padres es arduo de comprender. Estela le contaba a su abuelita Fe todo lo que ocurría en el colegio, sobre su mejor amiga, sus compañeros, sus series favoritas, el libro que la había hecho soñar, su primer flechazo, etc. La abuelita Fe era cariñosa con su nieta, pero también firme y con límites infranqueables en aspectos de valores, por ejemplo: juntas ayudaban en los proyectos solidarios de la comunidad los fines de semana, apoyaban las causas benéficas del grupo parroquial, etc. Aunque alguna vez fue a misa con su madre y su abuela, Estela no se sentía creyente.
    Al llegar a la adolescencia se hicieron patentes muchas nuevas normas que Emma quería establecer a su hija, pero esto no hizo más que empeorar la delicada relación entre Estela y ella. La adolescente buscaba consejo en su abuelita y rechazaba notablemente y sin miramientos a su madre espetándola frases tan dolorosas como: “no sabes nada de mí”, “tú no me puedes dar órdenes ni hacer nada” y la peor de todas “por tu culpa mi padre se marchó” La consecuencia a ésta última frase fue una bofetada de su abuelita Fe. Las tres mujeres se quedaron atónitas de lo que acababa de pasar. Mariella les dijo “¡Tenéis mucho que hablar vosotras dos! Emma, tu hija tiene 16 años y pronto cumplirá los 17 es el momento de que seas tú quién le de respuesta a sus preguntas” Pero Estela ofendida en su orgullo se negó a escuchar nada. No se volvió a tocar el tema y pensando que tendrían todo el tiempo del mundo para hablar de ello lo dejaron pasar. Estela consiguió unas buenas calificaciones y decidió que quería irse muy lejos en lugar de empezar la universidad, que se tomaría un año sabático. Su abuelita Fe y su madre pusieron el grito en el cielo: ¡con qué dinero! Para quitarle la idea de la cabeza le dijeron que tenían familia en Minnesota, primos lejanos y que si quería podían retomar el contacto para que se fuera allí. A pesar de su juventud Estela entendió que debía obtener dinero durante unos años así que hizo su maleta, empacó sus objetos más necesarios y se marchó a la ciudad de Sant Paul en Minnesota, rentó un piso y tomó tres trabajos en Minneapolis. Además, comenzó a tener relación con sus primos y quedaban para salir al cine, a la discoteca o hacer barbacoas los fines de semana.

    ACTUALIDAD: Años más tarde. Una tarde Estela caminaba junto a su madre por la playa y esta empezó a hablarle de su padre: “Sabes, tu padre odiaba la arena y en cambio yo la amaba. Había muchas cosas en las que no coincidíamos, pero me hacía reír, mucho. Creí que iba a ser el mejor padre para ti, Estela. De verdad que quería que fuese así, pero en sus planes no estábamos nosotras. Toma, el mensaje que me dejó... En eso también se equivocó, he sido una madre ausente. Lo siento mucho, hija mía. Pensé que darte lo mejor era lo que tú necesitabas, la mejor casa, el mejor colegio, la mejor ropa, que jamás te faltara de nada y lo que más te faltó fui yo ¡¿cómo no me di cuenta?! Lo daría todo por ti” Siguió hablando de cómo se conocieron y que debido al trabajo en la empresa aprovechó para marcharse al extranjero. Estela estaba conmocionada no sabía cómo procesar todo eso, nunca había pensado en que su madre fuera tan amorosa y que la quisiera tanto. Había crecido con la idea de que su madre vivía exclusivamente para el trabajo y que tener una hija era un complemento, pero no el centro de su vida. No pudo aguantarlo más y se echó a llorar. Ambas mujeres se abrazaron y el tiempo se detuvo para las dos. Estela lloró de rabia por lo que había provocado la marcha de su padre en las dos mujeres. Por lo tonta que había sido el planteamiento de su madre de vivir exclusivamente para el trabajo y nada más. Por primera vez se sintió plenamente feliz. A partir de ese momento Estela comenzó a contarle más cosas a su madre, era curioso porque su madre se parecía mucho a su abuela. Se sentía feliz de ver a las dos mujeres de su vida tan parecidas y se preguntaba si ellas pensarían lo mismo.

    Un día muy divertido fue en la playa cuando su abuela no pudo aguantarse y le preguntó a su nieta si era lesbiana porque no le había visto con ningún novio. Estela se rio como nunca, el atrevimiento de su abuela y la cara de sorpresa de su madre corroboró que habían estado hablando del tema entre ellas dos. “La verdad es que durante los años que estuve en Minnesota tuve algún que otro novio, abuela” Emma y la abuelita le aclararon con prontitud que fuera de la orientación que fuera, ellas siempre la querrían. La felicidad de Estela por aquel momento se reflejó en su rostro, en su sonrisa, en sus ojos. Emma se quedó paralizada y pensó “Hannibal” y rápidamente bebió agua y gritó “¡al agua, a ver quién llega antes!” Emma prefería que aquella desafortunada lágrima se perdiera en el océano infinito. La abuela de un salto se levantó de la silla de playa y dijo “¡no me ganarán!” Emma pensó “¡qué desgraciado eres Hannibal, te has perdido lo más maravilloso de este mundo: Estela, mi hija.”
    Estela se sentía imparable y trabajando como auxiliar en la galería de su abuela y otro trabajo extra pudo ahorrar para que a sus 28 años comenzara a estudiar en la universidad de Los Ángeles y al mismo tiempo trabajaba en la cafetería de la facultad y los sábados en la biblioteca como cuentacuentos. Pasaron los meses y se hizo una pequeña pandilla de amigos, entre ellos sintió un flechazo por Helen, es cierto que había sentido atracción alguna vez por mujeres, pero nada comparado con aquello. Era entrar en una sala y Helen era el foco de atención, extrovertida y divertida era la más querida en todos los grupos de compañeros de la carrera. Lo sabía todo de todo el mundo. Sus padres emigrantes de Europa del este habían trabajado arduamente para que Helen tuviera una oportunidad de ir a la universidad. Su pelo negro como el azabache y liso como la arena embelesaban a Estela cada vez que se quedaba mirándola. Se hicieron amigas, pero ella no veía que Helen mostrara interés, así que poco a poco se fue deshaciendo de la idea de poder tener algo con su compañera. Una noche durante una fiesta nocturna de un amigo que celebraba su cumpleaños, Helen le hace llegar a Estela un mensaje para que se reúna con ella en la puerta de la casa y cuando esta le ve llegar le pregunta si tiene miedo a las alturas, Estela le contesta que no. Van animadamente charlando hasta que Estela se queda con la boca abierta al ver un hermoso globo aerostático “¡¿Helen por qué?!” Helen la tomó de su mano y ambas subieron al globo “¿Supongo que sabrás manejarlo verdad?” Helen no contestaba y el globo empezó a elevarse. La noche calmada dejó ver las luces de la ciudad de Los Ángeles. Estela extasiada de ver semejante belleza urbanita se giró hacia Helen que se había acercado a ella hasta estar casi a un palmo de distancia. Lentamente la tomó entre sus manos y el beso fue profundo lleno de ternura, pero se tornó apasionado. Bajo la bóveda celeste de una noche a mediados de mayo Estela se sintió en completa plenitud con el mundo, con el presente, con el pasado y los primeros rayos de sol la hacían soñar con un futuro.

    Estela le contó a su madre y abuela su noviazgo con Helen. Ellas deseosas de conocer a la afortunada organizaron una comida. Helen fue una delicia de persona y rápidamente congenió con la familia de Estela. Pasarón dos años de noviazgo y se fueron a vivir juntas a un apartamento rentado. El año que vivieron juntas estuvo repleto de buenos momentos, es cierto que discutían, pero por cosas que tenían solución y adoptaron a una gatita: Sybil. Cuando Estela preguntaba por la familia de Helen ella cambiaba de tema o simplemente decía que ellos no eran tan comprensivos. Ya a finales del último año de carrera Helen llegó con un panfleto de un centro de maternidad. Estela no daba crédito, cierto que habían hablado de niños, pero no ahora, no era el momento. Helen empezó a hablar del tema constantemente y siempre incidía en que quería que Estela fuera la madre de sus hijos y que económicamente podrían trabajar las dos en la galería de la abuelita Fe para costear los gastos. Estela fue a hablar con su madre y su abuela sobre ello. Tan pronto como expuso su preocupación la abuela Fe dijo “Antes que nada y previo a tomar cualquier decisión tenemos que conocernos las dos familias ¿no crees?” Cuando Estela le propuso a Helen conocer a su familia de manera formal, esta montó en colera, la reprochó que hubiera ido a hablar con su familia de asuntos de pareja, menospreció la relación que tenían con ellas, tachándola de tóxica “¡Te están manipulando!” Estela estaba aturdida no sabía que hacer, no quería enfadar más a Helen, pero tampoco quería alejarse a su familia. Cada mes Helen se marchaba un fin de semana con su familia, siempre prometiendo que ese sería el momento en el que hablaría con ellos sobre su relación pero esa conversación nunca se producía. Uno de aquellos fines de semana en los que Helen se marchaba, le abuelita Fe hizo una visita sorpresa a la casa de su nieta, sabía la angustia que debía estar sintiendo y la dijo: “Estela necesitas saber quién es la familia de Helen. Necesitáis su apoyo. No podéis crear una familia sin su apoyo” Estela sabía que su abuela tenía razón y fue en busca de Helen para poder zanjar el asunto de tener tanto miedo a la reacción de la familia. Al llegar a la casa no encontró a nadie y llamó varias veces a Helen al móvil, pero tampoco obtuvo respuesta. Una vecina chismosa se acercó a ella y la comunicó que toda la familia se había ido a la iglesia San Cristobal: “Sabe, se casa el ojito derecho del señor Kozlowicz: Helen, con un joven muy importante. ¡Vamos! es la boda del año” Estela se quería morir, todo encajaba ahora, como las piezas de un puzle: Helen se casaba para guardar las apariencias con su familia y mientras tanto iba a llevar una doble vida. Puso rumbo a la iglesia, deseaba que aquella señora se equivocara, pero no. Allí estaba Helen vestida de blanco al lado de un hombre apuesto intercambiando los anillos. Podía hacer dos cosas dar un paso adelante y montar una escena que la familia jamás olvidaría y destruir a Helen por completo o recoger todas sus cosas del apartamento. Se dio la vuelta y salió de la iglesia, había tomado su decisión condujo el coche más deprisa de lo habitual, llegó al apartamento y empezó a empacar todo lo suyo entre llanto no podía creer lo que estaba pasando. “¡Por qué me estás haciendo esto Helen!” Lo hizo todo en una tarde y al caer la noche tenía la mayoría de cajas metidas ya en el coche. Cogió un trozo de papel y escribió por atrás “Helen esto se ha acabado. No te molestes en explicarme nada y menos aún en volver a verme.” Miró a Sibyl a los ojos y la gata la devolvió la mirada “¿se hará cargo Helen de ti?” Cerró la puerta detrás de sí pero se dio la vuelta, entró de nuevo en la vivienda y sacó el trasportín del armario, cogió a la gata y la metió con cuidado dentro. Escribió apresuradamente “Me llevo a Sibyl. Sé que la cuidaré mucho mejor que tú lo harás jamás. ¡Gatas e hijos con tu marido!”
    Estela apareció esa misma noche en la casa de su madre y abuela en el barrio de Los felices al norte de Los Ángeles. La recibieron con los brazos abiertos. La cubrieron de cariño y comprensión. Después de llorar comenzaron a reírse, la abuela muy socarrona: “mujer, al menos me has traído una gata que tu madre me trajo una bebé preciosa” Estela abrazó fuertemente a su abuela e hizo la pregunta que toda persona despechada se ha hecho alguna vez “¿cuándo se me pasará este dolor?” La abuela y la madre se miraron y sonrieron: “con el tiempo, hija. Deja que pase el tiempo porque el tiempo es el mejor amigo del olvido. Superarás esta experiencia” le dijo su abuelita.
    Su abuela no se equivocó, el tiempo lo cura todo. Estela volvió a recomponer su corazón herido día a día, semana a semana. Helen no se puso en contacto con ella y fue lo mejor para cicatrizar la herida. Emma decidió pedirse unas vacaciones en la empresa e irse con su hija a hacer la ruta 66.
    Mientras madre e hija estaban más unidas que nunca y el lazo que las unía se endurecía, Helen se atrevió a ir a la casa de la abuelita Fe esperando que le abriera Estela y sino tenía preparado un discurso de disculpa para Emma y Fe por si eran ellas las que le recibían. La abuelita Fe al verla plantada en la entrada le gritó muy enfadada “¡Ahórrate abrir esa boca y decir cuatro palabras que no valen nada! Estela no quiere volver a verte y lo dejó muy claro en su nota. ¡Entérate: cómo va a querer verte si has sido tan traicionera, cobarde y mentirosa como su padre! ¡Deberías saberlo, tú que fuiste su novia, jamás te perdonará por lo que has hecho!” Tras lo cual doña Fe cerró de un portazo y Helen desapareció de sus vidas para siempre.
    La abuelita Fe se preparó una infusión para calmar los nervios de tan inesperada visita y como venía haciendo ya unos meses atrás sacó un álbum de fotos y comenzó a recordar su pasado. Sus momentos más felices, sus momentos más memorables: su primer trabajo, sus primeros romances, su primer puesto de encargada en una galería. Pero empezó a degustar el recuerdo de la vida junto a su marido, lo feliz que fue junto a él, la suerte que tuvo de encontrar a una persona tan dulce, fue un gran padre y un amoroso marido. Los recuerdos se agolpaban en su mente, toda su vida, Emma, Estela y todo lo que les había enseñado a ambas… siendo su último pensamiento para sus dos amores: “solo quiero que sean felices” y así se quedó la buena mujer, sentada en el sofá con los ojos cerrados para siempre y con el álbum de fotos sobre las piernas, rodeada de paz.
    Pasaron dos días hasta que la señora de la limpieza encontró a doña Fe. La mujer llamó a la policía, la ambulancia y a Emma. Estela y ella volvieron en avión desde Austin, Texas. No podían creer lo que estaba pasando, fueron directamente al tanatorio donde Emma comenzó a preparar todos los papeles, firmar documentos y pagar costes. Estela estaba conmocionada por la muerte de su abuela, le costaba asimilar que se hubiera ido sin despedirse, que no pudiera haberle dicho adiós. “¿Qué será de nosotras ahora?” Emma se acercó a ella y la abrazó “Voy a echar mucho de menos a la abuela. También me encuentro perdida y sin saber exactamente qué hacer, pero no me siento sola. Te tengo a ti, hija mía y tú me tienes a mi”
    Estela no podía asumir la pérdida y decidió hacer terapia para lidiar con el duelo. “Es que siento que una parte de mi se ha apagado” le decía a su psicólogo. Poco a poco gracias a las sesiones pudo lidiar con la marcha de su abuela. Comenzó a participar en actividades de la Comunidad, su ímpetu por ayudar, su cariño por todos, su trabajo en todas las actividades la hizo ganarse la confianza de la coordinadora que la recomendó para un puesto en una galería de arte situada en el centro de la ciudad de Los Ángeles.
    Un día buscando en la maleta que utilizó para el viaje de la ruta 66 encontró un panfleto que recordó haber cogido de una oficina de turismo sobre lugares de EEUU, el panfleto anunciaba a bombo y platillo que en la ciudad de Los Santos podías comenzar tu nueva vida. Estela comenzó a pensar en un cambio de aires, poner océano de por medio y recordó una frase de su abuelita: “Cuando sales de tu zona de confort, ocurre la magia”. Se emocionó por ello. Esa misma tarde quedó con su madre ya que esta quería comunicarle algo. La sorpresa fue mayúscula para Estela: su madre tenía novio. “Giovanni es un hombre muy agradable, comenzamos siendo amigos y me apoyó mucho durante el duelo por la abuelita. ¡Le encanta ir a la playa y me hace reír! Quiero ver cómo va nuestra relación, quiero darle una oportunidad” Estela estaba muy feliz por su madre y así se lo hizo saber, ciertamente jamás antes le había presentado ninguna pareja sentimental. Esa misma semana su madre le presentó a Giovanni y ciertamente parecía que sí era muy alegre y dicharachero, observó como él miraba a su madre y lo bien que la trataba. Deseó con todas sus fuerzas que fueran felices. A la mañana siguiente Estela entró a trabajar como siempre, pero para su sorpresa encontró a su jefa hablando con Helen. Por suerte Estela se dio media vuelta sin que las dos mujeres la vieran. Aunque no pudo pasar por alto el abultado vientre de embarazo de Helen. Tras ir al almacén y realizar algo de trabajo y pasar el tiempo por allí, su jefa la hizo llamar. “Estela, al parecer hoy una señora y futura clienta que está muy interesada en que le vendamos unos cuadros, dice que está decorando su casa, pero tiene la condición de que seas tú, que ya ha trabajado contigo anteriormente.” Estela no podía creer la desfachatez de Helen. Está claro que quería volver a retomar el contacto. Al llegar a su casa tomó la decisión: Los Ángeles era una ciudad muy pequeña para ella. Le comunicó a su madre su decisión y Emma no pudo estar más de acuerdo: “Siempre me tendrás a tu lado, hija mía”. A primera hora de la mañana presentó la carta de renuncia a su estupefacta exjefa. De camino a casa compró el billete por internet con destino Los Santos seleccionando solo billete de ida.
    El día de su marcha, con la maleta a un lado, las ganas rebosantes de aspiraciones y deseos, con la cabeza bien alta pronunció las palabras más profundas hacia su madre: “te quiero mamá, gracias por todo lo que has hecho por mi” Se unieron en un abrazo y escucharon la última llamada para que Estela pusiera rumbo a su nueva ciudad. Se miraron sonrientes, cuando ya estaba por pasar al control de seguridad y desaparecer de la vista de su madre, Estela se giró una última vez y no pudo evitar gritarle a su madre: “¡Llámame, come bien, abrígate, cuídate! ¡Te quiero!” Emma estalló en una carcajada. Estela con decisión dio un paso y luego otro, no miró hacia atrás, se sentía muy entusiasmada por su nuevo comienzo.

    EDUCACIÓN: Universitaria.


Accede para responder