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(Versión texto)
Spoiler
Los padres de Jim, como los padres de cualquier otro, tiraron esa moneda al conocerse y cementaron su juventud con la mala cara de la fortuna. Aquel 29 de Septiembre del 2001, en Liberty City, Jim tuvo la desgracia de ser el hijo único de la fugaz pareja de Edward Marston y Angela Miller, un fracaso de casanova endeudado con todo juego de azar por existir y una ex-modelo irlandesa de poca monta llevada a croupier de un casino clandestino, que hoy ya nadie recuerda.
Así, como muchos otros niños de la sociedad acelerada en la que vivimos, Jim creció con el apellido de su madre, sin padre ni figura paterna de autoridad, rodeado de muchachos con un destino casi sellado en las calles de South Bohan, bajo la perdida mirada pero ágil mano juiciosa de su madre. Incluso cuando no hacía nada raro o peligroso, Jim recibía su -no tan- merecido. ¿Qué niño podría crecer con actitud si vive con miedo de la primera persona en el mundo que debiera cuidarlo? No podría culparlo yo de ser un pequeño escurridizo y ávido con las palabras, pero no tan rápido con la mente.
Pero el muchacho no se dejaba callar, no permitiría que su madre se saliera con las suyas, no señor. A cada imposición de su madre, Jim encontraba la forma de evitar o escapar. No fue solamente su ambiente familiar el que lo llevó a improsivar o perecer, sino también los niños y luego muchachos con los que pasaba días enteros en la calle, evitando las preocupaciones del estar puertas adentro, y como cualquier joven de barrio, realizando travesuras más destructivas que inocuas.
Cualquiera que conociera a Jim sabría perfectamente que su madre estaba “rayada” como un disco, casi ausente de alma pero presente de cuerpo para castigar a Jim por razones que se difuminaban entre aquella persona que había sido su padre y aquella otra persona que era Jim. Como esperaría cualquiera, con el pasar de los años su condición mental se deterioró al punto que forzó a Jim a abandonar la escuela solo para emplearse como cadete en una fábrica y poder sustentarse a el y al caparazón vacío de mente que era su madre.
Diecinueve años tendría Jim cuando decidió que esa no era vida para nadie, ni para sí ni para su madre, quien por última vez en su vida decidió apagar las esperanzas del jóven. Sin el perdón de Dios, la única víctima de esta historia le propinó un golpe tan fuerte al muerto viviente que le rompió la muñeca derecha. ¿Quién podría culpar a un jóven como Jim en esa situación?
Angela terminó en un hospital psiquiátrico, lejos de donde pudiera alcanzar y perjudicar a Jim, mientras que él fue enviado a Los Santos bajo la tutela de su tía, Jenny, quien nunca conoció no que supo que existía hasta verle la cara al juez.
Ya pasaron unos meses desde que Jim con sus 19 años llegó aquí, con esa inconfundible cara picarezca pero tranquila, de alguien que ansía una aventura, alzando hasta sus 1.71 metros y su físico que lejos de estar tonificado, por más trabajo duro que suerte, goza de salud más allá de su astigmatismo de casi 2 puntos en cada cristal. Detrás de esos cristales yace un íris marrón oscuro profundo, aunque no tan moreno como su cabello, lacio y corto.
¿Está mejor aquí que allá? Claro que sí, o eso piensa su tía, que como toda mujer que deseó alguna vez ser madre, lo cuida como si fuera su propia cría en un dos ambientes en Vespucci. ¿Y para Jim? Culpable de pensar que todo es simple. ¿Puede una persona, tan poco deseada y tan rechazada como él tener una verdadera chance de vivir como un duque? ¿Podrá Jim encontrar a alguien que no lo deteste simplemente por existir, que lo entienda?
Así, quien conozca a Jim entenderá que es un jóven más pícaro que inocente, pero lo suficientemente astuto como para comprar a aquellos que no lo conocen realmente. No es nada fácil acercarse como amigo a un jóven ventajero y sufrido, y no ayuda que su verborrágia venga acompañada de algun plan ruin. Como una ametralladora de palabras, se expresa muy notablemente con tics y gestos físicos, acelerados. A pesar de su ser y por el flagelo materno, Jim está contento consigo mismo pero no con cómo actuó con su madre por última vez, y por lo tanto desea cambiar para volverse más fuerte y que nadie más lo lastime, no a un nivel físico, sino a un nivel sentimental.
Si me preguntan a mi, señores, yo creo que Jim Miller tiene la proeza de no haber ni lastimado a un animal indefenso, y con ese pasado que no le deseo ni a enemigos, creo que alguien así, por más de que no entienda el mudno a lo ancho y largo, y necesite su aventura, tiene los huevos para vivir una vida inaudita de una persona que busca su fortuna en Los Santos.
(((Texto finalizado, realizandolo en una imagen más amena para la lectura)))