Cristian Quetim



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    -Nombre: Cristian Quetim
    -Edad: 27 años
    -Fecha de nacimiento: 21/06/1993
    -Nacionalidad: Argentina

    Cristian Quetim, de 27 años, hijo único del matrimonio formado por Ariel Quetim y Analía Fernández. Nació en Buenos Aires, Argentina, el 21/06/1993.
    La familia era propietaria de un bar, en el cual la madre se encargaba de atender la barra, y el padre, de dirigir un club de moteros, los cuales usaban el mismo de sede. Analía siempre intentó mantener a Cristian lejos de los "negocios" del club, ya que creía que no era forma de criar un niño. Pero Ariel se las ingeniaba para que Cristian estuviese cerca de las motos y siempre observando lo que hacían. Jason, un hombre ya mayor y el mejor amigo de Ariel y mano derecha, era como un tío/abuelo para Cristian, el cual también lo malcriaba y lo tenía siempre cerca.
    Cristian, además de terminar primario y secundario, pasó prácticamente toda su niñez y adolescencia en el bar, ya que de la escuela volvía corriendo al mismo y no participaba en ninguna actividad ni sociabilizaba más de lo necesario con sus compañeros. En el bar le fue tomando el gusto a las motos y, siendo adolescente, nunca pudo saber bien a qué se dedicaba su padre, por más que pudiese imaginarlo, las pocas veces que intentó preguntárselo, el padre cambiaba de tema.

    Así fue forjando una personalidad un tanto reservada con las personas que no conocía, ya que solo se rodeaba y sociabilizaba con gente del mismo grupo, y le costaba un poco confiar en gente nueva. Pero también aprendió el respeto y los códigos que tenían. Aprendió a respetar al prójimo, a defender y cuidar lo que era suyo, e incluso a dar su vida por las personas que quería.
    Al cumplir los 18 años, el padre decide, además de regalarle su primera moto, ir metiéndolo de a poco en los negocios familiares. Así fue como de a poco empezó a ver los sobornos, las extorsiones, el tráfico de armas y drogas y demás negocios que realizaban los miembros del grupo.
    Pasó varios años aprendiendo e involucrándose en nuevas actividades con el grupo, siempre con el resguardo de su padre y de su “tío”, controlándolo, viendo que no la pasara nada y explicándole cómo manejarse y hacer las cosas.
    Así fueron pasando los años, hasta que una noche, un club rival, que tenía negocios en la misma zona que ellos y que siempre que se cruzaban terminaban en alguna discusión - pero salvo algunos altercados aislados, nunca pasó nada grave-, decidió ir hasta el bar, y sin mediar palabras ni bajarse de las motos, pasar por la puerta principal a los tiros y arrojando molotov.
    El bar, que era de madera, se convirtió en una prisión de fuego, todos se encontraban dentro. Entre gritos, disparos y gente corriendo, Ariel, que había recibido un disparo en el hombro a través de unas de las ventanas del frente, buscaba desesperadamente a su esposa y su hijo, mientras intentaba contener la hemorragia con un trapo, pero entre el humo y las maderas incendiadas derrumbándose, no podía ver nada. Otro de los sujetos quiso correr hacia la puerta con el arma en mano para ver quién estaba fuera, pero ni siquiera llegó a abrirla cuando una viga del techo le cayó encima y lo mató en el acto. Jason pudo agarrar a Cristian del brazo y sacarlo por un hueco en la pared que daba a la parte de atrás, antes de que se terminara de derrumbar el lugar. Cristian gritaba y quería regresar al lugar a buscar a sus padres, pero Jason, viendo el lugar derrumbado y sabiendo que nadie habría podido sobrevivir a eso, lo subió a la fuerza a su moto y se marcharon del lugar lo más rápido posible.
    Fueron los únicos sobrevivientes del atentado. Analía, Ariel y los demás del grupo, quedaron atrapados dentro y murieron carbonizados.
    Con el pasar de los días, Jason y Cristian, encerrados en una de las casas seguras que tenía el grupo, alejada de todo, intentaban superar lo sucedido y planear qué hacer a continuación. Una venganza era imposible ya que solo eran dos personas contra todo un grupo armado y preparado para defenderse.
    Cristian quería vengarse a toda costa, pero su tío, que era una persona mucho más sabia y con la cabeza más fría, intentaba calmarlo y explicarle que era imposible en ese momento. Estuvieron casi un mes encerrados en aquella casa, solo saliendo para lo básico y necesario. Hasta que un día, de la nada, como si hubiese soñado con eso y al despertarse ya tenía la idea totalmente tomada, Jason decide que lo mejor es dejar todo y comenzar una nueva vida en otro país, porque si alguien se enteraba de que habían escapado, no pararían de buscarlos para terminar el trabajo y no dejar cabos sueltos.
    Con el dinero que tenían guardado de sus negocios en aquella casa, compran dos pasajes a Estados Unidos, donde nadie los conociera y pudieran comenzar de cero. Al llegar, lo primero que hacen es ir a comprar dos motos nuevas, y así comienzan a viajar por las distintas ciudades y, cuando el dinero comenzaba a escasear, intentaban ganarse la vida de cualquier forma que pudiesen encontrar.

    Jason se encontraba desgastado, por la edad, los vicios y la vida que llevó, y también por la situación en la que se encontraban. Una noche, en un bar en las afueras de Liberty City, luego de varias cervezas, mientras ambos jugaban al pool, un hombre bastante robusto y su grupo comienzan a molestarlos, gritarles, reírse… y Jason, que era de pocas pulgas, luego de pedirles que se calmen un par de veces, se acerca y le parte el taco de pool en la espalda. Comienza una pelea en la cual luego de varios golpes de ambos lados y botellas volando, esta persona saca una navaja y se la clava a Jason en el abdomen, acto seguido todos se van corriendo del lugar, y Cristian queda de rodillas a su lado intentando detener el sangrado y gritándole al dueño del lugar y las personas que habían quedado allí, que llamaran una ambulancia.
    Jason, antes de perder la conciencia, saca un parche que llevaba siempre oculto en el bolsillo para no llamar la atención, donde se vería escrito “Riders of the Storm”, y se lo entrega a Cristian sin poder llegar a decir ni una palabra. Él lo toma y lo guarda. Era el único recuerdo que le quedaba de aquel club, de su mejor amigo y de sus padres.
    Dada la ubicación del lugar, los médicos tardan mucho en llegar, lo que parecieron ser horas, y luego de intentar detener el sangrado y que recuperara la conciencia, todos se dan cuenta de que ya era demasiado tarde, no había nada para hacer.
    Luego de enterrar y despedir a su único amigo, Cristian decide tomar su moto y continuar su viaje sin rumbo. Al cabo de varios días, y de cruzar el país de costa a costa, llega a la ciudad de Los Santos, cansado, sin ganas de seguir viajando y sin saber qué hacer con su vida, decide quedarse y comenzar nuevamente de cero allí.

    Con los conocimientos que fue absorbiendo al cabo de los años, empieza a hacer un poco de todo, desde trabajar de electricista, de repartidor, hasta hacer encargos para personas que fue conociendo por la ciudad y hacer algunos amigos, contados con los dedos de una mano ya que la mayoría de las personas de la ciudad no le simpatizaban mucho. Luego de intentar un poco de todo, consigue un puesto fijo trabajando de seguridad en el club Galaxy, donde conoce a quien se convertiría en su pareja. Con ella comienza a recorrer un poco más la zona, lo lleva a conocer el norte, ya que tenía una casa en Paleto. Meses más tarde, y gracias a la situación económica de ella y lo que él había podido ahorrar con sus “encargos” y “negocios”, ya habiéndose ido del Galaxy pero nunca dejando de generar ganancia con otras cosas, deciden encarar un nuevo proyecto juntos y adquirir el Bayview Lodge de Paleto para comenzar algo juntos.
    Una de las personas más cercanas a Cristian, aparte de su pareja, Lihn, era Ignacio “Hipo” Fredes, con el cual forjó una buena relación al poco tiempo de llegar a la ciudad, y siempre estaban viendo qué negocios hacer o en qué invertir. Al comprar el hotel, dada la confianza que tenían, no dudo en ser la primera persona a la cual llamar para que sea Socio-Gerente.


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