Santiago Rodríguez de la Cruz



  • Bueno voy a comenzar a contaros mi historia y como llegué a esta ciudad llamada Los Santos. Me llamo Santiago Rodríguez de la Cruz nací el 5 de diciembre de 1994 en Ciudad de Juárez,México. Provengo de una familia humilde, mi papá administrador de fincas y mi mamá maestra rural. La verdad que no nos faltó de nada pero tampoco es nos sobrase por lo que desde muy chino empecé trabajando en diversos oficios, ya fuese lavando coches o ayudando en los mercados; también ayudaba a mi papá criando vacas o ayudándole en el campo. Éramos una familia humilde pero muy feliz. Aún recuerdo las historias que mi papá me contaba cuando era más joven mientras mi mamá preparaba las mejores enchiladas de todo México.

    Yo era como cualquier niño de México muy energético, muy nervioso, inquieto y un poco rebelde ya que hacía trastadas con mis amigos del barrio ya fuese tocando timbres, robando alguna chuchería en el viejo Cristobál,etc . Que hablando de mis compas, esos pequeños diablos, nuestro grupo se componía de: José ese marica que era un chulo y creído pero se le quería, Antonio el mas buenazo de los 5, Juan él mas fuerte que tenía sus prontos pero siempre nos estaba protegiendo, Matías el pendejo mas hablador que conocerás en tu vida, es que no se callaba ni debajo del agua pero cuando no estaba se le extrañaba y por último estaba yo. Dicho esto me acuerdo que nos tirabamos muchas tardes hasta que llegase la noche jugando al fútbol en el campo del barrio o nos tirábamos hablando horas y horas ya fuese de la chica que nos gustase, de algún chisme que habíamos escuchado o conversaciones que no tenían sentido. Fueron buenos tiempos la verdad...
    Pasó el tiempo y ya nos empezaba a salir el bozo menos a Matías que el muy marica no tendría ni pelo en las huevas. Pasamos de hablar tranquilamente en un banco a pelearnos con otros chinos del barrio por no tenernos respeto o por algún conflicto que uno tenía con otro pero los partidos de fútbol seguían intactos y las reuniones de ver nuestro equipo favorito, el Club de Fútbol Cobras no cambió, bueno excepto que ahora lo acompañamos con las cervecitas y nuestros cigarros de marihuana. Lo que no sabíamos era que pronto iba a cambiar nuestras vidas. Mis colegas y yo éramos gente de barrio y no teníamos ni un peso por lo que algunos empezaron a moverse por la jungla de cemento.

    Poco a poco Juan y Antonio nos empezaron a decir que se estaban metiendo en una pequeña banda dirigida por un patrón llamado Gustavo Robina el cual les trataba muy bien y le daba bastante plata por entregas que no duraban ni media hora. Poco a poco la idea nos fue atrayendo a todos hasta el punto que cuando menos me lo espere tenía a nuestro futuro patrón delante de nuestras narices. 
    Le hablamos que nuestra pequeña pandilla de que éramos como hermanos y que daríamos la vida por cada uno de nosotros. Gustavo sonrió ya que para él su banda era como la familia que formó desde la nada. Nos hablaba de cómo él también empezó con su segundo al mando al que todo el mundo le llamaba, el Chamán.
     
    En los primeros días nos hizo pasar bastante tiempo con la banda y nos enseñó sus valores que eran que la banda era lo más importante  ante todo y que la lealtad es un rasgo que no se puede pagar y que era lo que más valoraba ya que por mucha platica es incorruptible, eran bandidos pero tenían un código.

    A la segunda semana nos llevó a una zona profunda de la selva y ahí nos enseñó a disparar para poder protegernos por si las cosas salían mal. Una vez pasado el entrenamiento el patrón nos hacía pequeñas pruebas como pegar a un sapo, vender un poco de droga por las calles pero al pasar un mes y medio sin parar el patrón decidió que era el momento de hacer nuestra prueba definitiva para poder entrar de una vez por todas en esta familia que tanto ansiabamos. Una noche nos juntó a todos nosotros y nos fuimos con algunos de sus hombres. Nuestro objetivo era robar 8 kg de maria a unos miembros de otra banda los cuales se lo iban a vender a un guiri muy rico que andaba en la zona. Me acuerdo que les hicimos una emboscada en un callejón el cual era bastante estrecho. Bloqueamos todas las salidas posibles y les empezamos a dar plomo desde unos tejados. Fue una lluvia de balas y me sentía bastante nervioso. Recuerdo girar la cabeza durante un momento y ver las caras de mis compas, algunos tenían la mirada del mismísimo diablo, otros de pánico pero todos hicimos un buen trabajo y gracias a diosito todo salió bien.

    Al volver con el patrón me acuerdo que cuando nos vio con la mercancía se le saltó una sonrisa, nos dio la bienvenida a la familia y que era el momento de conocer al Chamán. Me acuerdo que cogimos los coches y nos fuimos a una parte de la selva un tanto profunda en donde había una casita. Ahí al fin conocimos al Chamán que era un hombre un tanto viejo con plumas en la cabeza de colores extravagantes, con un montón de collares y huesos colgados alrededor del cuello y un taparrabos alargado.

    Ahí nos dijo Don Gustavo que su banda prosperaba porque estaban arraigados con nuestros paisas antiguos que realizaban rituales para conectarse entre ellos con el famoso ritual de la ayahuasca.
     Por lo que empezamos el ritual, me acuerdo que fue una experiencia inefable ya que la ayahuasca sirve para despertar energías espirituales superiores e incorporarlas a la vida espiritual y así fue. Sentí una conexión con mi ancestros y me hablaban de los valores que nos impartía el Patrón. La verdad que fue un tanto duro ya que muchos de nosotros vomitamos pero fue una experiencia que nunca olvidaré. 
    Una vez acabado el ritual cada uno de nosotros ya podíamos decir que ya pertenecíamos a la banda de Don Gustavo Rovira alias Los Tikunas. A mi me fascino el ritual y el Chamán ya que era un hombre muy interesante por lo que siempre que tenía un hueco iba a visitarlo para poder escuchar todo lo que me tenía que contar, cómo veía la vida, etc. Siempre recordaré esas charlas mientras nos fumábamos unos canutos a la vez que escuchábamos la lluvia caer.
    En esos tiempos descubrí la tranquilidad y la felicidad pero todo lo bueno se acaba…

    Pasó el tiempo y debido a un conflicto de territorio estábamos peleados contra Los Bari que nos habían robado, matado a muchos de nuestros hombres, era una guerra y teníamos que ganarla. Lloraba y rabiaba cada hermano que caía en combate pero el día que la furia me nubló fue un día que un sapo le dijo al Patrón que unos hijueputas andaba por el barrio. Inmediatamente Don Gustavo nos dijo que le diéramos plomo ya que estaban en una plaza vendiendo droga y no se lo esperarían. Así que con unos muchachos en los que se incluía José, Juan y yo nos dirigimos al lugar pero cuando llegamos no había nadie y nos extraño. Estaba todo silencioso y en menos de un abrir y cerrar de ojos metieron un pepaso en la cabeza a mi amigo Jose, era una emboscada. Yo grite como nunca había gritado en mi vida, nos pusimos detrás de los coches y empezó una pelea en la cual cayeron todos los hombres menos Juan y yo. La rabia me pudo y Juan me tuvo que golpear para que reaccionara mientras yo veía a mi amigo de toda la vida rodeado por un charco de sangre.
     Así que mi compa me subió al coche, arrancó y fuimos dirección a la mansión del Patrón. Le contamos lo ocurrido y yo le dije que fueramos a su barrio a darle plomo a todo hijueputa que pillasemos pero Don Gustavo me dijo que no dijera más pendejadas. Así que fue mi primera vez que desobedecí al Patrón, cogí mi moto y fui a darle plomo a esos hijueputas. Don gustavo me intentó detener pero era muy tarde así que me acerqué al barrio y desde la moto le empecé a dar plomasos a todo el que veía.

    Mientras pasaba con la moto me dieron por lo huí con la moto a casa del patrón. Cuando llegué mientras me desangraba le dije lo ocurrido y Don Gustavo me dijo: ¨ pero has venido después de....¨ Se le cortaron las palabras ya que empezó a escuchar disparos y gritó vamonos vamonos. Todos cogieron las armas y empezó una lluvia de balas desde la mansion del patron, yo como pude también me uní a la batalla. Empezaron a caer todos nuestros hermanos. El Patrón nos dijo que fuéramos a la parte de atrás que tenía un carro. Le seguimos Matías, Antonio y yo. Al llegar al carro le dispararon al patrón, lo subió mi compa Matías mientras Antonio y yo hacíamos fuego de cobertura.

    Nos subimos al carro y nos fuimos en dirección al Chamán. Cuando llegamos el Chamán intentó curar primero al Patrón y luego a mi. Al pasar las horas le dije que quería estar en una roca la cual había estado con él en otras ocasiones hablando de la vida. Esta vez quería decirle de lo que había hecho y me arrepentía. Me dijo que cuando acabase de tratar a Don Gustavo iría conmigo y acto seguido me dio una seta. Le espere en la roca y tome esa seta para tranquilizarme, me tumbé mire al cielo y poco a poco noté como mis párpados se cerraban. A la mañana siguiente me desperté y me dirigí a la cabaña pero cuando llegué ya no quedaba nadie. La banda contraria nos había encontrado y al entrar en la cabaña observe como el patrón yacía con su pipa en la mano tumbado lleno de balazos y el chamán asesinado con sangre por todas sus plumas y huesos y mis amigos de la infancia irreconocibles de la cantidad de balas que le había atravesado.

    Cuando vi eso me puse de rodillas toque al Patrón y al Chamán manchando mis manos de sangre y acto seguido fijé mi mirada al cielo maldiciendo a Los Bari y a mi por lo que había hecho. Tapé los cuerpos, los junte y los rodeé con huesos y plumas y como punta un rosario. Al acabar me dije que me perdonasen y acto seguido encendí una cerilla prendiendo la cabaña.

    Cuando volví a la ciudad supe que ya era el último Tikuna ya que toda la banda murió en el tiroteo. También esos desgraciados mataron a nuestras respectivas familias biológicas. Con la pena en el cuerpo pero con la mente fría agarré la poca platica que me quedaba y me compré un billete de avión hacia Los santos. Cuando estaba en el aeropuerto a punto de embarcar cerré los ojos y miré hacia arriba y recordé una conversación con Don Gustavo mientras fumábamos juntos una noche que estábamos de celebración y me dijo: Santiago si alguna vez las cosas van mal nos iremos a Los Santos ya que se mueve mucha plata pero tienen que ponerse las cosas muy jodidas ya que esta es nuestra tierra y hay que defenderla, acto seguido me miró y se rió. Suspiré, abrí los ojos, caminé hasta la azafata y le di mi billete hacia mi nueva vida.


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