Biografía de Caitlyn Brown



  • Caitlyn Brown nació un 14 de marzo de 2001 en un pequeño pueblo de Extremadura llamado Arroyo de la Luz. Su padre se llamaba Paulo Brown, y era de origen mexicano. Mientras que, su madre, Carlota Rodríguez, era gaditana. Vivían los tres muy felices en aquel pueblo, pues contaban con todo lo que necesitaban, y mucho más se podría decir también.
    Vivían en una casa enorme de 3 pisos, con jardín y piscina para pasar el tiempo. Pero si piensas que la cosa se queda ahí te equivocas, pues tenían más lujos, como un gimnasio en el ático y un cine en el sótano. Caitlyn siempre pasaba el tiempo en el jardín jugando con su perro, al cual llamaba Calcetines porque era negro y tenía manchas en las patas como si llevase calcetines. Su madre se dedicaba a la hostelería y su padre a trabajar como jefe de una empresa. Siempre estaba metido en el tercer piso trabajando, y solo salía de ahí para ir a las oficinas centrales de su empresa (así las llamaba él) o los fines de semana para pasar tiempo con su familia. Parecía una familia feliz y normal, desde luego.
    Cuando Caitlyn tenía 2 años adoptaron todos juntos a Calcetines, un perro al cual nadie quería adoptar en la perrera, pues tenía problemas de sordera. Eso, sin embargo, no fue un impedimento para que esta familia lo adoptase. Calcetines tenía 1 año y, según la encargada de la perrera, seguía teniendo la vitalidad de un cachorro de 3 meses. Caitlyn jugaba todos los días con él, y cuando empezó el colegio siempre llevaba una foto a clase de su perro y se la mostraba a sus compañeros para que sintieran envidia.
    Un día, cuando Caitlyn tenía 7 años, la maestra le preguntó que de qué trabajaban sus padres. A Caitlyn siempre le habían dicho “si alguien pregunta por el empleo de tu padre, diles que es un empresario muy importante”, pero realmente no sabía de qué era empresario. Cuando ella les preguntaba, les contestaban “eres muy pequeña para saberlo ahora, cuando seas mayor lo entenderás”. Pero eso le dijeron con 5 años, también con 6… Todos los años le repetían la misma frase.
    Llegó el 2010, el año en el que le prometieron a Caitlyn que por fin podría ver con sus propios ojos una de las mayores fiestas de Arroyo de la Luz. Siempre que llegaba ese día festivo, solo escuchaba desde su casa como la gente gritaba desde la calle y el galope de los caballos. Sus padres no le dejaban salir a verlo, pues decían que era muy pequeña y podría ocurrirle algo grave. Pero ese año, por fin vería el “Día de la Luz”. Fue a la Corredera, una calle muy larga por la cual bajaban los caballos corriendo a toda velocidad con sus jinetes. Cuando vio los primeros caballos un brillo recorrió sus enormes ojos azules. Rápidamente buscó el mejor sitio entre toda la gente para verlos desde cerca. El problema llegó cuando se fueron los caballos y toda la gente se puso en medio de la Corredera. Caitlyn se encontraba perdida, pues no veía a sus padres. Tras unos segundos, escuchó desde el megáfono de la calle “van 2 caballos”. Todo el mundo se fue corriendo a las aceras para dejar espacio a los jinetes. Ella se quedó sola en mitad de la calle mientras veía como se acercaban corriendo los caballos. En ese momento, un hombre trajeado corrió hacia la niña y la empujó corriendo hacia el otro extremo de la calle. Caitlyn empezó a llorar, pues pensaba que iba a morir y ahora, según ella, le había secuestrado un hombre. “Acho, niña, tranquilízate, solo te iba a salvar de lo que pudiera pasarte si te hubieses quedado allí” le decía el hombre mientras le acariciaba la cabeza, a lo que Caitlyn le respondió “si me hubiese quedado con Paupau no habría pasado eso”. Aquel señor trajeado le miró raro preguntando que qué era Paupau, y ella le contestó que era el mote que le tenía a su padre, Paulo. El señor abrió los ojos como platos, la agarró de la mano, y por arte de magia encontraron a sus padres. Paulo corrió a abrazar a su hija, y luego vio al hombre trajeado meterse entre la gente. Carlota, con lágrimas en los ojos, regañó a Caitlyn, pues podría haberle pasado algo muy feo si no la hubiesen encontrado. Dejaron pasar el tema y se fueron a la plaza en cuanto acabó la subida y bajada de los caballos.
    Allí, en la plaza, comieron y bebieron con unos amigos de Paulo. Según el padre de Caitlyn, eran amigos y socios suyos. A Caitlyn, entonces, se le ocurrió una idea: si eran sus socios, podría preguntarle de qué trabajaba su padre. Se acercó a uno de los hombres y le dijo “si eres socio de mi padre, ¿cuál es su trabajo? Nunca me lo quiere decir”. En ese momento todos miraron a Caitlyn. El hombre, nervioso, respondió “a ver, tu padre tiene una empresa, y esa empresa se dedica a vender cosas por dinero, algo así como un mercado, pero un mercado muy grande e importante”. Como Caitlyn era muy preguntona, sus padres empezaron a mirarse asustados. Sin embargo, para su sorpresa, Caitlyn respondió con un “¡Ala! ¡Qué guay!”. Entonces, Carlota y Paulo suspiraron y sonrieron.
    Acabado ya el día, Paulo fue a arropar a su hija en la cama para que durmiera tranquila. Antes de irse, Caitlyn confirmó que sentía real admiración por lo que hacía. Su padre le dio un beso de buenas noches, y antes de marcharse de nuevo, escuchó a su hija decir “de mayor quiero trabajar de lo que trabaja mi padre, lo tengo decidido”. Su padre tragó saliva y salió por la puerta lo más rápido que pudo.
    Pasaron los años, y cuando llegó el 2016 algo extraño comenzó a pasar. Su padre no salía tanto de casa a las oficinas centrales, y cuando salía lo hacía estando como de incógnito. Caitlyn no le dio demasiada importancia, pero sí que es cierto que a veces se montaba paranoias de qué podría estar sucediendo. En mayo, antes de acabar las clases y que fuese verano, salió de casa con sus amigos para dar una vuelta en bici. Cuando llegó a casa, vio un montón de hombres trajeados en la esquina cercana a su casa. Se bajó de la bici intentando no hacer ruido, pero como Caitlyn era muy patosa la bici se le cayó. Los hombres miraron hacia el lugar de donde procedía el sonido y, cuando se dieron cuenta de que ella sabía de su presencia, se montaron en una limusina gigante y se fueron.
    Llegó julio, y la familia decidió irse a pasar una tarde a Cáceres a ver una película en el cine. Todo fueron risas hasta que llegaron al pueblo. Caitlyn se quedó en el coche hablando por móvil con su amiga mientras sus padres entraban en casa un segundo a recoger dinero, pues querían ir a cenar a algún sitio. Pasaron 30 minutos y no volvían, así que Caitlyn abrió la puerta del coche, bajó de él y fue a buscar a sus padres. Los encontró llorando en el suelo, y enfrente de ellos, a Calcetines. Estaba muerto. No dejaron que lo viese mucho, solo le contaron que murió por una enfermedad, pero en ningún momento le explicaron a Caitlyn qué enfermedad era. Así que esa noche pensaron que lo mejor sería quedarse en casa y cenar allí, y a la noche enterrar a Calcetines en el jardín. Con lágrimas en los ojos, Caitlyn asintió y se fue corriendo a su cuarto. Calcetines le había acompañado prácticamente todo lo que llevaba de vida, y que se fuese así, sin haber pasado sus últimos momentos a su lado, le hizo sentirse en cierto modo culpable. Fue en ese momento cuando sacó una libreta y comenzó a escribir cómo se sentía. Más tarde, estando inspirada, puso una nota de ayuda personal. En ese momento dijo… “¿Y si alguien se encuentra como yo? A lo mejor esto puede ayudarle…” Así que decidió publicar ese texto en internet. Al día siguiente se levantó buscando a Calcetines, pero se acordó de que ya no estaba con ella, así que se volvió a su cuarto mientras lloraba. Encendió el ordenador y en efecto, ese texto que subió ayudó a alguien, pero no solo a una persona, sino a varias. Recibió ánimos por todas partes, y todo el mundo la animó a que continuase escribiendo. Fue ahí cuando se dio cuenta de lo que realmente quería hacer: ser escritora.
    En agosto de ese mismo año, Caitlyn iba a salir un día porque había quedado con unos amigos. Al cerrar la puerta de casa se encontró pintadas en la pared. “Devuelve lo que nos debes, Paulo”. Rápidamente llamó a sus amigos para decirles que no iba a quedar a esa hora, que iría un poco más tarde, y entró en casa para contarle a su padre y preguntarle que qué debía para que le hicieran eso a él y a su familia. Paulo le dijo que era la competencia de la empresa, que no debería preocuparse, a lo que ella asintió y decidió marcharse de nuevo. Pintaron la casa innumerables veces y las pintadas volvían cada semana. Así hasta enero de 2017, el día en el que llegaron cámaras de seguridad que había pedido Paulo por Amazon. De ese modo, descubrió quienes eran. Dijo que les haría una visita para hacerles saber lo correcto, pero Caitlyn le dijo que no, que la violencia no era la solución. Paulo tuvo que quedarse en casa, pues Caitlyn iba a acompañarle para asegurarse de que no iba a hacer nada malo, y no le interesaba que le acompañase, así que le contestó que tenía razón, que solo denunciaría.
    Llegó diciembre de ese año, el día de Navidad. Pasaron el día los tres juntos mientras veían películas navideñas y comían polvorones. Tras la comida, Caitlyn se fue a su cuarto a dormir, pero vio que su padre estaba hablando por teléfono justo cuando iba a subir al tercer piso. Se escondió y decidió escuchar lo que decía su padre. “Estás jugando con fuego… ¿ah sí? ¿Estás seguro de eso? ¿Quieres que mis hombres vayan allí y te enseñen lo que realmente te mereces? ¿O mejor quieres que vaya yo? Ya te dije mis condiciones. Si no cumples las tareas que te mandé hacer ya sabes lo que te espera… No, no sigas suplicando… Tienes 24 horas, no te doy más tiempo”. Colgó el teléfono y subió al tercer piso. Caitlyn se preguntaba que cómo podía ser así de agresivo su padre, pues nunca lo había visto de ese modo, y menos aún por cuestiones de trabajo.
    Pasadas esas 24 horas, Carlota le propuso un plan a Caitlyn: ir a pasar el día a Cáceres a una biblioteca. Ella, ilusionada, le dijo que sí. Había olvidado por completo lo que había pasado con su padre el día anterior, así que se fue a Cáceres. Empezó a leer El camino, un libro que le encantó tanto que su madre decidió comprarle. Llegaron a casa y Caitlyn, ansiosa de contarle a su padre sobre el libro que acababa de leer, fue corriendo al tercer piso, sin acordarse de que nunca debería subir. Abrió la puerta y se encontró con una imagen que cambió su vida por completo. Su padre, junto a 3 hombres, estaban pegando una paliza a un hombre, al cual ya no se le reconocía la cara. Tenía un ojo morado y la cara llena de heridas. Le faltaban incluso dientes. Paulo, completamente cabreado, gritó “¡CAITLYN, SAL AHORA MISMO!”. Al escuchar los gritos de su padre, la niña salió con lágrimas en los ojos. No se esperaba ver eso en persona nunca, y menos viniendo de alguien de su familia.
    Bajó corriendo al comedor, donde estaba su madre, y le exigió que le contase todo. Sabía perfectamente que su madre lo sabía, por el contrario, no le habría dicho de hacer ese plan precisamente ese día. Fue entonces cuando le contó su historia.
    “Tu padre, como bien sabes, es Mexicano. Nunca habría venido a España de no ser por las grandes oportunidades de trabajo que hay, sobre todo de su trabajo. Hija, es hora de que sepas la verdad. Tu padre es jefe de una mafia. Cuando él vino, en España faltaba esa persona que se encargase de este país. Todos los que destacaban aquí eran nefastos para ese trabajo. Tu padre, sin embargo… todo lo que tenemos no podría haber sido de no ser por él. Tienes que agradecerle todo a él y a su mafia. Gracias a ellos no hemos sufrido y no nos han hecho daño de ninguna manera.”
    Caitlyn le respondió que a quien hacen daño es a otros, que no le parece bien eso. Podría haber ganado prestigio y dinero de otra manera mucho más honrada, no así. En ese momento se dio cuenta de algo: recordó aquel año en el cual ella estaba en la calle disfrutando del día de la Luz con su familia, el momento en el que se perdió entre muchísima gente y un hombre trajeado le ayudó a encontrar a su familia. Aprovechó ese momento de sinceridad con su madre y le preguntó sobre él, si era algún conocido de su padre o algún socio suyo, pero no tenía ni idea, nunca había oído hablar nada sobre acerca de esa persona. Se fue entonces a su cuarto y se fue a escribir sobre el tema. Realmente escribir le facilitaba mucho la vida y le ayudaba a relajarse desde que no estaba Calcetines con ella.
    En 2019 Caitlyn estudió duramente para la selectividad. No hablaba mucho con su padre, pues sentía que le había defraudado. No era ese gran padre que ella realmente tenía, ni ese modelo a seguir. Quería sacar nota de sobra, aunque sabía que en filología no iba a entrar mucha gente, pero por tenerlo asegurado. No salía de casa a no ser que fuera para ir a la biblioteca a estudiar con sus amigos o al instituto a resolver dudas. Llegaron los exámenes de la primera convocatoria. Los superó todos con una nota increíble, llegó a tener de nota un 12’7. Llegó a casa super ilusionada de la piscina, pues supo la nota mientras estaba en la piscina con sus amigos. Entró en casa y su madre le dio la enhorabuena con un pastel y un regalo. Eran todos sus libros favoritos que nunca había llegado a comprar. Le dio un enorme abrazo a su madre y preguntó por su padre. Su madre miró al suelo, y Caitlyn, esperando una respuesta, pensó que algo malo le había pasado. Corrió al tercer piso mientras su madre gritaba “¡no subas!”. Encontró allí, en la mesa de su padre, una nota.
    “Carlota, quiero que sepas que me vuelvo a México. No quiero dejarlo contigo, ni mucho menos. Eres la mujer más maravillosa que he podido encontrar en toda mi vida. Pero quiero que sepas que necesitaba volver. Allí estamos todos nosotros, tú, Caitlyn y yo en búsqueda y captura por la mafia contraria. ¿Recuerdas a ese hombre que casi mato en mi despacho, aquí mismo? Pues logró salir vivo, y se chivó a todos sus socios. Estáis en peligro. Se que si os llevaba conmigo iba a ser peor. Prefiero que me persigan y capturen a mi antes de que nos capturen a los tres juntos. Sigue mi legado. Todos mis hombres están ahora a tu cargo. Si no quieres, siempre puedes dejarle mi cargo a Caitlyn, cosa que no creo que quiera. Dile que la quiero muchísimo, a pesar de que no me hable tanto como antes, y que me va a tener para lo que sea, pero a la distancia, por su bien, por mi bien. Además, quiero que le des un mensaje muy importante: saben todos ellos quienes sois. Os conocen a la perfección, desde hace muchos años. Tened cuidado con todo el mundo, no todos son fiables, aunque a primera vista lo parezcan. No se si regresaré, pero hasta entonces, pasad desapercibidas. Mudaos si hace falta. Os quiero, espero veros pronto, pero vivas. No me apetece asistir a ningún funeral todavía, y menos si es de vosotras dos.”
    Cailtyn corrió hacia su madre, le dio un abrazo y ambas empezaron a llorar. No podía creer lo que estaba pasando. Caitlyn subió a su cuarto a escribir, cuando de pronto le salió un anuncio. “¿Quieres viajar a una nueva ciudad? Rellena este formulario, te pagaremos el viaje, pero tú te encargas de buscarte la vida. ¡La mejor forma de empezar de cero!”, firmado por la organización Hub’GG. Llamó corriendo a su madre, la cual leyó toda la información y le dijo “parece una señal llegada en el momento exacto, ¿quieres?”. La verdad, todo aquello tenía muy buena pinta, a lo que Caitlyn respondió “¡Sí!” muy entusiasmada.
    Era el momento perfecto para dejar esa vida atrás y empezar de nuevo. Ser conocida por quien realmente es y no por los padres que tenga, cosa que le resultará muy difícil puesto que siempre le preguntan por su familia. ¿Qué pasará con su padre? ¿Quién demonios era aquel hombre trajeado que la ayudó? ¿Podrá rehacer su vida a pesar de su pasado? Eso lo decidirá el destino y su suerte…


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