Sol Spetzler



  • Sol Spetzler nació el 9 de noviembre de 1997 en Buenos Aires, Argentina. Hija única. Sus padres, Beatriz y Alberto, eran demasiado jóvenes cuando la concibieron, motivo por el cual no tuvo más hermanos.
    En aquel tiempo, todavía había muchas familias conservadoras, por lo que haber tenido una hija siendo tan jóvenes y sin tener ningún tipo de compromiso, era algo sumamente llamativo y reprochado. Beatriz, de 18 años, no tenía trabajo, pues apenas se había graduado del colegio. Alberto, con 19 años, apenas estaba comenzando a trabajar en un café-internet con el fin de pagarse un préstamo que necesitaba para entrar a la universidad.
    Las familias de ambos, a pesar de la vergüenza que tenían ante la sociedad que los rodeaba, los apoyaron económicamente en todo momento para que ellos pudieran continuar sus estudios, de manera que, algún día pudieran darle una vida digna a esa pequeña que habían procreado. Y, como era de esperarse, Sol viviría en la casa de su madre.
    La abuela materna de Sol, Glenda, era quien más se preocupaba por su buena educación y bienestar. Fue su segunda madre, quien la cuidaba y la consentía más que nadie. Así que, en medio de todo, Sol creció siendo una niña feliz.
    A sus cinco años de edad, Sol por fin comenzó a convivir con su padre, pues dada la presión que tenían Beatriz y Alberto por sus respectivas familias y, con motivo de que “los niños deben educarse bajo tutela de padre y madre juntos”, ambos intentaron formar su propia familia.
    Fueron años bastante difíciles tanto para ellos, como para Sol, quien veía y presenciaba cada pelea que sus padres tenían, ya que después de todo, no eran tan compatibles como para una sana y llevadera convivencia.
    Cuando Sol cumplió 8 años, su padre abandonó el hogar. Era claro desde un principio que no iban a llegar muy lejos, pues él era alguien muy terco y vividor, le gustaba ir a sus anchas y haciendo por ahí lo que le placiera sin importarle nada. La madre de Sol, por el contrario, era una mujer organizada, prudente y responsable. Ella continuó sus estudios y se desenvolvió muy bien en la policía, en el área de Criminalística, pero, lamentablemente, comenzó a adquirir el vicio del tabaco para “superar” el estrés que le generaba mantener un hogar sola y trabajar tantas horas al día. No le gustaba para nada no tener tiempo para su hija.
    Mientras su madre trabajaba, Sol permanecía con su abuela Glenda, quien le enseñaba a coser, tejer, cocinar y hacer los quehaceres de la casa. El abuelo de Sol, Rodolfo, quien también la quería mucho, le llevaba de paseo al parque y compraba dulces para ella. Él le enseñaba sobre historia y filosofía, lo que a Sol le encantaba.

    A la edad de 15 años, fallecen los abuelos de Sol por un accidente en su casa. Por algún motivo una hornilla de la cocina se había quedado abierta y la casa se llenó de gas mientras estos dormían. “La muerte dulce” la llamaban. Este hecho destrozó totalmente a Sol, pues eran la figura de padres que no había podido tener.
    No se sabía nada de Alberto, padre de Sol, se había desaparecido totalmente de la faz de la Tierra. La familia de él tampoco sabía nada, pero estaban tranquilos porque él había dejado una carta, así que sabían que nada malo le había sucedido. Ellos no le tenían aprecio a Sol y menos a la familia materna de ella, por lo que no mantenían ningún tipo de relación.
    En plena adolescencia Sol cambió totalmente, dejó de ser la niña dulce, decidida y con carácter de liderazgo que había sido cuando niña. Se tornó en alguien tímida, de pocas palabras, no expresaba nada, era totalmente introvertida y además, en cuanto a lo académico, también sus calificaciones estaban decayendo. Su madre decidió que necesitaba tratamiento psicológico, por lo que hizo todo lo posible por conseguirle el mejor especialista.
    Cada fin de semana Sol iba a hablar con su psicólogo, a quien poco a poco, ella percibía como su amigo. Logró expresar todo aquello que tenía guardado y comenzó a sobrellevar toda la situación por la que estaba atravesando, incluyendo la profunda tristeza que tenía desde la muerte de sus abuelos. Su madre, mientras tanto, cada vez fumaba más tabaco, su voz iba cambiando y comenzaba a toser más seguido.
    En la secundaria, Sol comenzó a desenvolverse mejor a pesar de que aún era tímida, pero cuando entraba en confianza volvía a ser la chica alegre y abierta, auténtica como siempre fue. Sus calificaciones empezaron a mejorar y se notó un cambio positivo en su forma de ser y sobre todo de relacionarse con los demás. Como toda chica con ilusiones, tuvo uno que otro novio de colegio, pero siempre cortaba al poco tiempo, pues se aburría de mantener una relación con alguien. Le gustaba ser independiente y libre, aunque de vez en cuando necesitaba cariño y mimos.
    Cuando al fin llegó la hora de entrar a la universidad, Pili, como le llamaban por cariño su madre y amistades cercanas, se inscribió en la carrera de medicina con 18 años. Desde pequeña le había gustado el tema de la salud, por lo que nunca vio bien que su madre fumara tabaco.
    Estudió arduamente cada día, mientras continuaba la visita a su psicólogo, pues se había vuelto parte de su rutina de vida. Como universitaria tuvo que atravesar varios momentos difíciles con compañeros que le desagradaban, profesores que no le caían muy bien y asignaturas complicadas, pero ella continuaba con mucho entusiasmo, ya que era una carrera que realmente amaba.
    Al poco tiempo de cumplir 22 años, Sol se enfrenta nuevamente a una fuerte adversidad. Una noche su madre, quien tenía ya 40 años, tuvo que ser internada urgentemente en un hospital debido a fallas respiratorias. Le habían detectado cáncer de pulmón. Estaba tan crítica su situación, que necesitaban extraerle el pulmón izquierdo y trasplantarle uno nuevo, pero la lista de espera era muy larga, además, tuvo que quedarse interna en cuidados intensivos.
    En el trabajo de Beatriz, estaba contemplado que ante cualquier situación de fuerza mayor por la que esté atravesando el/la trabajador/a, se brindaría una mensualidad a sus dependientes, en este caso, a Sol.
    Todo se volvía a tornar gris para ella, pues su madre era la única persona que le quedaba en el mundo y no se veía en un futuro sin ella. Claro que, sabía que ninguna persona vive para siempre, pero no se imaginó que tan pronto y a medio trayecto, estaría en riesgo de perder al ser que le dio la vida.
    Pasaban los días y Sol dejó de visitar a su psicólogo, ya que después de la universidad siempre iba a visitar a su madre y el fin de semana se dedicaba a hacer sus tareas. Fueron momentos muy difíciles, sobre todo porque la lista de espera seguía siendo larga y no se sabía cuánto tiempo de vida le quedaba a su madre.
    Después de dos meses de llevar ese estilo de vida: universidad a casa y de casa a hospital; finalmente Beatriz no logra superar su condición y fallece en presencia de su hija, quien justo la visitaba aquel lunes por la tarde, aquella tarde en que se desmoronó todo para Sol.

    Logró vivir con lo mínimo hasta lograr terminar la carrera que estudiaba, con la indemnización del trabajo de su madre, pero a Sol ya no le quedaba nada, estaba vacía y además sola. Lo único cercano a ella, eran sus amigos de la universidad y un chico que le gustaba, David, a quien conocía hace 8 meses atrás.
    Cumplido un año de la muerte de su madre, cuando ya Sol tenía sus 23 años, mantenía una relación amorosa con David, quien tuvo que viajar a Los Santos por motivos familiares, y de repente, la historia se repite. David desaparece, pierden toda comunicación y Sol piensa que algo grave le pudo haber ocurrido, pues tenía el conocimiento de que era una ciudad peligrosa, por lo que decide emprender el viaje para buscarlo. Entonces, empezaría una nueva travesía para Sol.

    Aspecto físico:
    Muchacha de tez blanca con ojos azules, cabello ondulado rubio. Complexión delgada, mide 1.70 y pesa 58 kg.


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